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La democracia requiere ciudadanos ante un Estado fallido

Análisis sociopolítico

Por Dr. Héctor San Román Arriaga

Ex Dip.Federal

Estamos a escasas dos semanas para cumplir como ciudadanos un deber ante la casilla electoral el domingo 2 de junio de 2024, curiosamente siempre el reclamo son los derechos y nos olvidamos de las obligaciones; a partir de hoy al despertar, repite una y otra vez: me voy a encontrar con  milagros de la posición bípeda adoctrinado/as para inducir si lo permito, maravillas de quien está lejos de ser mujer u hombre de Estado; con mal nacidos cuya ceguera moral les impide reconocer la irresponsabilidad  y complicidad en las 300 mil personas muertas, y los miles de huérfanos por una criminal respuesta ante la pandemia de la COVID-19; con rencorosos y resentidos que niegan la corrupción de quien es responsable de la muerte de niños y maestras por el derrumbe del colegio Rebsamen; con envidiosos que admiran la mentira y la riqueza mal habida; y con esclavos de la irracionalidad que es indolente ante la muerte de 26 personas y decenas de heridas en el derrumbe en la línea 12 del metro, la burla a las madres que buscan un ser querido y el desastre del sistema de salud; con vividores que aplauden el despojo del precario ahorro para el retiro de los trabajadores “viejos e indefensos”; esos aberrantes hechos los defienden porque desconocen los bienes y los males, no razonan, son irracionales.

No comprenden la naturaleza del bien, que es bella, y la naturaleza del mal, que es deforme, son visiones y sueños políticos fracasados que no ocultan la insensibilidad hacia el sufrimiento que han provocado con su indolencia; su incapacidad y rechazo a comprender que deben cumplir obligaciones obedeciendo lo que dicta la ley olvidando que en las democracias no existe un poder coercitivo destinado a mantener a raya el disenso.

Una sociedad comprometida con el imperio de la ley repudia el hecho de quien transgrede una ley para poner a prueba su constitucionalidad, ese reclamo estuvo presente en la marea rosa del pasado domingo con el grito “fuera morena” o “narco presidente” precisamente esta “desobediencia indirecta”, no carece de sentido en el caso objetor de conciencia frente al hombre que quiebra una ley específica para poner a prueba su constitucionalidad, lo que parece legalmente injustificable.

Si algo enseña la historia acerca de las causas de la revolución —y no enseña mucho pero si considerablemente más que las teorías de las ciencias sociales— es que las revoluciones las precede una desintegración de los sistemas políticos, que el síntoma revelador de la desintegración es una erosión progresiva de la autoridad gubernamental y que esta erosión se origina en la incapacidad del gobierno para funcionar adecuadamente, de donde surgen las dudas de los ciudadanos respecto de su legitimidad.

El gobierno con un mínimo de honestidad, debe reconocer que las instituciones encargadas de hacer cumplir la ley han sido incapaces de hacer cumplir las disposiciones legales contra la corrupción y la delincuencia organizada. Considerando que las probabilidades que tienen esos delincuentes de no ser castigados es muy alta, son razones suficientes para sorprendernos de qué la situación es muy grave. La sencilla y aterradora verdad es que la tolerancia protectora de los delincuentes con “los abrazos no balazos” y, se “acabó la corrupción”, ha llegado a adoptar la conducta delictiva más violenta, gente que en circunstancias donde no hay dobleces con la ley, quizás sólo habría pensado en dichos delitos, pero jamás hubiera llegado a cometerlos. Ejemplos horribles de esta verdad se presentan día a día en todo el territorio nacional.

Al parecer se ha olvidado que: El papel primordial del Estado es imponer el orden; si falla a la hora de cumplir con ese cometido, se convierte en un <<Estado fallido>>; no hay ninguna otra razón para que un Estado reciba ese calificativo de fallido. El cómo alcanzar ese fin es, sin embargo, una cuestión controvertida; El derecho a trazar tal línea delimitadora, que divide el ejercicio de la violencia entre actos de coerción la (violencia legítima) y actos meramente violentos, es (y ha sido a lo largo de toda la historia) el principal elemento en juego en la pugna por el poder político; amén de atributo primordial (indivisible e inalienable en su esencia) de quienes ejercen el poder político; por esa razón, generalmente acostumbra a estar —esencialmente en disputa—.

Los vínculos entre Estado y ciudadano están debilitados, la sociedad en respuesta al autoritarismo ha mostrado músculo en la marea rosa del pasado domingo 19 de mayo, en un proceso de toma de conciencia frente a un Estado de crisis; Inmersos en un estado de aislamiento y soledad al ciudadano, se le pide el voto a favor de quien tiene una dudosa nacionalidad mexicana, de quien es cómplice de un presidente autoritario que viola permanentemente la Constitución de la República y se asume protector y comparsa de los dictadores de la región, y ante esa terrible realidad, solo tenemos una defensa, el uso de la razón para emitir nuestro voto y exigir que se gobierne en nuestra democracia representativa, obedeciendo la ley: Artículo 87 Constitucional “El presidente al tomar posesión de su cargo, prestará ante el Congreso de la Unión o ante la Comisión Permanente, en los recesos de aquel, la siguiente protesta: “Protesto guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen, y desempeñar leal y patrióticamente el cargo de Presidente de la República que el pueblo me ha conferido mirando en todo por el bien y prosperidad de la Unión, y si así no lo hiciere que la Nación me lo demande.  “Bajo el calificativo  de  traidor a la patria”.

Hace casi seis años fue la llegada de satanás bajo el disfraz de una transformación antihumana, que enfilada con violencia y brutalidad hacia el totalitarismo ha luchado contra la historia, el pasado y la memoria, esos hogares en los que habitan nuestros sueños y nuestras alternativas; todo eso una y otra vez lo hemos visto y escuchado, pretendiendo ocultar la realidad con un objetivo, trastocar y confundir nuestra razón, inducir el miedo y la incertidumbre, pretendiendo que se repita lo que sucedió en 2018 “un engaño y autoengaño”, al votar con irracionalidad, visceralmente, no con la razón; porque bajo ese escenario llegó quien fue calificado como “Un peligro para México”,  ofreciendo lo que nunca cumplió “castigar a su antecesor por ladrón, combatir la corrupción y regresar al ejército a sus cuarteles”, pero solo ha mentido con un desvergonzado dicho, “no me vengan conque la ley es la ley”.

Tuvo la oportunidad de ser buen gobernante pero enloqueció con el poder, hoy tanto él como su ejército de bots difunden noticias falsas y discursos de odio influyendo en la opinión pública, los ejércitos de troles están presentes en la campaña apuntalando la desinformación y, ante la crisis de Estado que vive nuestra incipiente democracia hay vidas desperdiciadas, si la ciudadanía claudica este 2 de junio y no sale a votar, solo podemos albergar dos certezas: habrá  pocas esperanzas de qué los sufrimientos que nos produce la incertidumbre actual sean aliviados y que sólo nos aguarde mayor incertidumbre.

Hace falta para empezar que todos respiremos hondo, nos relajemos y hagamos un repaso a nuestra historia que puede contarse de más de un modo, si bien en el pasado no todo en el país estaba al cien por cien, pero era una obra en construcción permanente, un conjunto de aspiraciones dinámicas activadas a base de esfuerzo, cooperación, una esperanza y una solidaridad muy grandes mantenidas durante décadas posteriores a la revolución, ese país idealizado no se materializó por completo pero hubo avances acompasados al crecimiento demográfico y eso nadie en su sano juicio lo puede negar.

Hoy el mundo interno de este gobierno, con su burocracia por una parte y su codiciosa vida por otra, vuelve el autoengaño relativamente fácil. Ninguna torre de marfil ha preparado mejor la mente para ignorar los hechos de la vida que las diferentes cisternas de pensamiento, la de los embaucadores y las mentiras matutinas del presidente. Bajo esta atmósfera donde la derrota es menos temida que el reconocimiento de la derrota, bajo desorientadoras declaraciones sobre los altos niveles de aprobación inventados. Pero aún más importante es que la verdad sobre temas tan decisivos quedarán ocultos bajo el rubro “seguridad nacional”, esos círculos internos y en ningún otro lugar, o preocupaciones relativas a cómo maquillar la conducta de un presidente que llegó legalmente y, ha gobernado ilegítimamente violando la Constitución política que juró cumplir y hacer cumplir.

El autoengaño presume una distinción entre la verdad y falsedad, entre los hechos y la fantasía, y por lo tanto un conflicto entre el mundo real y el engañador engañado” que desaparece en un mundo enteramente desconectado de los hechos reales bajo un comportamiento demencial.

La combinación mortal de la “arrogancia del poder” la prosecución de una simple imagen de omnipotencia, diferente del propósito de respetar la Constitución política, y la arrogancia de la mente, una confianza profundamente irracional, lo que contrasta con la realidad, se convierte en un leitmotiv del proceso de toma de decisiones a partir de la escalada en 2018.

Esto, sin embargo, requiere confirmar, “clínicamente” que los rigurosos métodos de distanciamiento de los hechos, propios de los “productores de problemas” constituyen el origen de esta implacable marcha hacia la autodestrucción.

¿Ha muerto la ley? Sería interesante conocer lo que motiva  desesperadamente esta angustia y desesperación relativas a las próximas elecciones. ¿Es el peligroso incremento de la delincuencia organizada o la percepción más sutil de qué “la magnitud del mal expresado en este autoritarismo ha socavado toda fe en la importancia central de la fidelidad a la ley?, todo ello es “una amplia evidencia de qué la presencia de cientos de miles de ciudadanos libres se han expresado en varias ciudades del país y pueden resultar muy efectivas el próximo 2 de junio para lograr cambios deseables en el arte de gobernar.

Estemos atentos no seamos indolentes e irresponsables, seres bestiales amenazan con destilar su veneno sobre el país, con un negro oleaje de amarga rabia, la idea es que esa raza rabiosa es de otro mundo y, desde luego, no casa bien con una democracia representativa que se rige por la ley.

Si el modelo del atolladero es tal que es imposible descubrir una estrategia autoritaria o el capricho de retener el poder, sin siquiera un mínimo interés por conquistar mejores condiciones de bienestar, sólo voluntad codiciosa de riqueza mal habida y sin preocupación alguna por la seguridad nacional. ¿Cómo pudimos caer en el engaño? -más que el tema del engaño y de la mentira per se- pasa a ser el eje de esta desgraciada historia. Porque la verdad, después de todo, es que el pais a la deriva, marcha hacia un rumbo que por el cual no votamos en nuestra democracia representativa; donde el presidente debe mandar obedeciendo lo que establece la ley, dentro de contexto de la historia del siglo XX no debemos dejar de reconocer que el país era totalmente más estable de lo que es hoy.

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