Cultura

José Rogelio Alvarez

Por: Alfredo Leal Cortés

Murió José Rogelio Álvarez, el día 2 del mes en curso, admirado y respetado creador, erudito, escritor fecundo, amante de cuanto dato pequeño o de gran volumen significara la patria genuina; valoraba con admirativa precisión el arte popular y con igual detenimiento las obras monumentales, fueran dibujos, frescos o pintura de caballete y añadía su gran pasión por las culturas precolombinas, quedándose enamorado de por vida de la arqueología y con preferencia de la insuficiente estudiada cultura de occidente.

Todos sus análisis y apreciaciones las pudo transmitir gracias a su capacidad innata en el conocimiento y dominio de la lengua, hablada o escrita. Aun en la conversación cotidiana, utilizaba la palabra precisa, sin rebuscamientos, ponía vértebra a cada frase. Lo hacía en forma natural, fluida, gracias a su muy particular advertencia del carácter de su interlocutor.

En la palabra escrita ningún secreto o dificultad obscurecía la fluidez de su prosa. Su primer llamada pública fue dominar el oficio periodístico en su primera juventud y antes de cumplir 20 años fue designado jefe de redacción de la revista Tiempo, la más significada en la década de los 50, dirigida por Martín Luis Guzmán, dueño de una historia revolucionaria insólita, único mexicano director de periódico en España (El sol), maestro en la prosa y gran figura en la novela, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua. En aquella publicación conformada por un equipo de reporteros de vanguardia, trabajaban Antonio Pérez Elías, Luis Suárez y entre otros el muy destacado Mario Gil, cuya excelencia lo convirtió en colaborador de publicaciones de gran prestigio intelectual como la Revista Mexicana de Historia.

En aquel semanario, cada número editado generaba una autocritica firmada por el director. En el estrado se fijaban las cuartillas originales de algún reportero, se les anotaba el mejor uso de un verbo o el vocablo equivocado o el antónimo ignorado. Aquellas clases de idioma bien escrito, José Rogelio se las metió en la sangre. Para él las complejidades del lenguaje las sometía a la corriente de la claridad.

En forma paralela a sus labores periodísticas, estudió historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, donde se adueñó del método académico para organizar y llevar a un final lógico, sus relatos, ensayos y crónicas consignadas en una extensa, rica y atractiva obra y en editor de magníficos libros, todos útiles al engrandecimiento del país.

Durante esa breve e intensa travesía, José Rogelio aprendió y ejerció un pensamiento político de vanguardia, preocupado por esclarecer los conocimientos elementales y básicos para todo ciudadano y combatiendo los dogmatismos y las ideas de un capitalismo obscurecedor, cómplice o dueño de gobiernos sometidos al mandato de las grandes empresas y descuidado de sus deberes sociales.

Precisamente el choque de ideas germinó en una rebelión de los redactores contra los intereses de la editora, por no ajustarse a publicar los hechos de un conflicto obrero. La salida de José Rogelio casi coincidió con una invitación a viajar a la nueva China, región liberada por el movimiento de Mao. Este viaje, sumado a su conducta ideológica, sirvió para etiquetarlo como “rojo” por los adversarios asustadizos y emboscados de la derecha.

Para marzo de 1953, a su regreso de China llegó a Guadalajara. En plena calle se encuentra con su maestro Agustín Yáñez, ya inminente gobernador de Jalisco, quien sin preámbulos lo invita a incorporarse al nuevo gobierno como secretario particular del mandatario. Ambos se complementarían en el trabajo con naturalidad: Yáñez ya era el gran novelista y ensayista, revolucionador del lenguaje y no podía someterse a la jerga burocrática ni debería firmar documentos obscuros y falaces dirigidos a sus gobernados, la ética y la maestría en la escritura de José Rogelio sería aviso permanente.

El nombramiento no fue bien recibido. Los intereses creados por las corrientes políticas activas, vieron a Yáñez como el interruptor del sistema caciquil ejercido en la política local en los últimos 15 años. Y como tampoco habían logrado posiciones en la nueva administración y José Rogelio estremeció al conservadurismo tapatío y como era “rojo”, se tuvo la gran oportunidad para desatar una campaña feroz contra los “jaliscienses del Distrito Federal”, es decir, los carentes de arraigo y peor, contra los comunistas infiltrados en el poder público.

En política hay dos tiempos: el real vivido por los gobernados y el fugaz, vivido por los dueños del poder, por estar sujeto a términos. A los gobernantes les angustia lo no realizado, los pendientes, y sufren impotentes el indetenible paso del calendario. Yáñez terminó el sexenio contra todos los pronósticos: careció de una carrera y formación política como después quedaría demostrado, pero fue un excelente gobernador: no se manchó las manos de sangre, no robó; construyó ahorrando a ojos vistas el presupuesto y sin proponérselo, por la inercia de los acontecimientos, impulsó nuevos nombres y nuevos hábitos en la política de Jalisco.

Al término del sexenio yañista, José Rogelio Álvarez hizo un trabajo destacado, luego de concluir su paso como secretario particular, se le encargó la tarea de crear la Comisión de Planeación de la Costa de Jalisco y luego se hizo cargo de la Comisión de Desarrollo de la Comisión de Fomento de los Altos y lo realizó con trascendencia, al grado de figurar como precandidato al gobierno del Estado.

Su paso por el servicio público lo reanudó como subdirector, luego director de la Automotriz Diesel Nacional, coordinador General de Difusión del Comité Organizador de los Juegos de la XIX Olimpiada y Consejero del Secretario de Educación.

Nunca descuidó su vocación de escritor, de promotor cultural y de editor, de su pluma salieron: Nueva Imagen de Jalisco 1959, Programa Federal para Jalisco 1959-1964, Noticia de Jalisco 1953-1959; después creó la colección Jalisco en el Arte, publicando Orozco por Justino Fernández, Arquitectura por Sergio Saldívar, Arqueología por José Corona Núñez y Vidrio Soplado por José Rogelio Álvarez.

Luego vendría su obra monumental, Enciclopedia de México, 14 tomos. El primero publicado en 1977, el último el mismo año de 1977. Se editaron 50 mil ejemplares, verdadera hazaña para su tiempo. El contenido es “todo lo mexicano ordenado alfabéticamente: antropología, arqueología, arte, biografías, crónicas, derecho, economía, historia, literatura, semántica, geografía, etc”; el testimonio escrito más completo, veraz y revelador del México del siglo XX. Colaboraron en la obra los más destacados especialistas y José Rogelio fue un crítico y escrupuloso editor, director y redactor. A la fecha ninguna otra obra análoga la ha superado y queda como un surtidor de consulta permanente.

Otra obra excepcional es Summa Mexicana, el gran libro sobre México, un panorama de la existencia en el país en cuanto a “magnitud, superioridad, excelencia, singularidad, perdurabilidad, trascendencia, creatividad, ejemplaridad, primacía, poder y valoración”, expresados con sorprendente capacidad de síntesis, desde Cuauhtémoc hasta 1991, cuando se realizó la obra, tierra y paisajes, “los halagos al paladar”, el cine, el arte popular, los grandes interpretes de la canción, vistos desde la perspectiva noticiosa histórica contemporánea y con un estilo atractivo e informativo, profusamente ilustrado y con el diseño de Beatrice Trueblood, impresa a todo lujo en Hong Kong. Fue patrocinado por una institución bancaria y su distribución se hizo fuera de comercio.

José Rogelio no conoció la ociosidad y después de sus grandes hazañas escritas recopiló y escribió Leyendas Mexicanas, publicadas en 4 volúmenes, por la editorial española Everest, con sorprendente éxito por ya alcanzar 2 ediciones.

Absorbido por el trabajo José Rogelio nunca perteneció o frecuentó a las camarillas literarias de elogios mutuos. Discípulo indirecto de los excepcionales prosistas con sus respectivos destellos propios: Martín Luis Guzmán y Agustín Yáñez, era muy difícil que alguien lo impresionara o se atreviera a atraerlo a su círculo. Conoció a poetas, novelistas y ensayistas más conocidos y famosos, valoró su obra, pero optó siempre por la abstracción en el trabajo. El hecho no significa falta de amigos, al contrario, cultivó la amistad con sus colegas, con arqueólogos, con políticos, con historiadores y en particular con académicos. Aunque en las conversaciones informales, siempre agregaba algo de interés trascendente.

La mayor definición de su estilo es la fluidez y la propiedad del uso del término preciso. La lengua era su ventana abierta a la objetividad de los sucesos en proporción a cuanto afecta al ser humano, visto con perspectiva histórica. Base a su fecunda profesión, siempre impuso orden en sus crónicas y consideraciones, enmarcadas en los elementos culturales mediatos, históricos y sociales.

Lo sobresaliente en su trabajo fue el contenido a partir de una visión enriquecida con los datos. Nunca se permitió el lujo de imponer el estilo sobre el tema, siempre logró integrar su pensamiento de vanguardia a sus escritos, aunque estuvieran referidos a lo histórico, con mayor razón cuando se ocupó de lo social o de lo estrictamente político.

Varias universidades le confirieron el doctorado, le otorgaron reconocimientos académicos por su erudición, sabiduría e ingenio también fue miembro de la Academia Mexicana de la Lengua. En la última década, ningún año dejó de ser invitado a impartir conferencias sobre temas sociales, históricos o políticos. Su última disertación el año del bicentenario y centenario fue sobre la revolución en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, misma que fue editada y salió a la luz días después de su deceso.

En los dos últimos meses, José Rogelio Álvarez estuvo enfermo y pensó en superar los malos momentos e irse a vivir a Guadalajara o Puerto Vallarta, para seguir escribiendo de otros temas.

Nacido en Guadalajara en 1922, murió a los 89 años en Churubusco sin abdicar ideología ni vocación por la escritura.

BIBLIOGRAFIA PRINCIPAL

Nueva Imagen de Jalisco 1953-1959. Guadalajara. 1959

Programa Federal Para Jalisco 1959-1964. Guadalajara. 1958

Noticia de Jalisco 1953-1959. Guadalajara. 1959

Vidrio Soplado. Guadalajara. 1960 14 tomos

Enciclopedia de México. Ciudad de México. 1973

Summa Mexicana. El gran libro sobre México. Bancomer, Impreso en Hong Kong. 1991

Leyendas Mexicanas. Antología. 4 volúmenes. Editorial Everest. España. 2006

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