Cultura

Identidad Nacional y patrimonio arqueológico: Génesis, protección y uso. El Caso de México

Buenos días a todos los asistentes… antes de comenzar esta presentación, agradezco a los organizadores de este importante Coloquio la oportunidad de participar en él, en especial a los señores M.C. Alexander Brust, Matthias Knecht y Leonid Velarde. Ahora paso al tema.

Introducción.- (2.- Monumento a Cuauhtémoc)

En México las culturas prehispánicas han representado históricamente uno de los elementos fundamentales para la construcción de la identidad nacional. Esto estuvo presente desde los afanes en los que se apoyaron las ideas de criollos y mestizos frente a los españoles peninsulares en la Guerra de Independencia, hasta en la consolidación, en el siglo XIX, de la joven nación mexicana.

(3.-El Tajín) El tema de la herencia prehispánica ha sido tan importante para los grupos que han ejercido el poder en México, que siempre aparece en los discursos con los que se busca reforzar ese elemento aglutinante que permite dar cohesión a lo que Benedict Anderson llama las “Comunidades Imaginadas”. (4.- Entierros en Eje Central, Pino Suárez y Templo de Ehécatl). Sin embargo, en tiempos más recientes, esta forma de patrimonio también ha servido de bandera para grupos ideológicamente confrontados con el Estado, quienes enarbolan y exacerban tendencias proteccionistas de los vestigios que buscan inhibir el desarrollo de infraestructura, lo mismo turística que de servicios, o aquellos usos que no sean acordes a un mero ejercicio contemplativo o de pretendida “investigación pura”.

Las comunidades indígenas no son ajenas a esta dinámica, reivindicando también derechos ancestrales y de usufructo, bajo el mito de que la apertura de zonas arqueológicas trae en si misma la generación de riqueza. (5.- Vendedores en Chichen Itzá y Palenque)  O a partir de la disyuntiva que implica la conservación de vestigios monumentales constriñendo con ello la posibilidad de crecimiento físico de las propias comunidades. En torno a esto gira el reto que tenemos quienes por el momento somos los encargados de normar la investigación, la protección y el uso del patrimonio arqueológico en México.

(6.- El Castillo de Chichen Itza) Como parte de esta problemática, se ha vuelto un lugar común el señalar que ante los irrefrenables y en ocasiones caóticos procesos de globalización que se han dado en los últimos años en todo el mundo, el tema del Patrimonio Cultural ha adquirido una importancia cada vez mayor, tanto para buscar replantear y reforzar aspectos identitarios, cuanto para gestar usufructos que impliquen diferenciar las ofertas culturales que cada nación ofrece como parte de los fundamentos económicos que ofrece el turismo. Pasemos entonces a analizar los aspectos identitarios. 7.- Mariachi, Mariachi Calavera, Voladores)

Identidad.-

De acuerdo con el Diccionario Ilustrado de la Lengua (op. cit. Vol. 3:1007), Identidad viene del latín identïtas que, entre otras acepciones y para los fines de este trabajo, significa: “conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás”. Otra acepción de igual utilidad para nuestros fines sería la siguiente: “Conciencia que una persona tiene de ser ella misma y distinta a las demás”, aunque debemos tener claro que esto sólo puede construirse en la interacción simbólica con los otros. Larrain (op. cit.:31) (8.- Mito Fundacional, escudo nacional y bandera)

De esta noción surgirían las identidades individuales y las identidades colectivas, en las que éstas es puramente un artefacto cultural, un tipo de <comunidad imaginada>, como lo establece Anderson en el caso de la Nación” (Ibíd.:38).

Franco Savarino (2003), define de manera muy puntual el concepto de identidad nacional, concepto que para los fines de esta presentación es fundamental. La establece como (9.- Grito de Independencia) “…el sentimiento o conciencia de pertenecer a una nación particular.”. Supone la percepción de elementos simbólicos y materiales propios, y una frontera nosotros/ellos. Ésta puede surgir de manera espontanea o ser inducida y convive con otras identidades básicas como la religiosa, la familiar, la regional, identidad de género, etc.… Pero la identidad nacional tiende a situarse en momentos determinados por encima de todas. Y tiene también la tendencia a absorber gradualmente las identidades regionales, tribales y étnicas (op. cit.:469-470).

Para Héctor Aguilar Camín (1993), la idea de una Nación Mexicana, de una identidad nacional se inicia con el surgimiento del patriotismo criollo novohispano que se fundamenta en una sólida estructura ideológica y simbólica que buscaba construir la idea de una nación alternativa al dominio español (Ibíd.:7) (10.- Cuauhtémoc y Detalle del martirio) y destaca cuatro rasgos que sintetizan este planteamiento: la exaltación del pasado azteca, la denigración de la conquista, el resentimiento contra los españoles peninsulares denominados “gachupines” y la devoción por la Virgen de Guadalupe (Ibídem).(11.- Aparición de la Virgen, altar y devoción )

El elogio de una “nación” indígena (que en los hechos no existía) destruida por los españoles, fue uno de los principales emblemas simbólicos enarbolado por los ideólogos criollos en sus afanes independentistas. A través del libro de Clavijero Historia Antigua de Méjico se despoja del carácter demoníaco al pasado prehispánico y se le equipara con el mundo griego. (12.- Piedra del Sol) Así también, la identificación que, cada uno en su momento, hacen Boturini, Sigüenza y Góngora y desde luego Teresa de Mier, de Santo Tomás con Quetzalcóatl, reivindica una cristianización primigenia que para ellos solventa la controversia que representaba ese pasado indígena en el plano eclesiástico y da fundamento a la idea de una nación mexicana originaria. Esto se ve reforzado con la omnipresente figura de la Virgen de Guadalupe, que se reveló al indio Juan Diego y se constituyó en la madre de la mexicanidad. No es gratuito que Hidalgo y Morelos enarbolaran la figura de la Virgen Morena en sus pendones durante los inicios de la Guerra de Independencia. (13.- Estandarte de Hidalgo

A pesar de que la Independencia se consolidó originalmente con un resultado aristocratizante como lo fue el fugaz imperio de Iturbide, la simiente de los símbolos identitarios anteriormente referidos, germinó como producto del discurso ideológico prevaleciente.

El convulso siglo decimonónico de la joven nación mexicana, llena de guerras internas y de invasiones extranjeras, significó, con el triunfo de la ideología liberal, la definición del panteón cívico nacional y con ello consolidar a las figuras que a partir del mito fundacional del imperio azteca y de la figura de Cuauhtémoc, último señor de este belicoso estado, (14.- Monumento a la Independencia y altar a los héroes) se sucedieron como los héroes que como se dice en las ceremonias que celebran nuestra independencia, nos dieron “patria y libertad”. Con frecuencia leemos frases como: “El pasado prehispánico es la raíz profunda de donde brotó y germinó el pueblo mexicano”.

El Patrimonio Arqueológico.-

Palabra de origen latino, el concepto de patrimonio podemos entenderlo como “la herencia que proviene de los padres”, en este orden de ideas, los bienes culturales estarían inscritos en lo que se entiende como patrimonio cultural, cuya definición, dada por la UNESCO en México, en 1982, establece (15.- Palenque, Xochimilco,  Ciudad Universitaria)

El Patrimonio Cultural de un pueblo comprende las obras de sus artistas, arquitectos, músicos, escritores y sabios, así como las creaciones anónimas, surgidas del alma popular, y el conjunto de valores que dan sentido a la vida, es decir, las obras materiales y no materiales que expresan la creatividad de ese pueblo; la lengua, los ritos, las creencias, los lugares y monumentos históricos, la literatura, las obras de arte y los archivos y bibliotecas.” (16.-Texto)

(Definición elaborada por la Conferencia Mundial de la UNESCO sobre el Patrimonio Cultural, celebrada en México en el año 1982)

(17.- Virrey Luis de Velazco y Lienzo de Tlaxcala) Esta característica jurídica de los vestigios arqueológicos se circunscribe a los procedentes de la época novohispana y su calidad de bienes nacionales se gestó desde períodos novohispanos, como consecuencia de la necesidad de proteger los intereses de la Corona Española. Bajo esta premisa se publicaron diversos ordenamientos durante el siglo XVI, tendientes a evitar el saqueo y la destrucción de las antiguas ciudades de los indígenas conquistados. En estos documentos se comienza a saber acerca de algunas de las principales urbes mesoamericanas (Olivé, 1980). (18.- Mapa antiguo, Chichén Itzá y Uxmal: Caterwood)

Como ya lo mencionamos, en épocas previas a la Guerra de Independencia, los referentes de culturas prehispánicas se convierten en referente ideológico para los ideales emancipadores de criollos y mestizos. En este contexto asoman nuevamente nombres de ciudades sepultadas en el polvo acumulado por siglos de olvido.

Las tareas evangelizadoras también requirieron, por parte de la Iglesia, profundizar en el conocimiento de las culturas prehispánicas, lo que coadyuvó al estudio de lenguas, costumbres y tradiciones, y a su eventual preservación y permanencia.

(19.- Museo Nacional y Salón de los Monolitos) Ya desde los primeros años de vida del México  independiente se dictaron diversas leyes que tenían por objetivo conocer, proteger y acrecentar el patrimonio arqueológico, ya con un sentido claramente nacionalista, prohibiendo expresamente la exportación de monumentos y antigüedades mexicanas. En el año de 1825, Guadalupe Victoria, Primer Presidente de la República Mexicana, dio instrucciones para la creación del Museo Nacional.

(20.- Primeros Atlas, Atlas de Kurjakc y Atlas Nacional) Es hasta finales del siglo XIX e inicios del XX, cuando comienzan a hacerse esfuerzos sistemáticos por integrar un primer atlas arqueológico, en el que se logró incorporar información sobre 179 sitios, obviamente todos de carácter monumental (Gaxiola y López Camacho, ms. s/f: 1-59).

En 1938 se creó el Instituto Nacional de Antropología e Historia, que incorporaba, dentro de sus funciones, las del registro de colecciones arqueológicas, la integración de atlas de sitios arqueológicos y el cuidado de estos bienes patrimoniales. (21.- Colecciones en Sonora y en San Miguel Amantla)

Con estos antecedentes, el 6 de mayo de 1972 como ya lo mencionamos, se publica la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos, instrumento jurídico con el cual el INAH ha venido trabajando hasta la fecha. (22.- Portada de la LFMZAAH)

El Marco Jurídico.-

Aun cuando no pretendemos abundar en  los aspectos jurídicos inherentes a los vestigios arqueológicos, consideramos fundamental señalar por lo menos tres artículos de la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos (INAH, México, 1995), toda vez que determinan el carácter patrimonial de las evidencias arqueológicas y definen su amplitud y su temporalidad. Un primer factor es lo que el artículo 2°, señala: (23.- Texto artículo 2º)

“Es de utilidad pública, la investigación, protección, conservación, restauración y recuperación de los monumentos arqueológicos, artísticos e históricos y de las zonas de monumentos”.  (Op. cit. pp. 7)

Con lo señalado en este artículo, se privilegian, en tanto beneficio de la colectividad, los aspectos inherentes a los bienes señalados, por sobre intereses privados o particulares, lo que representa, sin duda, una herramienta poderosa para la preservación de los vestigios arqueológicos.

También vale la pena subrayar los artículos 27 y 28 con los que inicia el capítulo III de la ley que nos ocupa, en los que se caracteriza a los monumentos arqueológicos: (24.- Texto artículo 27°)

Art. 27.- Son propiedad de la Nación, inalienables e imprescriptibles, los monumentos arqueológicos muebles e inmuebles. ( Ibid. : 13)

Con este enunciado se establece, de manera precisa, el carácter patrimonial de los bienes arqueológicos, puntualizando la atemporalidad de esta asignación y la imposibilidad de cualquier forma de enajenación. (25.- Texto Artículo 28°)

Por su parte, el artículo 28 señala:

“Son monumentos arqueológicos los bienes muebles e inmuebles, producto de culturas anteriores al establecimiento de la hispánica en el territorio nacional, así como los restos humanos, de la flora y la fauna, relacionados con esas culturas. (Ibíd.: 13)

(26.- Mapa de la República) Esta cobertura tan amplia en cuanto a la definición de los bienes arqueológicos, encuentra en el plano temporal un punto de discusión, en tanto se reconoce como fecha del establecimiento de la cultura hispánica en México, el año de 1521, cuando cae Tenochtitlan, capital del imperio mexica, en manos de los conquistadores europeos. (27.- Arte indoeuropeo) Con esto, quedan desprotegidos vestigios de regiones, sobre todo norteñas, que fueron dominadas hasta casi dos siglos después, así como manifestaciones, principalmente de carácter mueble, donde, durante los primeros años de dominación española, se conjugaron estilos, técnicas y motivos de ambas culturas, en un proceso lógico de mutua asimilación.

(28.- Lítica y Teotihuacán) Con lo anterior, se puede colegir que es patrimonio de la nación, desde los restos de un taller de lítica hasta una urbe prehispánica, y aun cuando esta legislación ha demostrado sus bondades a través de más de cuarenta años, la carencia de criterios compartidos, emanados de convenciones académicas, gremiales e institucionales para su aplicación, han derivado en un cada vez más frecuente conflicto entre diversos actores sociales que, desde posiciones irreductibles buscan, unos, hacer valer la “patrimonialidad” de toda manifestación de actividad humana prehispánica y otros, imponer sus derechos de propiedad o el peso específico que el carácter de “utilidad pública” puede representar para algunos sectores del entramado social, a través, por ejemplo, de una obra magna de infraestructura de beneficio colectivo. (29.- Presas, Carreteras, Gasoductos, etc.)

En la mayoría de los casos, estas dos posiciones antagónicas, se asumen sin mayor análisis o conocimiento de causa, esgrimiendo razones de carácter legal, o permeadas de componentes ideológicos o incluso políticos, más que de implicaciones académicas o éticas.

Numeralia.- Con el fin de dimensionar la magnitud del patrimonio arqueológico que de manera institucional se maneja en México, es importante mencionar algunas cifras.

Inscritos, inventariados y catalogados en el Registro Público de Monumentos y Zonas Arqueológicos a cargo del INAH, se tienen: (30.- Mamut, Campamento, Tenochtitlan, Tulúm)

44,839 sitios arqueológicos, que incluyen desde depósitos de fauna pleistocénica , hasta asentamientos del siglo XVI, que estaban vigentes a la llegada de los conquistadores españoles; y desde talleres líticos de cazadores-recolectores hasta ciudades que llegaron a tener más de 10 Km.2 y poblaciones cercanas a los 100, 000 habitantes. (31.- No. de sitios registrados: 44,839?Zonas abiertas: 181?Zonas patrimonio de la Humanidad: 11)

De este universo sólo 181 zonas están abiertas a la visita pública y 11 son patrimonio de la humanidad.

(32.- No. de Colecciones y no. de piezas) En lo que se refiere a piezas arqueológicas, se tiene un registro e inscripción de 1´889,876 bienes muebles, del que un gran porcentaje está en manos de particulares, museos, casas de cultura, entre otros. No está por demás decir que la ley permite a personas físicas y morales la custodia de piezas arqueológicas, siempre y cuando se acerquen de buena fe y motu proprio a solicitar esta concesión de uso (33.- saqueo, piezas Seattle y pieza con etiqueta) No somos ajenos a que este hueco de la ley fomenta el fenómeno del coleccionismo y el saqueo y expoliación de yacimientos arqueológicos.

Retos y políticas de cara al futuro.-

La experiencia nos ha demostrado que no es en la confrontación jurídica, ni asumiendo posiciones fundamentalistas, donde podemos encontrar las alternativas que nos permitan alcanzar la buscada permanencia de los vestigios arqueológicos de cara al desarrollo nacional, vistos ambos como un bien social. Es necesario hacer un esfuerzo de imaginación, para ir instrumentando fórmulas novedosas, que nos garanticen la preservación de los bienes arqueológicos hacia el futuro, y esto no podrá hacerse, sin la participación de los diversos actores sociales, principalmente de las comunidades que conviven de manera cotidiana con los vestigios.

Algunas acciones para proteger cabalmente el patrimonio (Listado de acciones)

. Sitios: (34.- Texto)

– Proyecto de inventario permanente y transgubernamental.

– Diagnóstico; prioridades por tema, región y potencial afectación.

– Jerarquización y niveles de protección.

– Difusión y corresponsabilidad de autoridades.

– Campañas de concienciación entre las comunidades.

– Incluir el tema del patrimonio y su protección en la enseñanza primaria.

– Impulsar la permanente modernización del Inventario Nacional.

– Incidir en los grandes programas de desarrollo nacional (35.- Imágenes de inventarios estatales, Imágenes satelitales, República con sitios y República silueta).

. Piezas: (Listado de acciones) (36.- Texto)

– Límite a la posibilidad legal de integrar colecciones (37.- Museo Comunitario en Oaxaca.

– Impulsar la constitución de Museos Comunitarios (didáctica, socialización, concienciación).

– Modernización permanente del inventario nacional (38.- Pieza fraude).

– Campañas sobre las consecuencias del coleccionismo.

– Actualización de sanciones.

– Capacitación de peritos.

(39.- Niños en Zona Arqueológica) Obviamente nos queda claro que estas propuestas no son la panacea, pero pueden ser una “piedra de toque” para diseñar políticas institucionales, que deberán emanar de consensos entre especialistas y autoridades. (40.- Niños en el MNA) También somos conscientes que la legislación más acabada y las sanciones más estrictas nunca serán suficientes si no existe la cabal conciencia de la sociedad sobre la importancia de proteger y dar un uso racional a su patrimonio cultural y esto sólo se consigue a través de la educación. (41.- Exploración del Cuauhxicalli y exhibición en el MNA) Muchas Gracias!

Por el Dr. Pedro Francisco Sánchez Nava, Instituto Nacional de Antropología e Historia

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