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Frente a la creciente desigualdad; ¿Debemos temer al futuro?

Conferencia en el marco del XXI Congreso de la Sociedad de Salud Pública de la CDMX

Por el Dr. Héctor San Román A.

Analista Sociopolítico

 “Muy breve y trabajosa es 

la vida de quienes olvidan 

el pasado, descuidan el presente 

y temen el futuro”: Séneca. 

Pero, claro, las palabras de Séneca iban dirigidas a individuos, no a instituciones. Muy difícil recordar el pasado en su justa dimensión en tiempos difíciles: por un lado, se abre el sendero de la nostalgia recordando tiempos mejores; por el otro, el abismo de la destrucción en la obsesión de utopías. Qué arduo disfrutar del presente, en medio de obligaciones, retos y heridas, sin ser irresponsable. Qué arrojo para no temer el futuro; cuando cisnes negros se avizoran en el horizonte.

Pero al menos podemos empezar preguntándonos: ¿y si lo que nos queda hoy fuera el inicio de algo mucho mejor? ¿quién es rico en realidad? 

Si la riqueza, corre cada vez a menos manos, convertida en propiedad de unos cuantos. Y pobre, ¿quién se va a reconocer en tan denigrante condición si en el imaginario dominante uno llega a serlo por culpa del propio comportamiento y no de cómo están organizadas las cosas?

Varios libros que seguramente muchos de nosotros hemos leído narran la historia de la riqueza, y muchos otros tratan de la desigualdad.  También hay muchos libros que hablan de salud y de cómo salud y riqueza van de la mano, en tanto que la desigualdad en la salud es una condena a la pobreza. La salud como obra de una vida y la enfermedad como amenaza de todas las edades. Pero la historia del bienestar humano, lo que le da significado a la vida, no se puede contar olvidando lo más importante en la vida del ser humano: “Justicia simplemente Justicia”; cuya falla es el único mal verdadero. consultemos a John Rawls; Amartya Sen; Zygmund Bauman; Anthony Atkinson; Thomas Piketty “Justicia, pobreza, enfermedad y Desigualdad; Para la mayoría de la población mundial que no tuvo la fortuna de nacer en un país desarrollado, la lucha contra las enfermedades infecciosas difícilmente había iniciado en 1945. Sin embargo, no era necesario que la historia recomenzara a partir de cero, o no al menos con la misma pasmosa lentitud. 

En 1850 la teoría microbiana de las enfermedades no se había establecido aún. Cien años después en 1950 ya era del conocimiento común, de suerte que al menos algunos de los avances que habían tomado un siglo en los países líderes en el combate a las enfermedades, podían llegar a los países que adoptaron tales medidas en salud pública. 

El hecho de que la India tenga una esperanza de vida mayor que Escocia en 1945 —a pesar de tener un ingreso per cápita igual al que el Reino Unido había alcanzado ya en 1860– es una prueba testimonial del poder del conocimiento para acortar la historia. Para que la población mundial llegará a 1000 millones de personas, tomó la mayor parte de la historia humana, hasta principios del siglo XIX. La cifra de 2000 millones se alcanzó alrededor de 1935.

De izq a derecha. Dra. María Guadalupe Rodríguez Porcayo (Presidenta entrante de la Sociedad de Salud Pública de la Ciudad de México) Dr. Romeo Adalid Martínez Cisneros ( Presidente saliente de la Sociedad de Salud Pública de la Ciudad de México) Dr. Félix Martínez Alcalá ex Presidente; Dr Héctor San Román A.

La rápida, si bien desigual, reducción de la mortalidad infantil en los países pobres permitió vivir a millones de niños que de otro modo habrían muerto, con ello hubo un aumento en la esperanza de vida y también fue causa de “la explosión demográfica” —de 2500 millones en 1950, las proyecciones de Naciones Unidas predicen 8000 millones para el 15 de noviembre de 2022. Pero hay aún países donde más del 10% de niños muere antes del 5o año de su edad, no a causa de “nuevas” enfermedades; mueren a causa de las mismas enfermedades que causaban la muerte en infantes en la Europa del siglo XVII y XVIII, infecciones intestinales, respiratorias y malaria, las cuales se conoce su tratamiento hace mucho tiempo, pero mueren por el accidente de haber nacido donde impera el hambre, enfermedad, pobreza e ignorancia; bajo ineptos y corruptos gobiernos. 

Cada día mueren muchas personas como consecuencia de accidentes laborales y enfermedades relacionadas con el trabajo. Se calcula que, cada año, estas muertes asciendan a 1,9 millones. Se calcula también que 90 millones de años de vida ajustados por discapacidad son atribuibles a la exposición a 19 importantes factores de riesgo laboral. 

Además, cada año se producen unos 360 millones de accidentes laborales no mortales que tienen como consecuencia más de 4 días de incapacidad laboral. (Miles de millones de horas en productividad, que pudieran crear riqueza, desarrollo y bienestar) 

La pandemia ha puesto los riesgos psicosociales en el foco de atención: Hasta hace poco no se hablaba mucho de los riesgos psicosociales en el trabajo. La pandemia ha marcado un antes y un después. La generalización del teletrabajo, la situación a veces dramática del personal sanitario en la lucha contra el COVID-19 y la creciente digitalización de nuestras vidas han puesto sobre la mesa problemáticas que deben resolverse no sólo a nivel del CCT con las empresas, sino también a nivel legislativo. 

La evaluación de la vida y la felicidad (u otras emociones) pinta faces diferentes del mundo. ¿Cuál es el correcto? Esta es una pregunta relevante sólo si esperamos que estas mediciones arrojen una única medida del bienestar general, algo que representa la meta de gran parte de la literatura sobre la felicidad. Sin embargo, ésta no es una forma correcta de pensar el bienestar. Es bueno ser feliz, no es bueno estar estresado, y es bueno pensar que la vida de uno va bien, pero estos sentimientos no son la misma cosa, y todos somos consistentes con resultados buenos o malos en otros aspectos del bienestar, como lo económico, la salud física y mental. No existe una respuesta mágica que suministre la piedra de toque para juzgar el bienestar.

Dr. Romeo Adalid Martínez Cisneros hace entrega de un Diploma al Dr. Héctor San Román A. ; Presente la Dra. María Guadalupe Rodríguez Porcayo.

La desigualdad es, frecuentemente, una consecuencia del progreso. No todo el mundo se enriquece al mismo tiempo, y no todos tienen acceso a los últimos medios que salvaguardan la vida, sea el acceso al agua para consumo humano, vacunas o a nuevos medicamentos que controlan las enfermedades infectó contagiosas, cardiovasculares o la diabetes. La pobreza, desempleo y desigualdad, a su vez, afectan el progreso. Pero hay un camino que pudiera ser bueno; los niños en las grandes ciudades ven lo que puede hacer la educación y acuden a la escuela. Puede ser malo si los ganadores intentan impedir que otros los sigan, quitando las escaleras que les permitieron a ellos ascender. 

Cuando la desigualdad es la sierva del progreso, cometemos un serio error si pensamos que el progreso iba a cambiar las cosas, peor aún, aplaudir el progreso entre los éxitos. La revolución industrial solía contarse como una historia de lo que sucedió en los países avanzados, ignorando al resto del mundo, como si nada hubiera estado sucediendo ahí, o como si nunca hubiera existido el feudalismo. Esa equivocación no sólo desprecia a la mayoría de la humanidad sino también ignora las contribuciones no deseadas de aquellos que fueron lastimados o, en el mejor de los casos, dejados atrás.

El escape más grande en la historia humana es el escape de la pobreza y la muerte. Por miles de años aquellos que tuvieron la suerte de escapar de la muerte en la niñez enfrentaron años de pobreza opresiva. A partir de la ilustración, la revolución industrial y la teoría microbiana de las enfermedades, los estándares de vida han aumentado varias veces, la esperanza de vida por lo menos se ha duplicado y ahora la gente vive una vida más plena y mejor que nunca, pero como ignorar que existe pobreza y desigualdad.

La salud es el punto de partida obvio para una investigación sobre el bienestar. Para tener una buena vida necesitamos una vida plena; la salud menguada y la discapacidad pueden limitar severamente la posibilidad de disfrutar la vida enlazada al bienestar.

El Estado de bienestar jugó un papel importante en la reducción de la desigualdad en el pasado. Fue un vehículo primordial por medio del cual la política social procuró asegurar un nivel mínimo de recursos para la población. Una razón del incremento de la desigualdad en nuestros tiempos ha sido el desmantelamiento a gran escala del Estado Social, bajo la etiqueta de austeridad se minimiza el gasto social en un momento en que la precariedad aumenta. 

Médicos Residentes e Internos asistentes al XXI Congreso de Salud Pública de la Ciudad de México.

Es importante revertir las medidas de austeridad aplicadas a las instituciones que daban fortaleza al Estado de bienestar, porque han retornado niveles de desigualdad que se habían superado. Se debe reconsiderar el valor del Estado de bienestar por la obvia razón de que en el mundo hay una profunda desigualdad. La mundialización ha sido contraria a la clase media, los trabajadores y a sus sindicatos. Se ejerció presión sobre los gobiernos para que, vía reformas, procedieran a desregular la contratación colectiva, y abdicaran de su papel como garante del Estado social, dejando atrás estrategias para el bienestar, políticas sociales y económicas que ayudaban a crear un grado de justicia social y de equidad económica, ya que contradecía estrategias favorables al mercado. 

Requerimos de una democracia progresista, con respeto y capacidad de ejercicio en derechos y obligaciones, con una vida digna y sin apremios, con oportunidades para todos, y sin privilegios injustos o mal habidos, donde la responsabilidad, la razón, la transparencia y la concordia con políticas sensatas ponga fin al cinismo y a la impunidad; Es curioso que mientras se desmantela el Estado de bienestar en el Senado de la República se abre un foro sobre bienestar animal…….irónico que quien pretende gobernar el Edomex, desconozca qué hay niños sin escuela, sin vacunas y con hambre en un marco de profunda desigualdad, precisamente en ese estado y no imagine un foro sobre bienestar infantil. 

La desigualdad está ahora a la vanguardia del debate público. Se escribe mucho acerca del 1 y el 99% y la gente está más advertida que nunca antes de la magnitud de la desigualdad. Las preocupaciones acerca de la desigualdad superan a todos los otros peligros. Una vez jubilado un trabajador manual o intelectual cotizante de la Seguridad Social participativa, de proletario o clase media se convierte en precariado.  Ahora hasta la promesa suprema, la que tanto costó alcanzar y que sólo se consiguió tras siglos de disputas sindicales, batallas políticas y valiosas conquistas democráticas, está en entredicho: me refiero a la existencia del Estado como garante social. 

Esta categoría incluye todas las medidas provistas por el Estado como parte del acuerdo recíproco con el ciudadano, “derechos y obligaciones” para proteger la salud, el derecho al trabajo, los servicios esenciales, la Seguridad Social, la jubilación. Somos testigos (con cierta sensación de impotencia) del desmantelamiento gradual del Estado de bienestar. Y nuestra indignación continúa siendo bastante limitada, rayando en la indiferencia general de una comunidad que se encuentra cada vez más desconcertada y confusa, preocupada por sobrevivir y rescatar cuanto pueda salvar.

Los pasos que hayan de darse dependen de las razones por las que la sociedad es tan desigual y por qué la desigualdad ha aumentado particularmente en este siglo XXI. ¿Por qué precisamente ha habido un “vuelco de desigualdad” desde el inicio de este siglo XXI?: para comprender la desigualdad, necesitamos examinar todos los aspectos de nuestra sociedad; tanto los actuales como los que se desarrollaron en el pasado. 

El mundo ha cambiado en aspectos significativos, notablemente en la naturaleza del empleo y la relación entre riqueza (como fuente de ingreso) y capital (como fuente de control). De manera crucial, no podemos aceptar que la creciente desigualdad sea inevitable: Hay medidas que pueden tomar los gobiernos, las empresas, los sindicatos y la sociedad en su conjunto. 

El aumento del empleo formal y las políticas sociales fueron dos dimensiones clave en los buenos resultados que se obtuvieron entre 2004 y 2012 en el combate a la pobreza y la desigualdad en América Latina y el Caribe. 

Las garantías sociales que, hasta hace pocas décadas, eran la columna vertebral de la existencia individual han sido eliminadas paulatinamente, reducidas a la mínima expresión o vaciadas de sentido. Las nuevas modalidades del trabajo formal cuestionan la seguridad del empleo, debilitada por el outsourcing. Los recortes en el gasto público limitan servicios esenciales, que van desde el derecho a la educación hasta la atención a la salud, y cuya insuficiencia afecta calidad y calidez en la atención a los enfermos crónicos, los más débiles y los menos capacitados. 

Guardia de Honor a Asclepios ( Esculapio) dios de la Medicina castigado por Zeus y es muerto por un rayo! Izquierda a derecha. Dr. Francisco Olvera Martínez ex presidente de la Sociedad de Salud Pública en la Cd. de México; Dr. Romeo Adalid Martínez Cisneros Presidente de la Sociedad de Salud Pública de la Cd. de México; Dr. Héctor San Román A. (Conferencista invitado). Dr. Félix Martínez Alcalá ex Presidente de la Sociedad de Salud Pública; Dr. Francisco Alarcón; Dr José Luis Pereyra Ronquillo ex Presidente de la Sociedad de salud Pública

La ineptitud es una forma de dilapidar recursos impulsada en primerísima instancia desde el propio sistema político. El papel primordial del Estado es imponer el orden; si falla a la hora de cumplir con ese cometido, se convierte en un Estado fallido.   

Ahora que las instituciones del Estado han dejado de ser agentes competentes para la apertura de nuevas sendas transitables hacia el Estado de bienestar y para reparar nuevas y desgarradoras meteduras de pata, ¿qué fuerza -si es que hay alguna- será capaz de asumir el papel que ese agente del cambio social ha dejado vacante? La respuesta a esta pregunta está aún por verse y se está volviendo cada vez más controvertida. En el siglo XXI. ¿qué reemplazará al Estado-nación (suponiendo que algo lo reemplace) como modelo de gobierno democrático? No lo sabemos.    <Erick J. Hobsbawm>.

La necesidad de una teoría de la justicia se refiere a la disciplina de emplear la razón en un tema sobre el cual es muy difícil hablar. A veces se dice que la justicia no es en absoluto una cuestión de razón, sino de tener la sensibilidad apropiada y el olfato adecuado para detener la injusticia. Es fácil caer en la tentación de pensar así cuando nos enfrentamos, por ejemplo, a la pandemia del COVID-19, parece natural protestar en lugar de razonar de manera elaborada sobre la justicia y la injusticia. 

Y sin embargo, esa calamidad es cosa de injusticia tan sólo porque debió haber sido mejor manejada, y particularmente si quienes pudieron haber evitado tantas muertes han fallado. Los errores y la sangre nos colman de evidencias. De alguna manera, razonar no es más que pasar de la observación de una tragedia al diagnóstico de una injusticia.

Hace dos siglos pasar de los 40 años era algo infrecuente. Los que lo lograban eran considerados poco menos que seres bendecidos por los dioses. Pero, gracias a los avances médicos y sociales, la esperanza de vida aumentó a un ritmo considerable a finales del siglo XIX. Ahora, vivir hasta los 80 años es habitual. Y todo apunta que en poco tiempo llegar a los 100 será, bastante normal. Esta expectativa de una vida larga, compartida cada vez por más gente, es celebrada por la ciencia como un logro en la batalla de la humanidad contra la muerte. Ahora bien, ¿cómo vivir estos nuevos años?

Viviremos 100 años, pero ¿cómo?: La expectativa de una vida cada vez más larga transforma la vejez. El mundo académico investiga cómo emplearemos esos años y si nos podemos permitir ser más longevos, se estudian estas cuestiones tratando de vaticinar cómo será la vejez dentro de medio siglo y cómo frenar el incremento de las desigualdades y la soledad, dos males especialmente asociados a esta edad.

Los “adultos mayores” que abrieron brecha con la cultura del esfuerzo tienen sueños, esperanzas, necesidades materiales y espirituales y hay que satisfacerlas, de preferencia con autosuficiencia sin representar una carga para los hijos y tampoco para la sociedad.   

 A nivel mundial, <<entre 2015 y 2030 la población de 60 años y más pasará de 900 millones a más de 1.400 millones de personas>>. Un incremento del 64% en tan solo 15 años, siendo el grupo de edad que más crece. Eso supone, que el porcentaje de población de 60 años y más pasará del 12,3% de 2015 al 16,4% en 2030. Aunque la situación de las regiones es marcadamente distinta, Europa es y seguirá siendo el continente más envejecido del mundo, en nuestra región el proceso de envejecimiento se produce de manera más rápida, pasando de 70 millones de personas mayores a 119 millones en el mismo período, lo que supone un aumento del 59%. La población de América Latina y el Caribe es de alrededor de 652 millones de habitantes; el 25% de la población de la región tiene menos de 15 años y las personas mayores representan el 12% del total de la población. 

El informe de la OIT elaborado para la Conferencia Internacional del Trabajo señala que el reto de cuidar a una población de edad avanzada es un problema para los países en rápido desarrollo de África, Asia y América Latina en los que el envejecimiento de la población aumenta a ritmo cada vez mayor. Lo cual,significa que los recursos de estos países se van a ver sometidos a graves tensiones.

En algunos casos, incluso, la esperanza de vida media en los países emergentes es superior ahora a la de los países más ricos. En la actualidad, la mayoría de las personas de edad avanzada vive en los países de renta baja, sin cobertura de pensiones. En un plazo de cincuenta años, el 80% de los mayores vivirá en estos países. Una tarea central para avanzar hacia un desarrollo sostenible es la consolidación de Estados de bienestar. 

En México el problema se agudiza por el hecho de que un gran número de mexicano/as frente al desempleo, se refugia en la economía informal y su incorporación al régimen voluntario de seguridad social es escaso o nulo; “Ofrecer dinero a los adultos mayores en una pensión no contributiva tiene gran apoyo popular. La parte que suele no considerarse es ¿de dónde se deben tomar esos recursos?, sin deterioro del gasto público en rubros como salud y educación, esto requiere que el legislativo aborde adecuadamente las cuestiones relacionadas con el equilibrio financiero. Porque una vez firmado ese pacto fáustico no habrá marcha atrás. 

El costo no debe menospreciarse, porque mientras las pensiones contributivas alcanzarán un monto de casi un billón de pesos en 2022, las no contributivas estarán en 220,000 millones, un 22% de las otras, pero creciendo a un ritmo muy superior”, <Macario Schettino>. El pago a médicos en servicio social e incluso a internos y residentes, es inequitativo a lo que recibe como beca, jóvenes que supuestamente “construyen el futuro” y superior en un 15% al salario mínimo general que reciben millones de trabajadores que cotizan al IMSS y que al cabo de tres décadas recibe una pensión de carácter contributivo menor a quienes nunca cotizaron. Es importante reconocer en qué medida la población de edad avanzada contribuyó en su juventud al desarrollo de su país y a garantizar que puedan transitar el resto de sus vidas con dignidad. No imaginamos para cuantos hombres y mujeres llegar a la jubilación -salir de la actividad laboral- es, más que júbilo, un fatídico principio del fin.

En un contexto regional e internacional de bajo crecimiento, alta inflación y creciente desigualdad, la llave maestra para la igualdad, es la creación de empleo que requiere la articulación entre políticas debienestar social y desarrollo económico con lo productivo. Son fundamentales las políticas afirmativas, dirigidas a romper barreras de acceso para las personas y los grupos que experimentan diversos tipos de desigualdad, discriminación y exclusión, como las personas mayores.

El COVID-19 ha causado enormes daños en el tejido productivo de todos los países. Detrás de la drástica contracción económica de 2020 hay una tragedia en términos de empleo y de daños graves al tejido productivo y al capital humano, Si antes de la pandemia ya era evidente la necesidad de un cambio en las políticas de desarrollo productivo, la crisis sanitaria ha convertido el tema en una de las más altas prioridades de la política social y en un elemento central de estrategia nacional para reconstruir el Estado de bienestar.

“Creo que ya parece claro que, si queremos alcanzar no sólo el buen envejecer sino también el buen vivir, tenemos que activar en nuestra sociedad de <<senes>> ese potencial político y, para ello, nosotros mismos, como individuos y como sociedad. Galeno nos dice: no es viejo quien tiene muchos años, sino quien tiene mermadas sus facultades.  Hesíodo nos describe cómo los hombres vivían sin envejecer y, llegada su hora, quedaban felizmente vencidos por el sueño eterno. Defender ante uno mismo y ante los demás esta digna forma de envejecimiento es luchar contra la degradación y la pérdida tanto en el ámbito de la persona como en el de la sociedad en su conjunto, cosa que, me parece un empeño encomiable, al mismo tiempo ético y político.

Las generaciones de adultos mayores venideras tienen el papel de conquistar ese nuevo tiempo que la medicina ha ganado para ellos, una tierra incógnita. Porque, como decía el filósofo inglés Thomas Hobbes, hay algo peor que vivir una vida “solitaria, pobre, ruin, tosca y breve”: vivir una vida solitaria, pobre, ruin, tosca y… larga.

En cualquier caso, la imagen de las personas mayores tendrá que cambiar. “Se debe reconsiderar la manida visión de la senectud y, sobre todo, transformar cuanto antes una población forzosamente pasiva, dependiente y parasitaria del erario público”, que, atrapada como clientela electoral, legitima con su voto intereses de la oligarquía y, por supuesto, las mezquindades de quienes toman decisiones políticas, lo cual me parece humillante. 

Solo una advertencia, maquillar el tema del envejecimiento y la desigualdad no es una opción”. La quietud es cosa de los cementerios; y, sin embargo, es el sueño de quietud el que paradójicamente nos mantiene vivos y atareados. Mientras el sueño sigue sin hacerse realidad, contamos los días y los días cuentan: existe un propósito y hay un trabajo inacabado por hacer…uno nunca se percata de lo hecho; uno solo acierta a ver lo que queda por hacer…

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