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Amor a la labor periodística

Juan Arvizu: Ejemplo de Periodismo Crítico y Veraz

Por Martha Tagle Martínez, Diputada Federal

“Dejaré de trabajar cuando me muera”, dijo Juan Arvizu hace apenas unos meses al periódico El Universal en la única entrevista que otorgó en las más de cuatro décadas en las que se dedicó en cuerpo y alma a la labor periodística . Y así fue, no hubo otro momento que frenara su admirable entrega profesional. 

Quienes tuvimos el gran privilegio de conocer e interactuar con el señor Arvizu pudimos reconocer la valía de su trabajo, las aportaciones que esta ha tenido en varias y futuras generaciones; así como su perspicaz manera cubrir la nota desde diversas fuentes. Por ello, no nos queda más que reiterar nuestro agradecimiento –a manera de homenaje– por su compromiso con esta noble profesión y, sobre todo por hacer del periodismo una forma de vida.

A través de sus interesantes y puntuales crónicas políticas y parlamentarias, cualquier persona que se acercara a sus letras podía comprender los pequeños, pero trascendentales detalles que han enmarcado el quehacer público en nuestro país. Su mirada astuta nos permitió entrever el detrás de cámaras de los procesos y actores participantes de la toma de decisiones, así como los cambios que ha tenido el sistema político mexicano.

Sin embargo, no puedo hablar de su excepcionalidad profesional sin hacer hincapié en su calidad humana. En la entrevista que referí, Juan Arvizu también señaló que disfrutaba mucho su vida, aunque prácticamente todo el tiempo se lo dedicara al trabajo. Sin lugar a duda, esto se notaba. Más que un trabajo, podríamos decir que, para él, el periodismo era una vocación que compartía con alegría y amor con las personas –no pocas– con las que se relacionaba de manera cotidianas; entre ellas gran número de quienes pertenecen y han pertenecido a la política.

En este sentido, me sumo a las voces que han exhortado a la preservación y promoción del periodismo que le caracterizó, sobre todo al considerar que este permitirá prolongar el legado que, sin pensarlo, Arvizu construyó a lo largo de su vida; sobre todo pensando en las nuevas generaciones y en el contexto actual de nuestro país y del mundo, sobre todo donde está en juego el derecho a la vida, últimamente, en un entorno tan peligroso.

Lo anterior, considerando que el periodismo –en su sentido más amplio– es un servicio social, su razón de ser es acercar a la gente la información que de otra manera no podría tener. Información que le ayude a resolver un trámite, a enterarse de lo que los poderes en muchas ocasiones quieren ocultar, a conocer personas a través de los perfiles, a ver y entender las diferentes caras de un problema, a tumbar estereotipos, a conocer los diferentes contextos, sus derechos, a saber de las diferentes realidades. 

Es siempre, siempre, pensar en las demás personas. Y en eso radica también su aporte a la democracia, en que le habla (o eso debería ser) a las diferentes audiencias para construir paz, acuerdos, crear empatía, condoler a la gente para llamarla a la toma de conciencia y luego a la acción para cambiar las cosas. En otras palabras, es necesario continuar con el periodismo que hizo, de Juan Arvizu, un referente. Un periodismo crítico y veraz que permita reconciliar las posturas encontradas en el espectro ideológico.

Para concluir, me gustaría retomar lo que en cierta ocasión Ryszard Kapuściński dijo respecto a que ““las malas personas no pueden ser bueno periodistas”. Así, no queda más que recordar a Juan Arvizu como uno de los más importantes periodistas políticos en nuestro país y como un gran ser humano, en nuestras manos estará continuar y preservar la forma en que revolucionó el periodismo y las tareas que de este emanan.

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