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Sin la UNAM, no hay avance, hay que defenderla siempre: Monreal

Soy senador temporal, maestro permanente

En octubre pasado, en su acostumbrada conferencia matutina, el presidente López Obrador arremetió contra la Universidad Nacional Autónoma de México. Sus críticas, durante los tres días consecutivos que duró el embate desde Palacio Nacional, se hicieron más ácidas e injustificadas. 

Como era de esperarse, no faltaron las voces que se hicieron escuchar desde el primer día en que la casa que ha formado grandes hombres fue literalmente atacada. Extrañó sin duda que de quien veían los señalamientos también haya sido un egresado de sus aulas.

Los comentarios parecían un intento vano para que se diera una detracción de su autonomía. Pobre Universidad, tachada de haberse derechizado y de engendrar conservadores: “Dije que se había derechizado la UNAM, estoy absolutamente seguro que eso fue lo que sucedió en todo el proyecto neoliberal. Se llenaron las facultades de ciencias sociales de conservadores”, soltó el presidente de nuestro país, cuando debía fortalecerla. Ese neoliberalismo tan enemigo suyo.

En México tenemos claramente instituciones sólidas, gubernamentales o no, en que los ciudadanos tenemos confianza y a las que les tenemos amor. Ni siquiera es necesario ser general, subteniente o cabo raso; tampoco estudiante, licenciado, doctorado, catedrático o investigador para reconocer su labor y enaltecer su ejercicio.

Podría decirse, por supuesto, que todo en esta vida, personal, institucional y gubernamental, es perfectible. Por supuesto. Sin embargo, atacar una institución autónoma despertó los demonios y picó el orgullo de muchos, desde los muy brillantes que estuvieron y salieron de ella, los que permanecen en ella como maestros, catedráticos o investigadores e inclusive hasta los que ni siquiera han pisado sus aulas.

Una voz que se escuchó fuerte, pero sin estridencias, desde ese momento y hasta estos días, es la de Ricardo Monreal, el senador líder de la bancada de Morena y presidente de la Junta de Coordinación Política, quien hace el trabajo fino, legislativamente hablando, del presidente Andrés Manuel López Obrador. Su mejor operador en el Congreso que ha llevado la bandera de la agenda del Ejecutivo sin estrecheces ni dudas. Su aliado pero no subordinado compañero de partido y gobierno.

Ahí tienen las leyes impensables como la de Revocación de Mandato y Juicio Político, que llevó al éxito por unanimidad gracias a su legítimo discurso y a su capacidad de empalmes de alta tensión. Y la que trabajará incansablemente que será emblema sexenal y “la reina de las discusiones”: la reforma eléctrica.

Ricardo Monreal, este líder de bancada, de partido y de Congreso, sin confrontarse un ápice con el presidente a quien admira profundamente y ejerciendo su libertad de expresión, dando muestra del punto fino de su gran inteligencia, salió en defensa de su alma mater.

En la ensalada que son sus encuentros con medios de comunicación en el Senado de la República cuando hay sesiones en que los curiosos reporteros quieren saber su postura sobre diversos temas, el legislador se refirió a las expresiones del titular del Ejecutivo federal en torno a la Universidad Nacional Autónoma de México. Dijo sin temor y plenamente seguro y consciente de que él siempre se pondrá del lado de la máxima casa de estudios, “porque es una institución universal, plural y humanista”.

“Aunque debe de haber excepciones, como dice el Presidente, pero en términos generales yo conozco maestros y catedráticos excepcionales, he tenido alumnas y alumnos brillantes con alto sentido social”, dijo Monreal.

En este sentido, ratificó una vez más que respeta y respetará las expresiones del Presidente sobre esta institución educativa, y “nunca voy a confrontarme con él”, aunque no coincida en su punto de vista.

Ha recordado en distintos escenarios, porque el tema no ha dejado de estar en el radar de nadie, que es académico de esta institución desde hace varios años, en la que imparte una maestría en la División de Estudios de Posgrado y “obviamente cuando termine el Senado, seguiré siendo maestro”. Hasta el último día de su vida, añadió hace un par de días.

Monreal Ávila se ha sentido orgulloso todos los días de ser egresado de sus aulas, las que ha pisado desde los ochenta, pero no solamente por la instrucción académica que de ella abrevó, sino de ser formador en sus alumnos.

Siempre maestro, a donde vaya y lo que diga, siempre está instruyendo, dando sus luces que son muchas y de diversa índole. 

No obstante, ha dicho como contrapeso y sugerencia: todas las instituciones son perfectibles, no hay que mantenerlas intocadas, “si están mal, también hay que revisar su funcionamiento”.

En días recientes, no más allá del lunes, el maestro incansable, presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado, estuvo físicamente en el campus de la Universidad Nacional Autónoma de México. 

Agradeció tomar aire, un poco más puro en el muy sur de Ciudad de México, congratulándose que ya comienza a vivirse esta etapa de nueva normalidad que permite salir poco a poco del encierro para organizar encuentros, cada vez más despejados y prolongados.

Durante su estadía en la UNAM y viendo sus alrededores, como queriendo llenarse los ojos de las construcciones de la mejor casa de estudios de post grado de América Latina, recordando grandes momentos y cruentos enconos de las que ha sido testigo su escuela, comentó: “Esta Universidad es extraordinaria. De manera personal, yo tengo un gran deber moral con ella. Aquí realicé estudios de especialidad, Maestría y Doctorado. Si no hubiera existido esta Universidad, no hubiera sido Doctor en Derecho, tan sencillo como eso y, por eso tengo ya varios años impartiendo clases en la División de Estudios de Postgrado”.

Y sin duda, la mayoría de los mexicanos con diversa instrucción académica o sin ella, los que estuvieron o quisieron estar, coinciden con que la UNAM ha sido cuna académica, en distintos grados, de grandes hombres intachables, honestos y brillantes, como el mismo senador.

E hizo nuevamente un llamado: es un deber ineludible de todos quienes han pasado y están en ella “defender la Universidad pública. En todo lugar, frente a toda institución. No debe haber recato”. 

Agrego: “Me permito siempre defender a la UNAM donde quiera que esté, porque aquí voy a seguir dando clases toda mi vida, hasta el último día”.

Cabe mencionar que Monreal Ávila no ha dejado de dar sus clases, aunque sea vía zoom obligado por las medidas sanitarias. Últimamente, en la sede del Senado de la República, cuando su agenda le permite, ha recibido a sus alumnos para instruirlos de manera presencial. 

Ha formado muchas generaciones de jóvenes en la ciencia del Derecho. Indudablemente serán unos tanques, como se dice.  Pero al instructor le urge regresar a las aulas en ese verde campus… “extrañamos nuestras aulas y nuestros alumnos”.

Ahora, después de lo que se narra, ustedes podrían pensar en que el legislador y sus alumnos no estuvieron a la altura para oponerse al avance del neoliberalismo, ideología al que fueron sometidos.

Viene a la mente un fragmento del discurso de Justo Sierra, ofrecido en 1893, como retrato que la mejor Universidad ha sufrido desde sus años de creación y que de otra manera avala la defensa del senador Monreal: “El espectáculo que presenta el fin de este siglo es indeciblemente trágico. Bajo la apariencia espléndida se encuentra tan profunda pena que pudiera decirse que la civilización humana ha hecho bancarrota, que la maravillosa máquina preparada con tantos años de labor y lágrimas, y de sacrificios, si ha podido producir el progreso pero no ha podido producir la felicidad”… de muchos.

A Ricardo Monreal sin duda lo ha hecho feliz, a este escribidor, al arquitecto, al médico, al periodista, o a quien sea que haya pasado por sus salones y parajes. Aplauso para su defensa, sin miedo y sin culpa, de este “senador temporal pero maestro permanente”. 

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