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“Preferiste la traición y la complicidad con la muerte”: Sicilia a López Obrador

Séptima carta abierta a López Obrador

¡TE LO DIJIMOS!

Hace mucho que no te escribo. La última vez que lo hice fue en marzo de 2022, hace casi dos años. Volver a hacerlo era inútil. Me di cuenta de que, como el cantinero de La caída de Camus, sólo “conoces el silencio de los bosques primitivos” y el enfado frente a cualquier “lengua civilizada”; una especie de “Cromañón extraviado en la torre de Babel” que “sigue su camino sin que nada le estorbe”.

Si lo hago de nuevo ahora es únicamente para decirte, en nombre de las víctimas, las palabras, nada gratas, que los mexicanos solemos decir cuando algo ya no tiene remedio: “Te lo dijimos”.

Lo hago también para hacer memoria y, a través de ella, advertirles a las candidatas a la presidencia que, de no atender seria y de manera prioritaria la tragedia humanitaria que vivimos, perderemos el país por completo: la democracia es una entelequia bajo condiciones de inseguridad, sufrimiento y violencia extremas y con un Estado capturado hace mucho por el crimen organizado.

Eso mismo te dijimos cuando, en marzo de 2018, te reuniste conmigo y Jacobo Dayán en las oficinas de Alfonso Romo y te propusimos y te explicamos la necesidad de crear una política de Estado basada en la Justicia Transicional para enfrentar la tragedia (recientemente la revista Conspiratio -conspiratio.mx-, dedicó su número a ella, como una botella lanzada al mar).

Recuerdo que nos dijiste:

“yo sé que hay que hacer para sacar adelante este país, pero sobre este asunto, no sé nada. ¡Ayúdenme!” “Por supuesto, Andrés, -respondí-, pero primero gana la presidencia y nosotros te ponemos a un grupo de expertos para desarrollarla.”

El 8 de mayo de ese mismo año, en la reunión pública que las víctimas tuvimos contigo y con los candidatos de entonces en el museo Memoria y Tolerancia, reiteraste que la llevarías a cabo.

El 14 de septiembre, ya como candidato electo, refrendaste el compromiso en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco.

Probablemente la indignidad de tu memoria dirá que mentimos. Pero todo está en YouTube. Ese mismo día, instruiste a quienes serían tu secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, y tu subsecretario de Derechos Humanos de esa institución, Alejandro Encinas, a que trabajaran con nosotros.

El 21 de noviembre, Jacobo Dayán reunió a un conjunto de expertos en la materia y de víctimas para trabajar la propuesta con Encinas y su equipo. Los documentos, que tienes y quién sabe en qué lugar del desorden de tu cabeza y tu escritorio enterraste, se encuentran en cmdpdh.org/2022/12/16/ propuesta-ciudadana-para-la-construcción-de-una-politica-sobre-verdad-justicia-y-reparacion-a-las-victima-de-la-violencia-y-de-las-violaciones-a-derechos-humanos

Al final, como ya es costumbre en ti, mentiste y traicionaste: esa política nunca estuvo en los 100 puntos del programa de gobierno que leíste en la plaza de la Constitución el 1 de diciembre.

La redujiste a una comisión de la Verdad para Ayotzinapa, coordinada, contra todo sentido de la Justicia Transicional, por Encinas, lo que ha redundado en el fracaso.

Para colmo, no solo te pusiste a abrazar a los criminales, sino que llevaste el sueño de Calderón y Peña Nieto a un extremo insólito: entregaste a las fuerzas armadas, el control de muchas instituciones civiles y buscas a toda costa desmantelar las instituciones que las víctimas creamos con nuestra propia sangre.

Si no eres un dictador, tu megalomanía se asemeja bastante a la de ellos.

Del 23 al 26 de enero de 2020, a raíz de la masacre de la familia LeBarón, cuando tu desprecio por las víctimas había cobrado ya 53 mil personas asesinadas y más de cinco mil desaparecidas, marchamos de Cuernavaca a Palacio Nacional llevando con nosotros los documentos traicionados.

Buscábamos una explicación y un diálogo abierto. Tu respuesta fue el desprecio –“me dan flojera”, “son un show”; “no voy a manchar la investidura”, etc.–, y, al llegar a la plancha del zócalo, había un grupo de choque, cuyos insultos eran de una indignidad repugnante. Tu entonces subsecretario de Gobierno, de cuyo nombre no quiero acordarme, tuiteó: “A chillidos de marrano, oídos de carnicero”.

Nunca sabremos el motivo de tu traición y desprecio.

Lo cierto es que al final de tu sexenio, fracasado y, como tus antecesores y la mayoría de los criminales en México, terminarás impune.

Llevas contigo no solo las más de 170.000 víctimas que hasta el momento ha cobrado tu sexenio; Sino también las más de 300.000 que cobraron los gobiernos de Fox, Calderón y Peña.

También las de la guerra sucia que, junto con Ayotzinapa, nunca resolviste. Las atrocidades son deudas de Estado que se heredan. Dejas, con ello, un país más destruido y más capturado por el crimen organizado, la degradación moral, el odio, la impunidad, la inseguridad y la normalización del infierno. Eres la continuación de lo que decías despreciar y en realidad amabas.

¿Terminará contigo? Lo dudo, por desgracia. Tú –la voz de un partido bovino y plagado de arribistas, chapulines y corruptos– y la oposición –plagada de lo mismo– son iguales.

Como tú, en la época en que gobernaron, intentaron ocultar, maquillar y relativizar la tragedia. Como tú, usaron y usan a las víctimas a conveniencia.

México no necesita una transformación. La tuya hizo más hondo el horror y el fracaso del Estado. Tampoco el regreso, como pretende la oposición, a un Estado de derecho que sólo existe en su imaginación. Necesita –se lo dijimos a Calderón y a los partidos en 2011– una refundación.

Para lograrlo, sería necesario aceptar que México y sus instituciones están capturados por el crimen organizado y dañados moral y políticamente de manera grave, que no hay, por lo mismo, el suficiente Estado para descapturarlas y sanarlas, y que la única alternativa –larga y dolorosa, pero con rumbo– es una política de Estado basada en la Justicia Transicional.

¿Quién, para usar el lenguaje de una de las candidatas, tendrá “los huevos” o los “ovarios” para llevarla a cabo y enfrentar al país con la horrible verdad que no nos hemos atrevido a mirar directamente, y con la inmensa justicia que nos debemos? Tú no los tuviste. Preferiste la traición y la complicidad con la muerte. Tampoco, parece, los tiene la clase política que pretende sucederte. El centro de gravedad se perdió hace mucho y lo único que parece aguardarnos son colas de personas que ilusoria y bovinamente irán, una vez más, a las urnas a convalidar a los nuevos administradores del infierno, en medio de la indefensión y de una violencia ascendente.

Adiós, Andrés. Que te vaya bien en un mundo de rehenes y condenados, si eso es posible, y que tus sueños, junto con los de la clase política, estén plagados de sus gritos.

Espero no tener que volver a escribirte. Los mesías, los traidores, los mentirosos y los ilusos me repugnan.

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