México se opone a la involución política
Por Alfredo Gutiérrez Kirchner
En días pasados mi dilecto amigo Mauro Jiménez Lazcano, Director de Macro, me invitaba a echar mi “cuarto a espadas” sobre la pretendida reforma petrolera de mi país (A principios del siglo XIX, ambulaban por los pueblos de España los maestros de armas dando lecciones públicas de esgrima y del manejo de la espada. Se instalaban en la plaza pública. Todo aquel que quisiera tomar una lección o adiestrarse en el manejo de la espada enfrentándose al maestro, tenía que echar primero una moneda de cuarto en la bandeja que el maestro de esgrima había colocado a su lado. De ahí la expresión echar su cuarto a espadas para indicar que alguien quiere intervenir en un debate) En mérito a esa confianza, a la emoción de haber votado por el NO en la consulta ciudadana y popular sobre la materia y con el debido respeto al cargo que ocupé, de 1982 a 1988, como Representante de PEMEX en Nueva York (y en Washington) echo mi cuarto a espadas en Macro y expongo mi voto razonado.
Advierto que vengo de una tradición de abrevar en las instituciones públicas del país, hasta que escuche a un alto funcionario del PRI, decir que para el gobierno que se iniciaría en diciembre de 1988 no habría solución de continuidad entre el mercado nacional y el externo. Entonces vote por Cuauhtémoc Cárdenas y seguí de cerca su carrera, siempre sobria, nacionalista y patriótica.
A mi juicio los primeros signos del neoliberalismo se dieron después del sismo de septiembre de 1985, cuando el gobierno se paralizó y entre otras cosas abandonó de plano la restauración de la ciudad central, cuna de nuestra identidad y cultura, cuyo ejemplo mas vivo fue la indiferencia ante la destrucción de la Avenida Juárez, que permaneció así, como territorio bombardeado, durante trece años, hasta que llegó el Ing. Cárdenas al frente del primer gobierno democrático del DF y afortunadamente me tocó acompañarlo, como Director del Fideicomiso Alameda y coordinar el esfuerzo urbano que hoy nos llena de orgullo.
Siempre pensé, sin embargo, que el bastión nacionalista, contra el que no se atrevería gobierno alguno a esgrimir el trillado argumento de la mano invisible de Adam Smith, sería El Petróleo. Tema mítico de la política mexicana frente a los imperios extranjeros, que elevó al Presidente más importante del Siglo XX, el General Lázaro Cárdenas, a rango heroico y al gobernador más trascendente del Estado de Veracruz, el General Heriberto Jara a ser predecesor de la gesta, ambos revolucionarios distinguidísimos.
Pero he aquí que la desesperación por obtener nuevas inversiones es de tal magnitud, o la ortodoxia neoliberal tan acendrada, o una combinación de ambas debilidades, que hoy se intenta lo inconcebible. Sin reformar el artículo 27 constitucional y por medio de cambios en leyes secundarias, quiere un grupo, abrir el sector petrolero a inversiones de riesgo del exterior ¿Se olvidan o nunca se aprendió, que las compañías petroleras ya estuvieron en México y que su gestión fue un fracaso?
De que otra manera debe calificarse la negativa de las trasnacionales a pagar impuestos al Estado de Veracruz en 1925, o a no pagar prestaciones laborales, pese a una sentencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, confirmando un laudo del trabajo, en 1938. En cualquier país del mundo la soberanía requiere que los impuestos del estado nacional y los salarios de los trabajadores locales no queden al capricho de los inversionistas extranjeros o de tribunales externos. Sobre todo que se acate la concreción de la norma por la máxima Corte nacional.
Claro que si la filosofía de que se parte, es que no exista solución de continuidad entre el mercado nacional y el externo, y nos rijan paneles internacionales, hemos abandonado al estado nacional, con los conceptos paralelos de identidad y de cultura propia. Nada menos que eso, es lo que se debate hoy en el caso de México, a través del petróleo. Por ello para quienes queremos seguir teniendo nación, la alternativa es evidente. NO queremos la inversión extranjera de riesgo y beneficio en el petróleo.
Ahora bien no hay duda en que la forma en que la nación, a través del gobierno y de PEMEX, ha administrado los recursos petroleros puede mejorar considerablemente y eso es precisamente lo que debe intentarse una y mil veces antes de abrir el sector al extranjero, para inversiones en que se compartan beneficios y riesgos. Es difícil lograr corregir el manejo petrolero internamente, pero también lo son las operaciones de cerebro o de corazón y los cirujanos en ciertos casos las deben intentar. Ya lo dijo Juárez, lo que los mexicanos no estemos dispuestos a hacer por nosotros mismos, no debemos esperar que otros lo hagan por nosotros.
Propuestas concretas y técnicas, se han ofrecido en todos los foros, Senado, UNAM, UAM, etcétera y por voceros tan calificados como los ingenieros petroleros que han participado, y los también ingenieros y ex funcionarios, Javier Jiménez Espriu y Cuauhtémoc Cárdenas, entre otros. Curiosamente, el que no ha ofrecido razones técnicas de peso para abrir el sector es el propio grupo en el gobierno. No parece, por ejemplo, que hayan pensado que si en 1925 por ligeros impuestos prediales las trasnacionales derrocaron del gobierno de Veracruz al General Jara, que harían, en tratándose de la actual carga fiscal federal sobre el petróleo.
En mi trayectoria con PEMEX me tocó explicar muchas veces nuestra postura petrolera, tanto a personeros de las compañías trasnacionales como a miembros de la Cámara de Representantes y Senadores en Washington, empleando las cartas que el Embajador Josephus Daniels intercambió con su Presidente Franklin Roosevelt, durante esos difíciles días. Están publicadas y recomiendo su lectura para quien deseé saber como aceptó el gobierno de Washington la medida. Ello no fue óbice, ni siquiera por inmunidad diplomática, para que al Embajador De la Colina le embargaran las maquinas de escribir del Consulado General en Nueva York, pero todo valió la pena.
Democracia participativa, en complemento de la representativa, eso es lo que resulta necesario en los días actuales, en que se duda de que la abrumadora mayoría prefiere pagar la tecnología que no se tenga, desarrollar la nuestra en las universidades nacionales y en el Instituto Mexicano del Petróleo, pero no compartir las reservas o la renta petrolera con el extranjero, porque ello implicaría volver a los aciagos días que vivieron los Generales Jara y Cárdenas, hasta que este último, encabezando el sentir de su pueblo, nos liberó del yugo.
Al contestar las dos, imperfectas, preguntas con el NO, dijimos también no a cualquier intento de forzar a México a la involución política. Después de todo, las citadas compañías extranjeras ya tuvieron su oportunidad con el petróleo en México y fracasaron. No hay regreso. El compromiso con México es el triunfo de PEMEX, promoviendo y comprando su tecnología, pero sin inversión directa que sólo podría ser foránea.