Por Miguel Tirado Rasso
mitirasso@yahoo.com.mx
“La alianza con el PRI fue muy cara. Nos dieron muy poco”. Habría de declarar el líder panista, Marko Cortés, ante el Comisión Permanente de su partido en los preparativos para la renovación interna de la dirigencia del PAN, tras el tsunami morenista que arrasara, por segunda ocasión, a una endeble oposición.
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Y vaya que, internamente, siempre hubo resistencia de la ortodoxia panista para participar en alianza electoral con el partido que, históricamente, había sido su enemigo político. La fuerza política a la que siempre disputó el poder, pero que las circunstancias, por fallas en la conducción del partido, mediocridad de sus dirigencias y alejamiento de sus bases, obligaron a unirse y sumar supuestas “fuerzas”. Más bien, sus restos, porque, aquéllas, ya estaban muy menguadas, según se vio.
Para Acción Nacional, el diagnóstico del resultado de la elección del pasado 2 de junio es similar al de sus aliados, PRI y PRD, lamentable. Sin llegar al grado de crisis de sus coaligados, en este partido también se encendieron las luces de alerta ante el derrumbe en su posicionamiento político.
Tras haber ocupado, en dos ocasiones, la Presidencia de la República (2000 a 2012), el partido azul obtuvo, en la pasada elección, alrededor de 900 mil sufragios menos que los recibidos en la elección federal de 2018. Perdió votos en 26 entidades. Su presencia en el Congreso disminuyó. Mientras que al inicio de la Legislatura LXIV (2018), contaba con 81 diputados y 23 senadores, para la Legislatura LXVI, que iniciará el próximo primero de septiembre, el blanquiazul tendrá 72 curules en la cámara de diputados y 22 escaños, en la de senadores. Con estas bancadas, Acción Nacional pasa a ser la tercera fuerza política en la Cámara Baja, después de Morena y el PVEM y la segunda en el Senado, muy lejos de Morena.
Al inicio del gobierno de la 4T, este partido gobernaba en 12 estados de la República. A la fecha, el PAN conserva 4 bajo sus colores (Aguascalientes, Chihuahua, Guanajuato y Querétaro) más uno en coalición con el PRI, Durango. En los 5 años de gestión del actual dirigente panista, Marko Cortés, este partido perdió siete gubernaturas. Ahora el PAN se prepara para una muy necesaria renovación de su dirigencia, que deberá incluir una revisión profunda de su actuación y de sus estrategias para reconectar con quienes lo siguen viendo como una oposición consistente y posible opción de gobierno.
El partido Movimiento Ciudadano (MC) decidió participar de manera independiente en la pasada elección, siguiendo su estrategia de mantenerse aparte y diferenciado del llamado bloque opositor, PAN, PRI y PRD. A lo largo del gobierno de la 4T, su dirigencia optó por una conducción errática: con un discurso de oposición que no siempre refrendó en su actuación política. Dichos y hechos, no siempre fueron coincidentes.
Su fundador y dueño del partido, Dante Delgado, encontró la fórmula para hacer valer los votos de su organización, aún y cuando no representaran más del 10 por ciento del padrón electoral. Su renuencia a participar electoralmente con la alianza opositora, dificultó la lucha política contra Morena y socios, despejando el terreno para los triunfos del oficialismo. A la fecha, no queda claro que tan lejos está MC del gobierno de la 4T. Seguramente, muy pronto lo sabremos, cuando inicien los trabajos legislativos del Congreso Federal y se requieran los votos de algunos “opositores” para adecuar la Constitución a modo del segundo piso de la 4T.
MC obtuvo un importante aumento en los votos obtenidos en la pasada elección. De un millón, logrados en 2018 ahora recibió poco más de 6 millones de sufragios, más que los que recibió el PRI. Por lo pronto, parece haber retenido la gubernatura de Jalisco, aunque Morena la está peleando, mismo caso de la alcaldía de Monterrey. Con los votos obtenidos, MC tendrá una bancada de 23 diputados y 4 senadores. En 2018, cuando contendió en alianza con el PAN y el PRD, este partido logró 27 diputados y siete senadores. Aunque, en aquella ocasión, no alcanzó ni el 2 por ciento de la votación.
Finalmente, el PRD continuó en su electoral caída libre. Su dirigente, Jesús Zambrano, no estuvo a la altura de las circunstancias y no pudo rescatarlo. El que fuera una esperanza de la izquierda, cuando se constituyó, ahora no logró los votos necesarios para conservar su registro, y el dictamen de la autoridad fue de cancelación. 1.86 por ciento fueron los sufragios a su favor. Requería un mínimo de 3 por ciento para conservar su registro nacional. No obstante, se mantendrá como partido local en 12 entidades, incluida la CDMX, en donde tendrá legisladores y encabezará municipios.
A nivel federal, tres perredistas se incorporarán al Congreso, aunque sin partido ni integrando grupos parlamentarios. Una diputada por la CDMX y una senadora por Michoacán, además de un senador por este mismo estado. Hace seis años, este partido contaba con 21 diputados y 8 senadores, cuando participó en alianza con Acción Nacional y MC.
Triste final para un partido víctima de deserciones, pugnas internas y desorientación política de algunos dirigentes que se sirvieron del partido hasta su destrucción.