Política

La indeseabilidad de nuevos partidos políticos

La generosidad de la legislación electoral, abre la posibilidad para que nuestro escenario político se vea enriquecido, de tiempo en tiempo, con el registro de nuevos partidos, lo que, supuestamente, fortalece nuestra vida democrática. El silogismo es, a mayor número de partidos políticos activos, mejor y más amplia la representatividad política de los diversos sectores que conforman la población nacional. En lo personal, más que un razonamiento lógico, lo veo como un sofisma, sobre todo atendiendo a nuestra experiencia histórica. Y sobran los ejemplos.

El Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (COFIPE), establece que en el mes de enero del año siguiente a la elección presidencial, las organizaciones que aspiren a constituir un nuevo partido político lo notifiquen al Instituto Federal Electoral (IFE), y cumplan con ciertos requisitos para obtener su registro, entre los que se cuentan la celebración de una asamblea estatal, con la participación de 3 mil personas afiliadas, en por lo menos 20 entidades del país, o bien, la realización de asambleas, en un mínimo de 200 distritos electorales uninominales, con 300 afiliados por distrito.

La ley es más que obsequiosa con quienes desean constituir nuevas organizaciones políticas, pues sobre un padrón electoral de poco más de 84 millones de ciudadanos, sólo exige una asistencia de 60 mil afiliados a sus asambleas, a nivel nacional, además de acreditar una militancia mínima del 0.26 por ciento sobre el padrón electoral de la última elección federal. Esto es, alrededor de 220 mil ciudadanos.

El secreto está en que, si bien el número total de afiliados requerido es reducido, exigir un mínimo de participantes en varias entidades, plantea una circunstancia no tan fácil de cumplir, obligando a los interesados a acreditar una cierta representatividad en la mayor parte del país y evitar así, los casos de organizaciones de influencia limitada a una región.

De acuerdo con información del IFE, del 7 al 31 de enero pasado, 50 agrupaciones le notificaron su intención de convertirse en partidos políticos. Un número considerable que, para fortuna de nuestro sistema político electoral, seguramente, quedará reducido a dos o tres con posibilidades reales, pues la mayoría tendrá dificultad para cumplir con los requisitos de ley. Y es que abundan quienes sólo ven en esto una oportunidad para medrar con los recursos públicos.

Un ejemplo de esto lo fue el tristemente célebre Partido de la Sociedad Nacionalista (PSN), que logró su registro sin más mérito que la audacia de su promotor. Este partido familiar, de efímera existencia (1998-2003), fue utilizado como instrumento para hacer negocios y para que su fundador, Gustavo Riojas, su esposa y su hermana ingresaran al Congreso como diputados, en la elección federal de 2000. Al final, el PSN desapareció dejando varios pendientes: la rendición de cuentas del destino de los recursos recibidos como prerrogativas, ¡cerca de 450 millones de pesos!; el pago de una multa de 100 millones, por malversación de fondos, y la ejecución de una orden de aprehensión en contra de su fundador.

Pero volviendo al tema de las solicitudes de registro de nuevos partidos políticos. Entre las agrupaciones interesadas está la de Andrés Manuel López Obrador, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) que, por cierto, en su fase inicial sufrió tropiezos al no poder reunir en dos estados, Hidalgo y Zacatecas, el mínimo de afiliados requeridos por la ley.

Estas fallas no significan, sin embargo, que el ex Jefe de Gobierno del D. F. vaya a fracasar en su propósito de obtener su registro, aunque si constituye una llamada de atención para sus operadores políticos a no confiarse, pues su posicionamiento ya no es el mismo de hace unos años, por lo que ahora deberán esforzarse más para sumar militancia.

Otro aspirante es el Partido de la Concertación Mexicana, que promueve el ex presidente del PAN, Manuel Espino, quien fuera expulsado de ese partido por serias e irreconciliables diferencias con el entonces Presidente Felipe Calderón. Este personaje conformó un extraño coctel ideológico con los ex perredistas Víctor Hugo Círigo, René Arce y Ramón Sosamontes del Movimiento Izquierda Alternativa.

De acuerdo a declaraciones de Manuel Espino, esta organización cuenta con un millón de adherentes, y con representación en 270 de los 300 distritos electorales del país, aunque  recientes noticias indican que esta alianza, de derecha con la izquierda, podría estarse fracturando, lo que pondría en riesgo el futuro de este proyecto político, pese al optimismo de su fundador.

En la larga lista de aspirantes, aparecen viejas organizaciones ya conocidas. Partidos como el Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM) y el Socialista de México (PST). El primero existió de 1954 a 2000 y fue fundado por un grupo de veteranos de la revolución mexicana encabezados por los generales Jacinto B Treviño y Juan Barragán, en tiempos y con el apoyo del Presidente Adolfo Ruiz Cortines.

Este partido perdió su registro en 1994, lo recuperó en 1999 para perderlo de nueva cuenta en 2000, al no alcanzar el mínimo de votación requerido por la ley. Habrá que ser muy aventurado para apostar, en esta ocasión, a favor de un nuevo retorno del PARM a la vida política institucional.

El Socialista de México, tiene su antecedente en el Partido Socialista de los Trabajadores, fundado por Rafael Aguilar Talamantes, el mismo personaje que ahora lo quiere resucitar. Esta organización obtuvo su registro en1979. Ocho años después, en 1987, cambiaría su nombre por el de Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional, perdiendo su registro en 1994. La historia no recuerda grandes aportaciones de este partido a la vida política nacional. Por el contrario, en los 90, su fundador, enfrentó denuncias por invadir predios y conjuntos habitacionales. Así que no habría mucho que lamentar en caso de que, su nuevo intento, resultara infructuoso.

Mi comentario tal vez suene muy pesimista, pero dados los antecedentes, pienso que nuestros problemas políticos no se resolverán con más partidos y que, con los existentes, tenemos más que suficiente. Los nuevos partidos, salvo alguna excepción, han tenido una vida efímera, y lejos de aportar, se han caracterizado por aprovechar las prerrogativas y desaparecer, con más pena que gloria. Un buen negocio a costa del erario, y nada más.

Octubre 16 de 2013.

Por Miguel Tirado Rasso

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