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“La fórmula para encontrar la reconciliación debe surgir de la ley, la justicia y el cambio, en la educación superior reside parte de la solución”, dice el Rector de la UNAM

Buenos días. Señor Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, licenciado Enrique Peña Nieto. Señores Secretarios.

Señoras, señores Rectores.

Directores y titulares de nuestras instituciones de Educación Superior.

Muy distinguidos asistentes.

Quiero, en primer término, externar al señor Presidente nuestro agradecimiento por su rápida respuesta frente a la petición de programar, de nueva cuenta, la reunión que se pospuso cuando en noviembre pasado nuestro Secretario General, renunció para hacerse cargo de la Dirección del Instituto Politécnico Nacional.

Inicio esta intervención con un señalamiento que es compartido por los Rectores que estamos aquí presentes.

Para las personas y las colectividades, la educación es un bien libertario al que entendemos como requisito indispensable para alcanzar el desarrollo humano al que se aspira, para conseguir la consolidación de la democracia que merece nuestra Patria, y para contar con la gobernanza que permita avanzar a México en paz y con unidad.

Entre los organismos especializados en educación, en particular la UNESCO, al igual que en las numerosas reuniones nacionales e internacionales de Rectores, se comparte la certeza de que el impulso a la Educación Superior de Calidad, que en todo tiempo ha sido importante, en la actualidad, dentro de la sociedad y la economía del conocimiento, se ha convertido en un asunto imprescindible.

Estamos seguros que la educación fortalece la condición humana y en consecuencia, la dignidad de las personas, a ella la entendemos como el pasaporte para viajar al porvenir y como un requisito para ejercer a plenitud el derecho a la ilusión.

Es cierto; la educación no es el viaje al progreso, pero sí el puente que permite hacer la travesía y arribar a ese destino.

En nuestro caso, sin educación de calidad es difícil anticipar un porvenir como el que merecen los mexicanos.

También es verdad, que educar cuesta y a veces mucho, en especial, cuando se hace como se debe, con calidad.

Sin embargo, no hacerlo o hacerlo mal, es mucho más gravoso. Cuando se educa se está optando por una de las mejores inversiones. Cuando se rehúye a esta determinación se hipoteca el futuro y se coloca a una sociedad en la antesala del fracaso. Al no hacerlo se suscribe un pagaré imposible de liquidar, incluso, al paso de muchos años.

En nuestra agrupación hemos entendido que el conjunto integrado por educación, ciencia, tecnología e innovación, es parte de la clave para aumentar la productividad, para generar crecimiento económico y estar en posibilidad de mejorar la distribución de la riqueza, y aspirar así a una mayor y más firme justicia social.

Qué trabajo nos cuesta en el país hacer una valoración objetiva de nuestra propia situación. Pasamos con frecuencia del blanco al negro sin valorar las tonalidades.

En algunas ocasiones prevalece el discurso triunfalista, y en otras, nos flagelamos, y envolvemos en uno deprimente. La verdad es que la realidad de México no es así.

El campo de la educación superior no es ajeno a esta condición. Por ello, hay que reconocer que es mucho lo que se ha avanzado. Aunque, también, es cierto que falta mucho por hacer.

La inversión que en este sentido se realice para aumentar la cobertura y mejorar la calidad será retribuida con más conocimiento, con mejores profesionales, con mayor ciudadanía, con más justicia y, sin duda alguna, con menores índices de violencia e inseguridad.

Una inversión de esta naturaleza será recompensada, se puede asegurar con un futuro mejor para nuestra sociedad.

Para entender la paradoja, conviene aceptar que en la búsqueda del progreso y el desarrollo humano es indispensable avanzar. Pero, también, que se requiere hacerlo, por lo menos, al ritmo de los demás, e idealmente más rápido que todos ellos.

En este sentido, nuestras instituciones deben jugar un papel fundamental. Podemos tener una mayor participación en la atención de la demanda sin demérito de la calidad.

Estamos en la posibilidad de apoyar el crecimiento de la matrícula, siempre que se disponga de las inversiones y apoyos necesarios. Pertenecemos a instituciones ya probadas, con capacidad de elasticidad, en las que coinciden calidad y compromiso social.

Un aspecto de la educación y su mejora que debe ser tomada en cuenta, se refiere a que muchos de los objetivos que se pretenden alcanzar en la educación elemental ya han sido conseguidos en grado importante en la educación superior.

La evaluación académica, la formación de profesores, la actualización permanente, el uso de tecnologías y de nuevos métodos son, entre muchos otros, asuntos que forman parte de la vida cotidiana de nuestras instituciones.

Tenemos que mejorar, pero estamos en el camino correcto y podemos contribuir con nuestra experiencia y capacidad.

Una preocupación de todos los que asistimos a esta reunión, es la que se refiere a nuestra juventud. Es por los jóvenes primordialmente por quienes trabajamos; ellos son el sujeto fundamental de nuestros programas y esfuerzos. Ellos son parte central de nuestra convicción.

Nuestros jóvenes merecen tener opciones; tantas, como sea posible. En este sentido, la oportunidad que ofrecen las nuevas tecnologías, no debe ser menospreciada.

Sin embargo, se debe considerar que en el grupo de edad de la mayoría de los estudiantes universitarios, la formación que se adquiere en el aula, en el contacto directo con los maestros y en la socialización sistemática con los compañeros, es indispensable.

El presupuesto ha sido uno de los obstáculos sistemáticos para cumplir mejor con nuestras tareas. Entendemos los problemas y limitaciones de las finanzas públicas, e incluso de la economía mundial.

No desconocemos tampoco, que existen demandas de todos los sectores, que son justas y comprensibles. A pesar de ello, estamos seguros que nuestros argumentos son valorados, señor Presidente, por el Gobierno que usted encabeza. Así lo hemos sentido en estos dos últimos años, y, sin embargo, queremos aprovechar esta oportunidad para pedirle un mayor esfuerzo.

México lo necesita.

Juntos, podemos cambiar una realidad mediana, por la que merece un país grande como el nuestro.

Señor Presidente:

Nadie, en su sano juicio, puede permanecer indiferente ante los horrores que afectaron hace cuatro meses a estudiantes de Ayotzinapa y a la población de Iguala; acontecimientos que han impactado la conciencia nacional y que nos siguen afligiendo.

Pero, tampoco es posible mantener el estado de cosas que subyace a la tragedia. Es indispensable que México cambie y debe hacerlo en los grandes ámbitos de la vida nacional.

Al mismo tiempo, soy uno de los muchos que entienden el duelo, el coraje y el dolor que embarga a muchos, en particular, a los familiares de las víctimas. Sin embargo, también soy uno de los que piensan que la violencia no es solución y que la venganza no es, sino otra forma grave de injusticia.

No debemos quedar atrapados en este triste instante de nuestra historia. Lo peor que nos puede suceder, y lo he dicho antes, es que seamos una sociedad que extrañe su pasado, que lamente su presente y que llore su futuro.

Estoy convencido, que la fórmula para encontrar la reconciliación debe surgir de la ley, la justicia y el cambio. También lo estoy, de que en la educación superior reside parte de la solución. Apresuremos el camino.

En esta tarea, su Gobierno cuenta con nosotros y nosotros con usted.

Los rectores de la ANUIES estamos preparados para hacer nuestra parte. Hemos venido a sostener que la República, cuenta con sus instituciones de educación superior y con sus titulares; lo que sea, en favor de los jóvenes, de la educación, la cultura, las humanidades, la ciencia y el arte, lo apoyaremos.

Requerimos el compromiso renovado de las autoridades y del conjunto de la sociedad.

Para concluir, me apoyo en un pensamiento de Alessandro Baricco, para sostener que los pueblos y los individuos tienen derecho a construir su futuro, y que en esa búsqueda, siempre están presentes, tanto la oportunidad de cumplir con una responsabilidad histórica, como la posibilidad de ignorar el compromiso y fallar frente a la consciencia. Nuestra elección, sobra decirlo, se funda en la primera alternativa.

Muchas gracias.

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