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La COPARMEX se pronuncia por una Política Nacional de Desarrollo Regional

Nuestro país está conformado por regiones con características físicas, económicas y sociales muy diversas.

Para fomentar, de forma uniforme, el desarrollo nacional es importante considerar estas diferencias e incorporarlas a las estrategias de fomento económico nacional.

Cada región tiene recursos, infraestructura y desarrollo institucional distintos y estas diferencias deben ser tomadas en cuenta en las estrategias para inducir el desarrollo.

En Coparmex consideramos que, con el fin de lograr un crecimiento nacional incluyente, se deben potenciar las regiones desde la comprensión de sus fortalezas particulares, abandonando la idea de la delimitación estrictamente estatal.

Nuestra convicción es que debemos dejar de lado la perspectiva centralista y fomentar una visión económica integral, que tome en cuenta las particularidades de cada región para generar políticas públicas acordes a cada situación específica.

La visión centralista que ha predominado en el País ha impedido el desarrollo de una estrategia integral y transversal de las regiones, privilegiando proyectos individuales o estatales aislados con un impacto mínimo en términos macro económicos.

La pasada administración federal, por ejemplo, tuvo la iniciativa de desarrollar las Zonas Económicas Especiales con el objetivo de impulsar un desarrollo sostenible en los diez estados con mayor rezago social del país.

Aunque el proyecto fue bien recibido por los gobiernos locales, los apoyos para su implementación fueron limitados e intermitentes por la falta de convicción en el propio Gobierno Federal, acerca de las bondades de las políticas regionales de desarrollo.

Por si fuera poco, en el gobierno que encabeza el Presidente Andrés Manuel López Obrador, a casi 40 días de su inicio no ha manifestado su intención de continuar con el proyecto.

Por otro lado, la nueva administración federal ha propuesto el llamado “Programa de Estímulos Fiscales para la Frontera Norte” y algunos proyectos emblemáticos de infraestructura en el sur y sureste, como el Tren Maya y la construcción de una refinería en Tabasco. Por otro lado, se ha anunciado un programa de siembra de árboles frutales maderables en la misma región del País.

Si bien demuestra la intención de incidir en las regiones, estos son esfuerzos aislados que no pueden ser considerados verdaderos programas de desarrollo regional.

Desde nuestra perspectiva, estos proyectos no contribuyen a un crecimiento integral y sostenible de la productividad de las regiones.

Tenemos la firme convicción de que, para ser verdaderamente eficaces, los programas deben atender los estudios académicos existentes en la materia, que ofrecen diagnósticos y estrategias verificadas para aprovechar las ventajas comparativas regionales y así generar un mayor crecimiento.

Desde 1985, el desarrollo de las diferentes zonas del país ha sido profundamente disímil. El peso de los estados del norte, expresado en porcentaje del PIB nacional, se incrementó de 23% a 28%, mientras que el de los estados del sur disminuyó de 20% a 16%, según el informe de política nacional de desarrollo regional SEDATU 2014.

Las desigualdades regionales de México no han cambiado de modo sustancial y siguen siendo grandes. Según datos del INEGI, en los últimos cinco años, por ejemplo, el crecimiento promedio de la región norte y centro ha sido del 3.3%, mientras que la zona sur sólo ha experimentado un crecimiento del 1.1%.

La visión integral debe fomentar programas de política pública enfocados en regiones con condiciones económicas similares y no necesariamente en estados aislados, como se ha venido haciendo en el ámbito gubernamental.

Por ejemplo, en Coparmex en el año 2016, propusimos el programa del Corredor Central del Bajío con el fin de integrar la economía de 25 municipios en 8 estados y potenciar el desarrollo de esa región.

A través de un diagnóstico nos dimos cuenta de que esos estados compartían características similares (estados productivos, con vocación manufacturera por encima de la media nacional de crecimiento económico) y a partir de ello desarrollamos el programa.

Para este objetivo también se requieren cambios en materia legal. Según el “Diagnóstico y propuesta para el desarrollo regional en México”, del Centro de Estudios Sociales y Opinión Pública de la Cámara de Diputados, en las condiciones que está planteada el día de hoy la Ley de Planeación, no se permite un desarrollo regional a largo plazo.

Si bien la previsión de los programas regionales debe ser a largo plazo, su vigencia está limitada al periodo sexenal en el que se aprueban. En muchos casos, planes verdaderamente productivos requieren de una naturaleza transexenal.

Otro de los problemas es la falta de inclusión de las entidades federativas y de los particulares en los Planes Nacionales de Desarrollo.

El Plan Nacional de Desarrollo sólo es obligatorio para la Administración Pública Federal, por lo que, si el gobierno federal no realiza inversiones directas, es difícil atraer el apoyo de los estados y de la inversión privada, lo que obstaculiza el desarrollo regional.

Priorizar el potencial vocacional de una región sobre su vocación tradicional es un camino inmejorable para reducir las desigualdades regionales.

Un ejemplo claro de éxito es el de la industria aeronáutica en Querétaro, en donde diversos sectores tales como la academia, el gobierno y las empresas, se sumaron para adoptar una vocación en conjunto que desembocó en la creación de capital humano, inversión y empleos de calidad, es decir, un desarrollo regional integral.

Si queremos promover el desarrollo regional hace falta una visión integral que incluya una verdadera participación de las regiones: tanto de los estados y municipios como de la inversión privada y los particulares.

Hacemos un llamado al Ejecutivo federal y a las cámaras legislativas para que tomen en cuenta estas consideraciones en el diseño de su estrategia de fomento productivo.

Las políticas de desarrollo regional no deben partir de ocurrencias o ideas carentes de una sustentación técnica, sino de diagnósticos claros y discusión incluyente que permitan la planeación a largo plazo y generen resultados sostenibles en el tiempo.

El fomento al desarrollo regional es una promesa del federalismo que ha sido rezagada. Es momento de cumplirla.

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