Justicia

Juan Velásquez, abogado invicto

Juan Velásquez es un nombre que resuena en México y Latinoamérica. Es muy conocido dentro y fuera del país, porque es el primer penalista, “el hombre ley” y el “invicto de los tribunales”, dicho por sus pares. Todos los juicios llevados en 43 años de quehacer jurídico, los ganó. La entrevista concedida a Macroeconomía fue única, excepcional,  ya que no gusta de los reflectores en los medios.

“Por una sola palabra se gana o se pierde un juicio. De todos los casos que pasaron en mis manos, contenían 90 por ciento de motivaciones políticas y sólo 10 por ciento de elementos jurídicos, por eso los gané”, dijo contundente y subrayó que “el Estado mexicano ha renunciado a ejercer la autoridad que las leyes le otorgan, por ello la impunidad abarca el 98 por ciento de los delitos cometidos y sólo el dos por ciento se castiga, generalmente por ser casos de flagrancia, a veces ni eso”.

El licenciado en Derecho, maestro y doctor, tiene un currículo académico de ochenta páginas. En sus defensas destacan las de políticos prominentes, entre ellos: tres ex presidentes de la República, Luis Echeverría, José López Portillo y Carlos Salinas de Gortari. Otros de sus defendidos fueron: Joaquín Capilla, famoso clavadista campeón olímpico; el músico Venus Rey; ministros de la SCJN, presidentes del Tribunal Superior de Justicia del D.F.; Senadores, diputados, gobernadores, empresarios, líderes sindicales y el artista plástico David Alfaro Siqueiros. Curiosamente no tuvo clientes de la farándula ni los espectáculos.

Aunque algunos estuvieron encarcelados o en arraigo algún tiempo, logró liberarlos cuando concluyó sus casos. Por ejemplo: el asunto del primer secretario de Estado preso, en 1975, Félix Barra García, de la Reforma Agraria; y el ingeniero Jorge Díaz Serrano, en el último de los cinco años de cautiverio, 1987, fue a defenderlo. Ambos salieron libres.

“Ciertamente tuve casos escandalosos como el “Pemexgate”, en 2000-2002, donde se declaró improcedente el juicio en contra de los líderes del sindicato petrolero, un senador, un diputado y otros (Carlos Romero Deschamps y Ricardo Aldana Prieto) a los que se involucró por motivos políticos. Al ingeniero Raúl Salinas de Gortari, lo defendí en la peor persecución dada en todos los tiempos. El subprocurador Pablo Chapa Bezanilla persiguió a Raúl, a sus familiares, abogados y amistades; sobornó testigos, empleó brujas, compró osamentas, inventó pruebas y otras bajezas. Lo defendí ocho años consecutivos hasta alcanzar su libertad”. (Se le acusó del homicidio del diputado y líder priísta José Francisco Ruiz Massieu, así como otros ilícitos. 1995-2002).

Recuerda que fue abogado de Diana Laura Riojas, viuda del ex candidato priísta a la Presidencia de la República, Luis Donaldo Colosio (1994), y conserva un pensamiento escrito y firmado por ella, que dice: “Juan: El hombre que es dueño de sí mismo no conocerá otro jefe…” “En nombre de mi marido, mis hijos y el mío: ¡Gracias! Con un abrazo” y la rúbrica DLR. Asimismo, abogó por los intereses de las hijas de Ruiz Massieu, entre ellas, Claudia la actual Secretaria de Turismo.

Velásquez suma más de 40 años como profesor y catedrático en las Facultades de Derecho del ITAM, la Universidad Panamericana, la UNAM, el UNITEC y, además, conferenciante y asesor jurídico en las Universidades Autónomas de Coahuila, del Estado de México, de Hidalgo, de Guadalajara, Universidad de las Américas, Universidad Pontificia de México y en la Universidad de Estudios de Posgrado en Derecho, Consejo Federal de la Judicatura, Instituto Federal de Defensoría Pública, con reconocimientos honoríficos en todas ellas. “Un honor inigualable es ser asesor y conferenciante en el Colegio de Defensa Nacional y del Centro de Estudios Superiores Navales de la Armada de México. Sin contar los mil reconocimientos más”, dijo.

Cómo dónde surge el hombre ley, invicto en tribunales

-¿Cómo y dónde surge “el hombre ley e invicto de los tribunales”?

-En todos mis casos siempre actúo como defensor, nunca he sido acusador.  Dichos casos tuvieron 90 por ciento de ingrediente político y sólo 10 por ciento de contenido jurídico, por eso los gané. ¿Cómo? Me dediqué a leer y releer expedientes hasta encontrar los elementos jurídicos, hacerlos valer ante los jueces y lograr que liberaran a mis defendidos.

-¿Cómo inicia la carrera de abogado sin tener vocación?

-Mi abuelo, el general de división e ingeniero Manuel M. Velásquez fue subsecretario de Guerra y Marina del presidente Porfirio Díaz, quien con su esposa, doña Carmen Romero Rubio, fueron padrinos de bautizo de mi padre, Víctor. Pasados los aciagos días del inicio de la Revolución y la decena trágica, ambos militares salieron del país e iniciaron una nueva vida en Nueva Orleans. El abuelo ejerció la ingeniería y mi padre estudió Derecho. Más tarde éste enviudó, regresa a la Ciudad de México y a los 55 años de edad contrajo segundas nupcias con una alemana y de ahí nací yo, en 1947. No uso el apellido materno por lo difícil de escribirlo y pronunciarlo en nuestro país.

-Desde niño, acompañaba a mi padre a los juzgados y bajo mi brazo llevaba un Código Penal y en una libreta apuntaba las observaciones que me dictaba en los juicios. Yo usaba traje, portafolio y anteojos. No me gustaba la abogacía, quería ser militar como mis ancestros, además de un tío y un primo. Mi adolescencia la pasé internado en la Universidad Militar Latinoamericana, camino al Desierto de los Leones. El legado de mi padre fue determinante: defendió 88 jurados populares de pena de muerte. Todos los ganó. Llamó mi atención el duelo de oratoria entre fiscales y defensores. Mi papá nunca dio dinero ni aprovechó sus relaciones o influencias para ganar sus casos. Hay personas que son famosas o millonarias y no pueden usar sus influencias para que se aplique la ley. A partir de 1970, cuando me titulé de abogado, vivo con su ejemplo y no me dejo ganar un juicio.

-A final de cuentas creo en la justicia, la virtud de la justicia y lucho por la justicia. Cada caso para mí no es un asunto más por dinero, no me interesa éste, sólo considero que es mi asunto y que es un deber cumplirlo con la ley, la razón y honradez  en mano.

-¿Qué les aconseja a sus discípulos en universidades, colegios y tecnológicos superiores? ¿Qué les dice de la justicia y la corrupción?

-Les afirmo de tener confianza en la administración de la justicia. Nunca un juzgador me ha pedido dinero para decidir un juicio. Un fallo se puede remontar sin importar que un juez sea eficiente, ineficiente o corrupto. Los jóvenes estudiantes, pasantes o recién titulados no deben involucrarse en deslealtades o corruptelas; por el contrario desde un principio deben tomar en cuenta la moral, la honradez, el derecho, la razón y el conocimiento de su materia. La corrupción los hace menos abogados cada día que la practiquen o entren en el juego ilícito. Hay que inculcar principios, valores y virtudes. Lean y relean mucho, libros, leyes, reglamentos y expedientes. Si no cómo enfrentarían un asunto. Sin herramientas legales caerán en la medianía. Hay que conocer un asunto hasta la última palabra, pues por una palabra se gana o se pierde un juicio.

-Cuando el Consejo de la Judicatura Federal me designó integrante de la junta directiva del Instituto Federal de Defensoría Pública me calificó como “arquetipo de defensor”. Soy abogado penalista y he defendido casos controvertidos. No he escrito ni escribiré mis memorias, porque no pretendo trascender por el nombre o fama de mis defendidos. Así me convertí en el primer penalista de México y en invicto en los tribunales.

-¿Cuáles fueron los casos más controvertidos o importantes y cómo los escogió?

-Los acepto cuando tengo empatía con mi defendido. Me pongo en sus zapatos y entiendo lo que pasó. Nunca he encarcelado a alguien, siempre he defendido y por complejo que sea el asunto me comprometo a ganarlo por convicción. Todo ciudadano tiene derecho a ser defendido. Ser político repudiado o no, eso no me interesa, a mí me llaman y los defiendo. Nunca he recibido amenazas ni atentados a mi persona. Mi actuación como abogado se basa en invocar la ley en los tribunales.

-Mis casos más difíciles o complejos fueron: el de Raúl Salinas, que me llevó ocho años, y el de Luis Echeverría, cinco años, ambos los gané. En ellos encontré 90 por ciento de motivos políticos y sólo 10 por ciento con apariencia de jurídicos. Otro caso parecido fue el de Carlos Salinas de Gortari a quien conocí a finales de su sexenio. Lo defendí de una acusación absurda del PRD, hecha con el fin de escandalizar, pero no prosperó por falta de elementos jurídicos. Sólo lo traté unas veces pero me considero su amigo.

-Del licenciado Luis Echeverría Álvarez, lo conozco hace treinta años y puedo decir que es mi amigo y lo aprecio mucho. Lo defendí en los dos procesos que enfrentó por “genocidio”, “Tlatelolco del ´68” y los “Halcones del 71”. Como Presidente de la República emitió una ley de amnistía para beneficio de los presos políticos y se derogó el delito de disolución social. (Antes, el licenciado Gustavo Díaz Ordaz en su quinto informe a la nación asumió toda la responsabilidad y consecuencias del movimiento estudiantil). Es el caso más importante de mi carrera por tratarse de un ex presidente de México, arraigado un tiempo en su domicilio. Las acusaciones fueron absurdas y no hubo una sola prueba en su contra. La última palabra la tuvo el magistrado federal Jesús Guadalupe Luna Altamirano, quien estudió el expediente de miles de hojas y no encontró pruebas, por lo que lo exculpó definitivamente. Además, éste magistrado escribió un libro sobre extradiciones y lo dedicó a las víctimas de Tlatelolco. El proceso lo llevé cinco años de 2002 al 2007.

-José López Portillo fue mi mejor amigo durante 20 años. Fui su abogado. Antes de morir, en febrero del 2004, dejó en su testamento que fuera tutor y albacea de sus dos pequeños hijos. No inventarié ningún bien inmueble, pues estuvo en ceros, jamás le importó el dinero ni acumular riqueza. (Posiblemente su fortuna la había repartido en vida a sus hijos, José Ramón, Carmen Beatriz y Paulina; a sus esposas, Carmen Romano y Sasha Montenegro, a sus hermanas Margarita y Paulina y alguien más…, refutó el periodista).

-Del grupo de amigos recuerdo al licenciado Arsenio Farell, quien fue mi maestro, luego mi amigo y el mejor abogado que he conocido. Otro caso que tuve fue el de Arturo Durazo Moreno. “El Negro Durazo” fue muy amigo y de las confianzas de López Portillo. También logré su excarcelación.

-¿Cómo fue el trato, en su tiempo, con los presidentes Miguel de la Madrid, Fox, Felipe Calderón y el actual Enrique Peña Nieto?

-A MMH lo traté en Colima, en un congreso jurídico, donde me entregó un libro con una dedicatoria: “A Juan Velázquez abogado eficiente y valiente” Sólo hubo amistad. Igualmente con Vicente Fox, quien me otorgó un reconocimiento a la excelencia en el ejercicio del Derecho, conservo la foto. A Felipe Calderón lo conocí algún día como diputado y nos vimos coincidentemente en congresos. Siempre fue cordial y amable. Al Presidente Peña Nieto lo recuerdo como mi alumno en la Universidad Panamericana, por su brillantez, dedicación, empeño y sobresaliente. Siempre muy formal.

-¿Qué empresas o empresarios de renombre defendió en juicios?

-A Sergio Bolaños, socio de Joaquín Hernández Galicia, “La Quina”. Hombre multimillonario acusado por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, por fraudes por más de un billón de pesos. Demostré que las acusaciones fueron improcedentes. Tuvo 18 procesos y los gané.

-Todo esto independientemente de ser asesor jurídico de más de una docena de instituciones bancarias, financieras y de seguros, y de colegios de profesionistas.

Código Penal Único y el Quebranto del Estado de Derecho

Al estar frente al primer penalista del país no podía dejar de preguntarle su opinión sobre el crecimiento de la impunidad, las iniciativas de establecer un nuevo y único código penal e igual el de procedimientos penales, aprobar la cadena perpetua, los pros y contras de los juicios acusatorios y orales y, sobre todo, el notorio quebranto del Estado de Derecho, a partir del surgimiento de líderes sociales radicales, desde 1989 hasta 2012, aglutinados en un solo partido político de izquierda extrema.

México es un gran casino del delito

El licenciado Juan Velásquez respondió lo siguiente: “México es el gran casino del delito, no obstante que tiene el poder judicial más grande del mundo y las penas más altas. No tiene caso establecer la cadena perpetua. Ni el código penal único, porque ya existe el código federal. En un tiempo la pena máxima fue de 30 años, ahora es de 70 años y de cien o doscientos años, acumuladas las sentencias. Pero eso no sirve, porque las penas no ejemplifican ni abaten el delito y porque hay 98 por ciento de criminales”.

 

-¿Por qué es el gran casino del delito?

-Porque un delincuente apuesta a ganar el botín o perder la libertad. En este casino sólo el dos por ciento pierde la libertad y el 98 por ciento gana la impunidad. Es decir, en México hay impunidad en 98 por ciento de los delitos y sólo el dos por ciento se castiga, por caer en flagrancia. En gran parte del país se carece de policía preparada y de un Ministerio Público que sepa acusar para que los jueces castiguen verdaderamente.

-A partir de la “alternancia” el Estado renunció a ejercer la autoridad que las leyes conceden. Se comenzó a recriminar hechos dictatoriales, abusivos, autoritarios. Los nuevos gobiernos deben privilegiar el diálogo, de lo contrario veremos más violencia y hechos delictuosos cometidos por luchadores sociales. (Sin aludir a los ocurridos en la capital mexicana el uno de diciembre de 2012, al cambio de poderes, y otros en el curso del 2013).

-Vamos a poner orden de manera pacífica. En un Estado represor la ley se respeta menos, cualquiera viola impunemente. Se olvida que el ejercicio de la fuerza es una característica del Estado.

-El problema no es de penas altas, sino de la aplicación de las existentes. Un joven de 20 años de edad que delinque y recibe una sanción de 70 años, prácticamente recibe una sentencia perpetua. Lo que se necesita es que se discriminalicen las penas. Se castigue no con prisión, sino con pena administrativa o un arresto. Casi todos los delitos obligan a prisión preventiva. De 3 a 4 apenas son enjuiciados. Se necesita libertad bajo caución, para que enfrenten los procesos en libertad. Y las penas se individualicen.

-Que las penas descomunales se reduzcan y se impongan castigos de escarmiento y que los escarmentados recuperen su libertad. Que los jóvenes primerizos se rehabiliten y no se gradúen en la universidad del crimen.

-El problema es por la falta de capacidad y corrupción de las policías mexicanas, que son las más ineficientes de América Latina. Por eso se requiere un proceso permanente de profesionalización.

-Que los gobiernos privilegien recursos a esa capacitación policiaca y de jueces, en lugar de destinarlos a la promoción de asuntos políticos y de imagen de los funcionarios públicos. Estoy de acuerdo con la propuesta atinada del presidente del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, Edgar Elías Azar, de dar autonomía presupuestaria a los poderes judiciales y nivelar sueldos en los tribunales de justicia del país, equivalentes a los jueces federales. Azar es un hombre honorable y competente.

 

-¿Tenemos jueces capaces y honrados?

-Sí, hay jueces capaces y honrados, la mayoría lo son. Sin embargo hacen falta 300 jueces más para atender los casos nuevos y los rezagos en juzgados y tribunales del país. El primer eslabón es el policía de investigación, para que el Ministerio Público consigne con todos los elementos de prueba. Ya empezamos la capacitación, pero falta mucho por hacer, además de tiempo y presupuesto a los tribunales.

-¿Qué se pretende con un código penal único y los juicios acusatorios y orales?

-Lograr acciones más coordinadas de las policías y los sistemas de justicia en el país. Que los códigos estatales no se contradigan, o sea, unos castigan un determinado delito, como el aborto, y otros lo despenalizan. Lo que se requiere es hacer los juicios más ágiles y mejor oportunidad de defensa, no entorpecerlos; que el Ministerio Público no sorprenda al acusado, sino que ofrezca pruebas que el acusado conozca y pueda controvertir. Además de que esté presente el juez en dichos juicios, acusatorios y orales. El problema es que se va a congestionar el sistema procesal.

-La justicia alternativa es para que el acusado no vaya al juicio y que la pena se negocie con el fiscal y el juicio sea abreviado. Por ejemplo: en Estados Unidos sólo el cinco por ciento de los acusados va al juicio. Los defensores hacen la labor con fiscales y jueces. Para ello se necesita un presupuesto suficiente y la transformación del sistema judicial.

– Los juicios actuales en México son anacrónicos, burocráticos y a través de papelería se remedian.

-¿En qué medida los medios de comunicación electrónicos, concretamente las series televisivas y telecomedias, contribuyen a que haya una sociedad más agresiva e irreflexiva?

-Lamentablemente algunos medios ven la violencia como algo natural. La falta de educación, empleos y oportunidades favorecen el ocio, la impunidad, conductas violentas y otras desviaciones que se ven y escuchan en  las teleseries.

El licenciado Juan Velásquez es incansable, atiende infinidad de telefonemas, sus relaciones públicas son bastas y por eso llegan clientes. Analiza caso por caso y decide cual trabajar. Ya se acostumbró a los prejuicios de quienes dicen que es inaccesible y cobra muy altos honorarios a pesar de que trabaja solo. Desde niño fue solitario, sencillo, discreto, sincero y sólo se compromete con lo que puede cumplir.

La entrevista llega al fin de tres sesiones con el periodista y una más para recapitular los textos y que Enrique Leduc tomara las fotos, en el despacho, estudio y biblioteca, donde es notoria la ausencia de ayudantes. No tiene bufete jurídico ni personal de abogados y secretarias, porque recargan el costo de una defensoría, comentó. Él y su secretaria Teresa Jiménez trabajan solos y salen adelante en los litigios. “Nunca me ha atraído el dinero. Es mala fama o mala intención de los detractores que cotizo muy elevados mis honorarios. En muchas de las conferencias, cursos, congresos, seminarios, talleres, debates, mesas redondas y en algunos litigios no he cobrado ni un sólo peso”.

Enfatizó que la biblioteca es invaluable por ser parte de la herencia cultural de su padre don Víctor Velásquez, pero con la tecnología de la microcopia se redujo a un CD de 80 pesos. Hoy en día, sobrepasa los veinte mil ejemplares, mismos que ya se comprometió a donarlos a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Espera que la biblioteca lleve una placa con el nombre de su ilustre progenitor.

Por Alfonso Fernández de Córdova M.

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