Desarrollo socialPolítica

Jóvenes

Escribo desde mis 72 años. Desde una cultura que desprecia la vejez y que exalta su antípoda, la juventud, en todos los ámbitos de la vida, incluso en el de la moda: sesentones patéticos sometidos a dietas atroces y consumidores de productos milagro con tal de parecer adolescentes, aunque de cerca los delaten las pequeñas arrugas, la voz cansina, los achaques propios de la edad.

Me propongo decir unas cuantas palabras políticamente incorrectas sobre los jóvenes que han arribado a las campañas políticas repudiando a un personaje, un partido y una empresa televisiva: no, por supuesto, al consorcio MVS de la familia Varga y su socio de la familia Slim, pues desde que la reincorporó a su plantilla, MVS ha erigido a su principal conductora de noticias en juez inapelable –y temible– de los políticos y otros engendros del mal.

Hablo también de los jóvenes que defienden con lucidez sus derechos pero intentan entender lo que está en juego en el país. Llamó mi atención el que con razones inteligentes hizo duros reclamos por radio al presidente del PRI, Pedro Joaquín Coldwell, y escuchó las razones del político: ambos ganaron ese debate radiofónico convocado y moderado por Carmen Aristegui.

Los jóvenes tienen derecho a votar por el partido y candidatos que quieran, o a no votar; a militar y hacer proselitismo por unos y oponerse a otros, como individuos y en grupo, o a no hacer nada de esto. Estos derechos deben ser respetados, claro, pero no sólo a ellos, sino a todos, porque la edad no da ni quita derechos y obligaciones políticas. Además, el respeto a las preferencias políticas y el voto de cada ciudadano entraña deberes cívicos y jurídicos para todos, incluso para los jóvenes.

Nadie tiene derecho a atropellar los derechos de otros y mucho menos a dañar a los que piensan distinto. Lo digo porque en la gresca de la Ibero algunos estudiantes agredieron a varios periodistas. Maru Rojas, reportera de Radio Fórmula lo denunció en el noticiario de López Dóriga. Dijo que ella y otros reporteros fueron atacados físicamente y, para mi sorpresa, ni López Dóriga ni Carmen Aristegui ni Sergio Aguayo ni Lorenzo Meyer ni la impoluta Denise Dresser ni la inmensa cauda de sus imitadores repudiaron la agresión: la ignoraron.

Las actitudes de los jóvenes –como las de otros grupos– reflejan la crispación en que vive la sociedad desde hace lustros, y que en los años de Calderón se ha extremado. En la voz de una chica de la Ibero, supongo que con credencial, asomó la ira profunda: “te odio, Peña Nieto”. No encuentro a esa joven distinta a otra, Azalia, que drogada y ebria humilló hace poco a unos policías preventivos afuera de un antro de Polanco. O al sujeto, no tan joven, que pateó y humilló al conserje del edificio donde vive: ellos también odian. Muchos odian, y en el odio y la desconfianza nos hemos acostumbrado a vivir los mexicanos.

Los jóvenes suelen tener razón, pero también pueden ser vulgares, soeces y mentecatos y violentos, como todos los demás. En Querétaro, unos jóvenes atacaron una camioneta en la que creyeron que viajaba Peña Nieto. José Cárdenas, desde la arrogancia del micrófono, se indignó porque el candidato no iba allí: “engañó a los jóvenes”, espetó. Mantas anónimas invocan a Mario Aburto, el asesino de Colosio y una niña pregunta a su madre que si Peña Nieto es tan malo, ¿por qué no lo matan? No quiero imaginar la tragedia nacional que ocurriría si agreden a un candidato.

Los jóvenes son alegres, vitales, a veces juguetones, pero no todos. Lo son quizá los de las universidades privadas y también los de la UNAM, el Poli y otras escuelas públicas, aunque éstos no tengan holgura económica. Los que dudo que sean alegres son los ninis, los vendedores ambulantes,  los pobres (la mitad de la juventud) o los doce o trece millones que ni siquiera tienen para comer. Estos jóvenes no han estado en las protestas de los últimos días ni van al Castillo de Chapultepec a recibir el beso de Sicilia. Pero esto no es grave. Lo grave es que su condición deplorable no forma parte de las demandas de los estudiantes de las universidades privadas: “todos somos iguales, pero hay unos más iguales que otros”.

Los jóvenes de este movimiento ejercen los derechos que les reconoce la Constitución. Pueden tener militancia partidaria y algunos sin duda la tienen, pero no deberían ocultarla para simular espontaneidad. La militancia vergonzante usa el disfraz de apolítico que ya desgastó Quadri.

La juventud tiene motivos para protestar porque ha muerto mucha gente en la guerra de Calderón: niños, jóvenes, mujeres, viejos… muchos. Porque los delincuentes ya no sólo matan: antes torturan y descuartizan, y no hay autoridad capaz de impedirlo. Deberían protestar por los huérfanos y las viudas, por los desaparecidos, por los desplazados que lo han perdido todo para no perder la vida. Y por la conducción de la economía que sólo crea empleos en las cifras del presidente. Deberían protestar y apoyar a su candidato, el que sea, pero con civilidad democrática.

Mostrar más

Articulos Recientes

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Back to top button