Hugo Salinas Price: La plata y la crisis anunciada
Por Hugo Salinas Price
La existencia de una sociedad basada en la división del trabajo es imposible sin el uso del dinero. El dinero es el vehículo que hace posible el intercambio de bienes y servicios en una sociedad de ese tipo. Asimismo, posibilita el cálculo económico, es decir, permite discernir pérdidas y ganancias, lo cual a su vez propicia el ahorro y la capitalización, que es la creación de instrumentos que elevan la productividad humana.
El carácter de una sociedad determina la calidad del dinero que usa y, a la vez, el dinero que usa una sociedad determina su carácter.
En una sociedad que usa dinero real, de oro o de plata, o ambos, existe la tranquilidad y pueden florecer las artes. El ritmo de vida es estable. La preocupación por el futuro queda reducida al mínimo que dicta la naturaleza de las cosas. Estas condiciones propician la aparición de los valores que siempre han tenido todas las civilizaciones altas,
En un mundo como el actual, donde en ninguna parte se usa dinero real, no hay tranquilidad sino ansiedad. Las artes reflejan el estado mental de una sociedad, y en las artes plásticas aparece ésta tomando la forma de pintura que no expresa belleza, sino fealdad; escultura que ofrece formas distorsionadas, torturadas: la arquitectura abandona la proporción y la gracia y se expresa en edificios grotescos y agigantados; la música pierde su alma de melodía, armonía y ritmo suave, y se torna una expresión de desesperación con volumen ensordecedor y tamboreo que frustran todo intento de pensamiento y toda posibilidad de amable convivencia.
La degeneración social es tanto la razón que se usa dinero falso, como que el dinero falso induce a la degeneración social. La acción es recíproca.
La condición en que vivimos los mexicanos la compartimos con el resto del mundo. Sin embargo, no es forzoso que vivamos como lo hacemos actualmente, en medio de gran incertidumbre e intranquilidad, en una sociedad aquejada por males sociales. Es posible una sociedad distinta y mejor, porque ha existido antes. Hemos perdido el buen camino, pero lo podemos recuperar.
Un economista inteligente me expresó recientemente que nuestro México se encuentra en una situación en la que es preciso “rediseñarlo”, porque el modelo que seguimos desde hace décadas ha fallado totalmente.
Esta observación me ha motivado los siguientes pensamientos:
Muchos de los males fatales que destruyen la salud de los individuos se deben a malas prácticas personales en cuanto a falta de ejercicio, mala alimentación o el estilo traumatizante de vida que se ha llevado, En otras palabras, la enfermedades se originan en cosas muy fundamentales. Para recuperar la salud muchas veces es necesario cambiar prácticas que minan la misma.
Recuperar el buen camino para nuestra patria requiere de algo parecido a recuperar la salud corporal. Tenemos que eliminar las malas prácticas y adoptar prácticas nuevas favorables a la salud social.
A mi modo de ver, la práctica de usar dinero falso es causa de innumerables males sociales que padecemos –al igual que el resto del mundo, que está en la misma situación –. Instituir dinero real, tangible, constante y sonante, de oro y de plata, o de ambos, sería la medida determinante para que nuestra patria sea lo que puede y debe ser, lo que todos anhelamos.
Reconozco que la terapia no puede llevarse a cabo de manera instantánea. Necesita ser una terapia monetaria pausada; el retiro del dinero falso en forma tajante equivaldría a retirarle la droga a un adicto; eliminar todo acceso a la droga de su adicción podría causarle la muerte.
Por ello durante los últimos años he abogado por instituir en la circulación una moneda de plata, la onza libertad, convertida ésta en dinero según el proyecto relativo a su monetización, en paralelo con el dinero falso que usamos.
Durante los últimos años he percibido las inevitables y nefastas consecuencias mundiales del uso del dinero falso y he publicado escritos anunciando esas consecuencias, cuando la mayoría pensaba que con el dinero falso se había descubierto el mítico país de Jauja.
En este libro he recogido algunos de esos escritos, que ahora resultan proféticos. Pero no se trata de profecía, sino de simple razonamiento basado en las lecciones de la historia y de la economía política clásica.
Al final he colocado algunos artículos que muestran las bondades que muy razonablemente podríamos esperar se instituyera una vez más en la circulación la moneda de plata convertida en dinero, que nos sirvió tan admirablemente durante casi cuatro siglos.
Aparte de las medidas prácticas que a nuestros gobernantes se les ocurra tomar para paliar “la crisis” por la que atravesamos, la sola medida de instituir la plata será –casi milagrosamente– la terapia más efectiva para comenzar a retomar el buen camino para México.
Ésa es mi profecía de un buen porvenir para México, la cual espero que adquiera credibilidad, dado que acerté en pronosticar los males que actualmente padecemos.