Internacional

En Davos, el Presidente Enrique Peña Nieto presentó un panorama optimista para América Latina

Estocolmo, Suecia. El Presidente de México Enrique Peña Nieto, participó el 22 de enero pasado en el Foro Económico Mundial de Davos, Suiza (WEF, por sus siglas en inglés), en donde reflexionó ante sus interlocutores sobre distintos temas de índole económico, político y de seguridad principalmente de México y América Latina.

Del análisis del Presidente vale destacar el breve balance que hiciera sobre América Latina en lo económico, lo político y lo social. Como dato importante, puntualizó el Presidente, “hace 30 años la región estaba convulsionada” por problemas políticos, de gobernabilidad, de derechos humanos y padecía de dos grandes síndromes económicos: una inflación galopante y una deuda externa agobiante.

No ayuno de significado del diálogo de Davos, vale recordar que en aquel entonces la imagen de América Latina estaba dominada por los trastornos de sus regímenes democráticos, la violación de los derechos humanos y las deudas acumuladas. En la década de los 70 la región atravesó por un período dramático debido al colapso de la democracia en varios países, la ascensión de las dictaduras militares y la desaceleración económica. América Latina perdió peso e influencia en los sistemas productivos, comerciales, financieros y tecnológicos del mundo.

Sin embargo, América Latina no perdió el optimismo, su experiencia a finales de la década del Siglo XX fue bastante alentadora en lo político; la democracia y el respeto a los derechos humanos iniciaron un proceso de restauración. En cuanto a lo económico, ascendió una nueva clase de dirigentes, los “tecnócratas”, que buscaron recuperar el equilibrio macroeconómico y llevar a cabo importantes pactos entre las instituciones financieras nacionales e internacionales para reprogramar la deuda. Fueron exitosos, a grado tal que emprendieron como estrategia abrir la economía a la competencia internacional y con ello incrementar la productividad.

La situación no fue fácil ya que mientras la economía crecía lentamente la población se incrementaba rápidamente. De 1980 a 1990, la población de la región creció de 361 millones de personas a más de 448 millones, es decir en un 8.1%, lo cual representaba el 8.5% de la población mundial. En el año 2000, Latinoamérica alcanzó los 519 millones de habitantes, 20 millones menos de los que se pronosticaba en 1990.

La disminución de esta población se debió a un fenómeno ya reconocido por los demógrafos: a mayores tasas de crecimiento de la población urbana menores tasas de fecundidad. Es un fenómeno que se viene dando en América Latina donde el crecimiento de la población urbana incrementa los estándares de vida, debido al acceso a la educación y a la salud, lo cual provoca un descenso en los índices de natalidad.

Pero también aparece otro fenómeno dentro de este proceso demográfico, e incluso migratorio del campo a la ciudad; el fenómeno ampliamente tratado por antropólogos como Oscar Lewis: el incremento de los cinturones de miseria en las metrópolis.

En 1985, se estimaba que el número de pobres en América Latina era de alrededor de 120 millones, un tercio de la población de aquel entonces. En 1990, unos 300 millones vivían en las áreas urbanas y unos 140 millones en las zonas Rurales. En 1990, los pobres representaban el 50% de la población urbana (si se compara con el 28% en 1960), pero sin embargo, la población en situación de pobreza en las zonas rurales disminuyó del 80% en 1950 a 40% en 1990. Ahora bien, la pobreza en las zonas rurales se ha convertido en pobreza extrema mientras que en las zonas urbanas es simplemente pobreza, y en algunos casos marginales pobreza extrema.

Los programas de lucha contra la pobreza, en el caso de México, se ubican principalmente contra la pobreza extrema, ubicada principalmente en las zonas rurales, y en menor escala contra la pobreza urbana, pero la tendencia muestra que gran parte de la pobreza en los próximos años será mayormente urbana.

Este viene a ser un dato de gran importancia sobre todo en el ambiente electoral que vive constantemente nuestro país donde las poblaciones de los municipios y zonas conurbanas de las grandes ciudades empiezan a ser el objeto principal de las campañas clientelares de los movimientos territoriales de los partidos de izquierda. Son precisamente estos lugares donde la población más necesitada de servicios públicos es objeto de campañas populistas.

Este análisis de la pobreza en América Latina se complementa con los datos que ofreció el Presidente Enrique Peña Nieto durante su participación en Davos, donde dijo que “hay un gran reto en la región” que es el de la desigualdad y la pobreza, de acuerdo a datos de CEPAL, subrayó el Presidente, en los últimos años la pobreza ha disminuido de 2012 a 2014, del 44% al 28% y la pobreza extrema durante este período, cayó del 19% al 11%, en términos globales en la región la pobreza ha disminuido en ambos rubros (tanto extrema como la no extrema).

¿Sería posible continuar abatiendo la pobreza en América Latina?

Por supuesto, pero para lograrlo es necesaria la estabilidad institucional, la transparencia en el manejo de los recursos públicos, acceso a la educación, la salud y el empleo. Un ambiente democrático favorece la solidez institucional y la transparencia, la educación impulsa la productividad y por ende el empleo, a mayores tasas de ocupación mejores servicios de salud.

Gracias a esa estabilidad institucional y a la consolidación de la democracia, distintas fuerzas políticas en México se pusieron de acuerdo a través de un gran pacto para lograr las reformas estructurales que el país demandaba sobre todo en materia de educación, empleo, finanzas y energía.

Estas reformas estructurales fueron algo impensable en los sexenios anteriores cuando el pluralismo estaba aún en ciernes. De estas reformas, hay que rescatar como prioritarias la educativa y la financiera ya que ambas son fundamentales para incrementar la productividad. Si se logran impulsar estas dos reformas entonces los tratados comerciales que México ha firmado con varios países se convertirían en oportunidades para incrementar la exportación, atraer mayores tasas de inversión extranjera directa, ser un área propicia para la transferencia de tecnología.

Le Kuan Yew, el ex primer ministro de Singapur, cuando se propuso convertir su país, básicamente rural, en primera potencia económica mundial lo hizo a través de la educación, las reformas económicas y financieras. Hoy día Singapur es una de las naciones con uno de los ingresos per cápita más altos del mundo.

Por ello, lo que dijo el Presidente Peña Nieto en Davos, es crucial pero debe convertirse en política pública para impulsar el desarrollo sostenido de México.

 

Por el Dr. Jorge Navarro Lucio

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