Por Miguel Tirado Rasso
mitirasso@yahoo.com.mx
Siempre teniendo presente la sucesión presidencial, el jefe del Ejecutivo no dejó pasar la oportunidad en insistir sobre el futuro político del país, del que se niega a quedar excluido.
“Cumplen meta al presidente”, decía el encabezado de una nota periodística sobre la concentración del pasado fin de semana, en el zócalo capitalino, convocada con el pretexto de la celebración del 85 aniversario de la expropiación petrolera. Y, sí, efectivamente, la plaza se llenó, según cifras oficiales del gobierno de la CDMX, con medio millón de personas. Cien mil más de las que esperaban reunir, a decir de los organizadores, cuya tarea principal era superar, al costo que fuera, literal, el número de participantes de las concentraciones ciudadanas de noviembre 2022 y de febrero pasado.
Y es que, en estos tiempos de sucesión adelantada, todo o casi resulta un buen pretexto, una oportunidad para demostrar el peso del poder político y del control de la 4T, aunque para lograrlo se recurra a los tradicionales métodos de los tiempos del partido casi único, del acarreo, la extorción, el pago por asistencia, las tortas, refrescos, playeras y otros atractivos con los que se asegura la participación “espontánea” de manifestantes. Además de que se utilicen, sin medida ni control, recursos públicos.
Porque, como si se tratara de un juego de vencidas, el anuncio de esta concentración se hizo justo después de la muy numerosa manifestación ciudadana del 26 de febrero en defensa del voto y del INE, esa sí espontánea, libre y con absoluta claridad en su objetivo, que, sin duda, por su magnitud sorprendió a más de un morenista. Pero, para satisfacción del ego oficial, se cumplieron las expectativas en cuanto a la asistencia al mitin, con visos de mañanera, en vivo y a todo color, y con varios mensajes.
La conmemoración de la expropiación petrolera y el recuerdo del contexto en que se dio, le permitió al presidente López Obrador casi ponerse en los zapatos del Gral. Lázaro Cárdenas, al afirmar que ahora estaríamos viviendo otro intento de intervencionismo por parte de nuestro vecino del norte, cuando, con motivo del combate a las drogas, algunos legisladores norteamericanos pidieron se consideren organizaciones terroristas a los cárteles de la droga mexicanos. Con esto, fuerzas especiales de los EUA estarían autorizados, por su propia legislación, a combatir a estos grupos dentro de nuestro territorio. La realidad es que, el gobierno del presidente Joe Biden dejó en claro estar en contra de esta propuesta, por lo que ha quedado desechada, pero en un escenario multitudinario, cae muy bien un mensaje sobre la defensa de la soberanía nacional.
Siempre teniendo presente la sucesión presidencial, el jefe del Ejecutivo no dejó pasar la oportunidad en insistir sobre el futuro político del país, del que se niega a quedar excluido. Ya con anterioridad había mencionado haber hecho su testamento político, sin mayores precisiones, pero con el tiempo parece haber considerado necesario hacer público algunos puntos de su herencia política.
Aunque en rigor, no le corresponde tirar línea a su sucesor sobre la forma de gobernar, a fin de cuentas, la renovación del poder es absoluta, sin más límites que los que marca la ley, mandó el mensaje de que él sí buscará que lo suceda quién le garantice la continuidad de su proyecto de Transformación, al contrario de lo que hizo el presidente Lázaro Cárdenas, quien, según su interpretación, optó por designar como sucesor al Gral. Manuel Ávila Camacho en lugar del Gral. Francisco J. Múgica, presionado por los grupos de derecha. Una declaración que desvela su proclividad por el dedazo.
El presidente López Obrador acomoda la historia y olvida el contexto mundial del momento. Sí, efectivamente eran tiempos en que los presidentes de México ejercían una facultad meta constitucional por la que designaban a su sucesor. Y no fueron pocos los casos en que, conscientes de las circunstancias en que se encontraba la Nación, las designaciones no fueron en favor de sus cercanos o sus favoritos, sino de los que consideraron más convenientes atendiendo a las necesidades del país.
Pero eso fue hasta antes de la alternancia democrática del 2000, que terminó con los tiempos del dedazo. ¿Quiere AMLO volver a esos usos y costumbres del pasado ya remoto, con tal de asegurar su proyecto?
Leerles la cartilla a sus corcholatas en el sentido de que no habrá cambio de rumbo ni zigzagueo ni medias tintas. Afirmar como un hecho que cualquiera de los aspirantes de Morena mantendrá la política económica y social que echó a andar su administración, resulta una condicionante que los limita a realizar una campaña constreñida al gusto del destapador, acrítica y con pocas y muy cuidadosas propuestas, que no vayan a incomodar al dedo elector. Cómo conocer cuál es su visión del país, su opinión sobre el estado en que se encuentra, los cambios que se requieren. Y ya de un debate entre las corcholatas, mejor ni hablar, pues se convertiría en una competencia de halagos y reconocimientos a la 4T.
Interesante será ver cómo se liberarán las corcholatas de las ataduras que les han impuesto desde Palacio Nacional.