“El Jardín de Jade”
Por la Profesora Margarita Romero Luelmo
Recientemente, un grupo de hombres y mujeres, jóvenes y niños se reunieron en Coyoacán, en la Casa de las Humanidades, a escuchar los versos más cortos, pero más profundos del poeta Gustavo Ponce Maldonado, un hombre hipersensible, que pretende aprisionar el universo en un sólo y breve pensamiento.
Observar la naturaleza y contenerla en un tiro de flecha; sentir la emoción más profunda y meterla suavemente en la piel.
La hermosura entra por los ojos, pero se siente en el ambiente:
Pase la nube
copula la estación
nace una flor.
“El Jardín de Jade” abre una ventana a la contemplación, en un laberinto de frágil y efímera existencia, suspendida entre una rama seca y la hoja que cae, revela sólo un instante en una pintura que se borra. Así nace la imagen que reconcilia sin explicación a la palabra, es recurso contra el silencio, sólo el sentir nos habita, ruido, silencio, nuevamente silencio, destrucción; nombrar con la imagen lo que no se pronuncia, lo que no se oye, lo que aún no se ve, es el instinto que nos acerca a la naturaleza, su vaivén en una ola en el flujo y reflujo del mar.
Helda González de Benavides dice:
“Como en su anterior libro –“El Sendero del Retorno”- me encontré nuevamente envuelta en el circular y luminoso “Panorama Mesdg” (Gustavo Ponce Maldonado, le llamó El jardín de jade) el cual no se había realizado utilizando pinceles, pinturas y lienzos, sino simplemente papel y pluma. Amablemente Gustavo me había leído su escrito, para mi sorpresa, mis ojos revivieron un magnífico círculo pictórico que empezó a deslizarse de un renglón al siguiente, llevándome de la mano recreando sus respectivas imágenes que para mí integran ese panorama.
Estas frases de las que Ponce se vale, nos internan con finas pinceladas en la naturaleza, para lograrlo él se lanza valeroso al fondo de ella.
Su actitud se puede comparar al moderno y valeroso surffista que espera con toda calma, la llegada de la ola más alta, de la más fuerte, a ella trepa decidido, tratando de alcanzar su fantástica cresta de blanca espuma, para luego deslizarse hasta el fondo oscuro, persiguiendo conocer sus secretos, la fuente de su fuerza; el porqué de su formación.
Así creo que se puede comparar a Gustavo, llegando a este milenio con poetas y escritores que dejan su fuerza y su arte a la humanidad”.