Economía

El dinero fiduciario ha destruido el modo de vida natural de la humanidad

Hace dos siglos, la guerra sólo implicaba combate entre los ejércitos; los cañones se dirigían al ejército enemigo, la población civil se respetaba. Sin embargo, la guerra moderna es altamente destructiva.

Hoy en día, la guerra significa destrucción general: la población civil del bando perdedor puede llegar a ser matada, saqueada o violada, y las ciudades son objeto de destrucción masiva. En 1948 recorrí por autobús la Alemania de la posguerra, y recuerdo que la ciudad de Bremen era simplemente un kilométrico montón de escombros apilados a ambos lados de un camino despejado para permitir el tránsito.

La Segunda Guerra Mundial arrasó algunas ciudades europeas de los países que formaban parte del Eje y mató a millones de soldados y civiles.

Sin embargo, después de la guerra, tanto los ganadores como los perdedores se volcaron a la reconstrucción de sus países: las ciudades devastadas comenzaron a sanar, se construyeron fábricas nuevas y modernas. La gente volvió a hacer lo que había estado haciendo antes de la guerra. En 1970, el viajero apenas podía percibir la terrible destrucción y pérdida de vidas que habían ocurrido tan sólo veinticinco años antes.

Pero ahora consideremos el caso del dinero fiat y sus consecuencias.

En 1944, en la Conferencia Monetaria de Bretton Woods, Henry Morgenthau y Harry Dexter White resultaron mejores estrategas que John Maynard Keynes, el delegado británico, y por lo tanto esta conferencia terminó aceptando la imposición americana que determinó la estructura monetaria del mundo en la postguerra: el dólar sería tan válido como el oro para saldar pagos internacionales y los Estados Unidos se comprometían a canjear por oro los dólares en poder de otros bancos centrales nacionales, a razón de una onza de oro por cada $35 dólares.

Esta estructura estaba destinada a fracasar desde un principio, y hombres como el francés Jacques Rueff entendieron esto muy claramente.

Inmediatamente los Estados Unidos comenzaron a abusar de su “privilegio exorbitante”, como lo calificó el General francés De Gaulle, consistente en enviar dólares al exterior para cubrir sus déficits comerciales. Sin embargo, el compromiso de redimir dólares por oro actuó como un freno para limitar un poco la expansión del crédito en ese país. Había un respeto general por el dólar y su relativa escasez produjo sólo inflaciones moderadas en los países que los recibieron.

Después de la guerra, los E.U. experimentaron una fiebre leve pero constante de expansión de crédito. En los años 60, la fiebre de expansión de crédito intensificó para financiar la guerra de Vietnam y la pérdida de oro de E.U., ocasionada por el compromiso de redimir dólares, se aceleró hasta llegar a un ritmo inaceptable.

Llegó el fatídico día, 15 de agosto de 1971, en que los E.U. no pudieron cumplir con su compromiso de redimir dólares por oro – lo cual sería una suspensión “temporal”, aseguró Nixon al pueblo estadounidense. Por desgracia, en política no hay nada más permanente que una medida temporal. Y entonces el dólar se convirtió plenamente en la moneda fiat mundial.

Así, el mundo entró en la era de la globalización: torrentes de dólares comenzaron a inflar las reservas de los Bancos Centrales del mundo y el comercio mundial entró en auge porque el déficit comercial ahora quedaba fácilmente ‘saldado’ con el pago en dólares fiat.

Hasta antes de 1971, el comercio mundial había consistido en un intercambio de bienes por bienes, con pagos en oro sólo para saldar las diferencias transitorias. Pero a partir de entonces, éste dejó de ser el caso: a partir de entonces los bienes dejaron de pagarse exclusivamente con bienes; los productos importados comenzaron a pagarse con bienes exportados y con dólares, cuya oferta era abundante.

Y aquí comenzamos a ver los efectos de la moneda fiat como moneda mundial.

Productos baratos procedentes de los países menos desarrollados comenzaron a inundar las economías de los países desarrollados, sin compras suficientes de parte de los países subdesarrollados, para compensar este intercambio. Las industrias comenzaron a moverse de los países desarrollados hacia los menos desarrollados, cuyas ventas de exportación florecían.

La desindustrialización de Occidente se estableció como una realidad junto con la globalización, que constantemente ha sido alabada como la nueva estructura, moderna y progresista, de la economía mundial. En los países más desarrollados, viejos edificios industriales se transformaron en estructuras que albergan cafés, restaurantes y tiendas de arte.

Los efectos nocivos de la desindustrialización se cubrieron mediante un alto consumo facilitado por la expansión crediticia, no mediante un incremento de la producción, que resultaba una actividad anti-económica bajo el esquema de la globalización. Los ingresos salariales estancados o decrecientes se complementaron con el crédito fácil para las masas.

Todo esto sucedió porque el dinero que el mundo ha estado utilizando desde el año 1971 es dinero fiat, no dinero real. Y aún así, hoy se escuchan muy pocas voces que reconocen este hecho fundamental.

La guerra moderna significa la destrucción y la muerte de miles de personas. Sin embargo, cuando la Segunda Guerra Mundial terminó, la destrucción comenzó a sanar; las ciudades se reconstruyeron, los sobrevivientes regresaron a lo que habían estado haciendo cuando estalló la guerra; volvieron a ganarse la vida con el trabajo, haciendo lo que sabían hacer. En términos generales, volvió la normalidad.

Pero tengamos en cuenta el efecto del dinero fiat en el mundo entero.

Toda la estructura productiva del mundo está distorsionada. Las fábricas que han desaparecido en los países desarrollados no pueden reconstruirse, pues la globalización hace que sean anti-económicas.

La aparente prosperidad de las naciones desarrolladas actualmente se ha sustentado en la expansión de crédito, no en el ahorro. Occidente ha estado viviendo como el heredero de una gran fortuna que ha derrochado su herencia, y ahora está en bancarrota. Ahora, la continuidad de toda una forma de vida está en peligro, porque se ha vuelto imposible expandir el crédito aún más. Los chinos no están en mejor situación: su supuesta prosperidad se derrumbará porque la política de expansión de crédito en Occidente está llegando a su fin y se desvanecerán los mercados que China ha abastecido hasta ahora.

El Estado del Bienestar, financiado con el dinero fiat, ha producido millones y millones de seres humanos que se han acostumbrado a la buena vida basada en el crédito y en las dádivas estatales.

Después de la Segunda Guerra Mundial, la población de Europa volvió a hacer lo que hacía antes de la guerra. Hoy en día, ¿a qué pueden volver a dedicarse los desempleados de Occidente? No hay ocupación a la que puedan volver, porque las fábricas se han ido. La población de Occidente ha olvidado gran parte del ‘know-how’ industrial que acumuló a lo largo de siglos. Los habitantes de las ciudades y de los suburbios no pueden volver a la agricultura, a criar ganado, o a los miles de oficios y manufacturas que solían existir. E incluso si pudieran, no lo harían, pues a los millones de desempleados en Occidente ya no les apetece trabajar duro para mantenerse, ya no aceptan la idea de que la vida implica lucha.

El dinero fiduciario ha destruido el modo de vida natural de la humanidad, un modo de vida en que los hombres y las mujeres podían hallar un lugar y estaban agradecidos de tenerlo. Esa vieja forma de vida se ha esfumado, las viejas actitudes hacia la vida y el trabajo se han olvidado.

Esto es mucho peor que la mayor destrucción de cualquier guerra. Y ahí es donde estamos ahora. Esto es lo que el dinero fiat ha traído al mundo. El dinero fiat es el hijo de la arrogancia del intelecto humano que ha tratado de invalidar las Leyes de la Naturaleza Humana, que dictan que los seres humanos consideran a los metales preciosos como dinero desde hace miles de años; esta arrogancia trató de sustituir la realidad con una abstracción intelectual.

¿Y ahora qué? Nadie lo sabe. Sin duda, nos dirigimos directamente hacia problemas terribles nunca antes vistos. Por lo menos, poseer oro físico y plata puede ayudar a algunos a sobrevivir.

Por Hugo Salinas Price

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