Internacional

Del Audacity of Hope al Audacity of Nope (“De la Audacia de la Esperanza a la Audacia de la Impotencia”)

Por Jorge Navarro Lucio

Barack Obama, como si hubiera tenido un botón para resetear su presidencia y empezar de nuevo, subió al estrado: firme, ecuánime, confiado, inteligente, carismático y lúcido en el manejo de la palabra; para presentar su primer informe a la nación. Por la mañana, de ese 27 de enero, NBC/WSJ señaló en una encuesta que sólo el 28% de los estadounidenses considera que la pag24-198política en Washington funciona bien versus el 70% que cree lo contrario. Mientras el 93% asume que el partidismo paraliza los compromisos políticos, otro 84% piensa que los grupos de interés dominan el proceso legislativo por lo que deberían de ser regulados con mayor firmeza. A su vez, el 61% señala que los demócratas y los republicanos no están dispuestos a concertar compromisos políticos y el 58% manifiesta que el país va en la dirección equivocada.
Obama parece haber leído anticipadamente los resultados de esta encuesta porque elaboró con fineza un libreto ad hoc para esta ocasión; a todos les dio un poco de lo que querían oír. No parecía ser un presidente desgastado por lo áspero de la política y la abrupta caída de su popularidad en los primeros 12 meses de su gobierno, ni parecía haber sufrido una sorprendente derrota en las elecciones senatoriales del 19 de enero en Massachusetts, que lanzó al olvido, por lo menos temporalmente, su reforma de salud; sino más bien parecía que por primera vez le hablaba al pueblo norteamericano sobre sus ideas del cambio. Pero la realidad era otra, en esta ocasión pag25-198Obama, tal y como señalan algunos analistas, sólo quería restablecer la confianza de los estadounidenses en su gobierno y reafirmar su liderazgo.
Los estadounidenses querían escuchar a un político menos partidista, más centrado, con un enfoque fiscal más responsable, más preocupado por la economía, el empleo y la guerra contra el terrorismo. Y así se presentó, les habló de todo un poco, para satisfacción de liberales, de conservadores, y de independientes, parecía un Obama en campaña o listo para la toma de posesión.
Se responsabilizó y se justificó por no haber logrado plenamente lo que prometió en campaña. Del mismo modo, propuso recortes de impuestos para las pequeñas empresas, incremento en el empleo, incentivos a la clase media, créditos fiscales en gastos sociales, créditos generosos a estudiantes, pero nada, per se, sobre lo que a México le interesa: la iniciativa Mérida y una reforma migratoria integral. Aunque, valga decir, el tema estuvo presente indirectamente pero no para satisfacción de nuestros intereses nacionales.
La administración del presidente Obama pretende, durante los próximos tres años, congelar los gastos públicos no imprescindibles. Esta medida intenta tranquilizar los ánimos del electorado de tendencia centrista que domina políticamente al país y expresa su descontento por el creciente pag26-198déficit presupuestal. La Oficina del Congreso sobre el Presupuesto (CBO, por sus siglas en inglés) considera que el déficit previsto para este año será de 1.35 billones de dólares, aunque un poco menor del déficit de 2009 que fue de 1.4 billones de dólares, sigue siendo una severa carga para los contribuyentes y pone en peligro la integridad de la economía estadounidense.
La restricción presupuestal no afectará el gasto militar, la seguridad interna, “las relaciones internacionales”, la ayuda a los veteranos y los programas sociales, pero si podría impactar negativamente a la iniciativa Mérida.
El otro tema de interés es la reforma migratoria y el presidente Obama parece haberla sacado del congelador para presentarla durante su discurso. Le puso el adjetivo de sistema migratorio “desquebrajado o fallido”, pero no urgió directamente al Congreso a aprobar una reforma.
Por lo que se observa los dos temas fundamentales para México no están en la agenda política del presidente y el Congreso; lo que implica la formulación de estrategias de corto plazo para reactivarlos con acciones principalmente en Washington, DC, epicentro de estas decisiones.

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