EconomíaInternacional

China cambia su modelo económico

Han pasado casi cinco años desde el inicio de la crisis financiera mundial y la economía está recuperándose lentamente. Las nuevas economías emergentes, con China como su representante, vienen desempeñando el rol de motor. Si bien China redujo la velocidad de su crecimiento económico el año pasado, la cifra fue mucho más alta que la de Estados Unidos. Según datos trimestrales respecto al mismo periodo del año anterior, China ha mantenido una tasa de incremento más elevada que la de EE. UU. (ver tabla 1), y lo mismo ha ocurrido con la comparación trimestral del mismo año entre los dos países (ver tabla 2).

Visto a largo plazo, se puede considerar que la economía china tiene todavía un gran espacio por crecer. Desde 1950, Estados Unidos ha logrado sostener un incremento durante cinco décadas (ver gráfico 1). En 1942, su PIB per cápita llegó a mil dólares, cifra que superó los 46.600 dólares en 2008, año en que se desató la crisis financiera internacional. Desde la aplicación de la reforma y apertura hacia el exterior, el crecimiento económico de China ha venido en continuo ascenso. Su PIB per cápita aumentó de 114 dólares en 1970 a 5439 en 2011 (ver gráfico 2).

Los dos países han logrado un crecimiento sostenido durante más de 30 años. El PIB per cápita de China alcanzó los 800 dólares después de 1997, nivel equivalente al de Estados Unidos luego de que este superara la crisis severa de la década de 1930. En 2011, el PIB por persona de China representó solo el 11,4 % del de Estados Unidos, similar al nivel que este último registró a finales de la década de 1960 o a comienzos de la de 1970. Entre 1970 y 1990, la tasa promedio del crecimiento económico de China fue del 6,6 %, mientras que la de Estados Unidos apenas llegó al 2,1 % y la del mundo, al 2,4 %. Entre 1990 y 2011, el ritmo anual del crecimiento económico de China alcanzó el 9,3 %, y el de Estados Unidos y el mundo fue solo del 1,7 % y del 2,6 %, respectivamente. Por esta razón, las organizaciones internacionales continúan concediéndole una gran importancia al futuro desarrollo de nuestro país. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) estima que entre 2013 y 2022, China mantendrá un crecimiento del 7,6 %, un ritmo mucho más elevado que el de Estados Unidos (2,51 %) y el de la Unión Europea (1,85 %). Estos análisis demuestran que China tiene un gran espacio y perspectiva de desarrollo, por lo que merece ser visto como un país de confianza.

Según los gráficos 1 y 2, la economía china se encuentra en un periodo de ajuste, en el que tiende a reducir su tasa de crecimiento, debido a que el Gobierno está cambiando el modelo de desarrollo para alcanzar un avance conjunto en los planos económico, político, cultural, social y ecológico, y asegurar así un desarrollo sostenible. Debido al rápido desarrollo de su economía, el Gobierno se ha dado cuenta de que se han registrado una baja eficiencia y perjuicios en el medio ambiente. Por otra parte, el impulso en los ámbitos político, cultural, social y ecológico no ha sido el mismo que en lo económico, por lo que se ha perdido el equilibrio. Es necesario, por ello, racionalizar sus relaciones y establecer un mecanismo ordenado y justo.

El Gobierno ha prestado primero atención a la racionalización de las relaciones económicas entre él mismo y el mercado. Ya a finales del siglo XX, China comenzó a impulsar la reforma del sistema de examen y aprobación administrativos. A principios de 2013, el Consejo de Estado llevó a cabo esta reforma. El primer ministro Li Keqiang indicó que el Gobierno se esforzará por reducir en un tercio los asuntos sujetos a este régimen, dando nuevos pasos en el cambio de las funciones gubernamentales. El 13 de mayo de este año, Li anunció, en una conferencia televisiva y telefónica, la eliminación y transferencia de 133 asuntos correspondientes. En junio pasado, el Consejo de Estado decidió eliminar y transferir nuevamente otros 32 asuntos y, en julio, publicó la resolución de derogación y modificación de algunos reglamentos administrativos, anulando así los métodos administrativos de licencia de producción carbonera y revisando algunos artículos de 25 reglamentos administrativos. A fin de cuentas, el Gobierno chino persiste en cambiar sus funciones, fortaleciendo la apertura y transparencia y poniendo en juego el rol del mercado.

El Gobierno, además, impulsa enérgicamente la urbanización. Debido a la realidad del país, China tomará un camino distinto al occidental, abierto en una primera etapa. China tiene una numerosa población pobre. Según el umbral de pobreza elevado en 2011 (los ingresos netos per cápita de una familia rural son de 2300 yuanes al año) y un informe de la Academia China de Ciencias sobre la estrategia de desarrollo sostenible del país en 2012, China tuvo 128 millones de pobres ese año. Aunque el Informe de Desarrollo Humano 2013 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo destaca notablemente los éxitos logrados por China en la solución del problema, el país sufre una gran brecha en los ingresos y un desequilibrio de desarrollo, así como la ampliación de la desigualdad, cuyo índice de desarrollo humano permanece todavía en un nivel relativamente bajo. Por consiguiente, China necesita diseñar bien su programa de desarrollo, explorar una vía adecuada para llevar adelante un nuevo tipo de urbanización, junto con la nueva industrialización, informatización y modernización agrícola, a fin de que la práctica no solo impulse el progreso económico, sino que también ayude a aumentar el empleo, mejorar la vida del pueblo y distribuir los dividendos de la reforma.

Al mismo tiempo, China continúa profundizando la reforma y elevando integralmente el nivel de apertura. En Shanghai se ha creado el parque experimental de libre comercio y en las regiones centrales y occidentales se busca un modelo abierto en la economía del interior, lo que contribuye a fomentar una competencia equitativa y a ofrecer facilidades para hacer negocios e invertir.

En resumen, China tiene un buen ambiente de desarrollo y ha acentuado la capacidad de control macroeconómico del Gobierno, unas ventajas que impulsarán el crecimiento económico y permiten vislumbrar un luminoso porvenir.

Por Hu Jiangyun, Investigador del Centro de Estudios del Desarrollo del Consejo de Estado

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