Economía

¡Buena suerte, en la nueva era de contracción mundial de crédito!

Esta puede ser la gráfica más importante del mundo; El mundo a partir de 1945, cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, fue un mundo regido en asuntos monetarios por lo establecido en el Acuerdo Internacional firmado en Bretton Woods, N.H., EU, en 1944, según el cual las reservas monetarias de los Bancos Centrales del “mundo libre”, o sea, excluyendo a la URSS y su bloque europeo, consistirían de oro y dólares americanos, mismos que serían considerados como equivalentes a oro.

En 1950, las Reservas Internacionales, de oro y dólares americanos redimibles en oro, ascendían a más o menos $50,000,000,000 dólares – cincuenta mil millones de dólares.

En 1971, el Presidente Richard M. Nixon violó el Acuerdo y dejó de redimir dólares en poder de bancos centrales del mundo, por oro. Así se estafó a los bancos centrales del mundo que poseían dólares, pues ya no les fue posible redimir sus dólares por el oro que les había sido prometido. De esa fecha al presente, ninguna moneda del mundo tiene relación alguna con el oro.

Como consecuencia de la abolición del nexo entre el dólar y el oro, a partir de 1971 inicia la época en la cual hemos vivido, de incremento constante en el crédito mundial, así como un incremento constante en moneda en circulación en el mundo, soportada por el incremento constante de Reservas Internacionales, que hoy consisten de dólares principalmente, y de libras esterlinas, euros y yenes japoneses en menor escala. (El yuan Chino se ha convertido recientemente en moneda de Reserva Internacional, pero falta ver hasta qué punto será aceptada como tal.)

La época de 1971-2014 – 43 años – fue de crecimiento basado en creciente deuda.

Esa época terminó el 1 agosto de 2014, cuando el monto de Reservas Internacionales culminó en el equivalente a $12,032,000,000,000 – doce mil treinta y dos millones de millones de dólares.

Esta es una verdadera “Torre de Babel” de deuda, porque los dólares (y las otras monedas calificadas como de “Reserva”) son títulos de deuda, aunque en verdad, lo que promete un dólar (y cualquier otra moneda) es que se pagará al portador otro dólar (u otra moneda de Reserva) a cambio.

De tal forma que las Reservas de Oro y Dólares convertibles a oro de 1950, de $50 mil millones de dólares, se han convertido en Reservas de puro papel (o digitales) por un monto equivalente a $12,032 millones de millones de dólares: un crecimiento de ¡240 veces en tamaño!

El crecimiento de Reservas Internacionales que se dio por 43 años, ha cesado.

A partir del 1 agosto de 2014, el crecimiento se ha tornado disminución, o sea, contracción de crédito en el mundo.

Este es el dato más significativo del mundo, pues significa que el mundo que conocimos a partir de 1945, cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, ha entrado en reversa y se contrae, y se están cobrando créditos extendidos anteriormente.

Tomar crédito siempre es agradable. Le permite a un individuo, a una compañía, a un gobierno, a una nación hacer cosas y disfrutar de cosas que no podría hacer sin el crédito concedido.

Es cuando llega la hora del pago, cuando se vence el crédito y no hay renovación, que comienzan las lágrimas para un individuo, una compañía, un gobierno, una nación. El pago empobrece.

La tendencia de crecimiento de deuda que duró 43 años, será ahora reemplazada por una tendencia de contracción de deuda, que probablemente se establece para el largo plazo.

Al final de la contracción, entre compañías y gobiernos, probablemente quedarán algunos sobrevivientes en pie, pero habrá multitud de quiebras y devaluaciones por el camino, e innumerables individuos empobrecidos.

En los balances contables, se listan Activos (Bonos, Acciones, Hipotecas, y Pagarés de todo tipo, incluyendo sumas de dinero) que son – todos – Pasivos de otras entidades y que podrían resultar severamente devaluados, o de plano de valor nulo por incobrables.

El oro y la plata son Activos que no son Pasivos de otra entidad.

¡Buena suerte, en la nueva era de contracción mundial de crédito!

 

Por Hugo Salinas Price

 

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