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Banxico reconoce la importancia de la Cruzada contra el Hambre propuesta por el Presidente Peña Nieto

Conferencia del Gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, en el seminario internacional “Seguridad Alimentaria en un Contexto de Alta Volatilidad de Precios de Alimentos y Baja Productividad en América Latina y el Caribe: Retos y Oportunidades”  27 de marzo de 2014, Guadalajara, Jalisco, México.

Licenciado Arturo Zamora Jiménez, Secretario General de Gobierno del Estado de Jalisco, a quien pido transmitir mis atentos saludos al Gobernador Sandoval Díaz,

Doctor Fernando Aportela Rodríguez, Subsecretario de Hacienda y Crédito Público,

Ingeniero Ramiro Hernández García, Presidente Municipal de Guadalajara,

Ingeniero Héctor Padilla Gutiérrez, Secretario de Desarrollo Rural del estado de Jalisco,

Doctor Rafael Gamboa González, Director General de FIRA,

Estimados compañeros de la Junta de Gobierno del Banco de México,

Distinguidos panelistas participantes en este seminario internacional,

Señoras y señores:

Antes que nada, muy buenos días.

Agradezco al estado de Jalisco su generosa hospitalidad para la celebración de este importante seminario internacional. No está por demás recordar que el estado de Jalisco es la entidad federativa del país que más aporta al Producto Interno Bruto de las actividades primarias – esto es en el renglón que agrupa: la agricultura, la cría y explotación de animales, el aprovechamiento forestal, la pesca y la caza -, con el 10.5 por ciento del total nacional.

Agradezco también la valiosa participación de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público y de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (la SAGARPA), para la celebración de este seminario, organizado conjuntamente por FIRA y el Gobierno del estado de Jalisco.

No debería sorprender a nadie el gran interés que tenemos en el Banco de México en que el problema de la elevada volatilidad de los precios agroalimentarios se aborde profunda y extensamente.

Como se sabe, el mandato principal del Banco de México, establecido en la Constitución, es el de procurar la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda. En breve: combatir la inflación. Para el cabal cumplimiento de ese objetivo un apoyo invaluable sería contar con un escenario en el que las frecuentes oscilaciones de los precios agroalimentarios se mitiguen eficazmente.

No me cabe duda que de estos dos días de intenso diálogo y trabajo entre especialistas surgirán propuestas de políticas públicas que ataquen este problema que afecta gravemente a millones de consumidores, especialmente a quienes tienen menor poder adquisitivo. Problema que también perjudica a decenas de miles de productores en América Latina y el Caribe.

Además de las propuestas que contribuyan a mitigar la volatilidad de los precios de los alimentos, es preciso perfeccionar las políticas públicas que incrementen la productividad rural y fortalezcan un mejor funcionamiento de los mercados de los productos agropecuarios.

Hay clara evidencia de que en los últimos años la política monetaria instrumentada por la Junta de Gobierno del Banco de México, y una adecuada comunicación de la misma, hanlogrado anclar cada vez más y mejor las expectativas de inflación. Gracias a dicho anclaje de expectativas se evita que las oscilaciones de precios relativos – entre los cuales suelen destacar los de algunos alimentos y productos agropecuarios-, provoquen efectos de segundo orden. Es decir: que tales variaciones no se contagien a la dinámica general de los precios al consumidor. Así, tales oscilaciones han sido de carácter transitorio y, una vez superadas, permiten que la inflación general retome su trayectoria convergente hacia el objetivo permanente del Banco de México.

Esto significa que, por sí misma, la elevada volatilidad de algunos precios agroalimentarios normalmente no representa un problema que deba o pueda enfrentarse con herramientas de política monetaria. Sin embargo, dicha volatilidad de precios relativos sí es un grave problema para millones de consumidores, especialmente para las familias más pobres, y perturba seriamente la economía de miles de productores, dado que así como tales precios se incrementan de forma abrupta, de la misma manera súbita caen, trastornando cualquier intento de los productores agropecuarios por realizar una planeación racional y eficiente en sus negocios.

Permítanme mostrarles una elocuente representación gráfica de este problema (Gráfica 1). La línea roja de la gráfica representa la variación anual, medida mes a mes, del Índice Nacional de Precios al Consumidor – esto es: la inflación general-, en tanto que la línea azul representa las variaciones anuales, medidas también mes a mes, del índice de precios de productos agropecuarios. Como pueden ver, las variaciones de precios de productos agropecuarios semejan las fuertes oscilaciones que podría registrar un sismógrafo en el caso de un terremoto. Nótese la distancia entre la mayor caída de los precios de los productos agropecuarios verificada en julio de 2010 (alrededor de menos dos por ciento anual) y el alza de esos mismos precios en febrero de 2013 (que es de alrededor de 17 por ciento anual). Estamos hablando de una variación absoluta de casi 20 puntos porcentuales en menos de tres años. Y nótese, también, que no estamos hablando del precio de un solo producto (como podrían ser el huevo, el pollo o el limón, en cuyo caso tendríamos registros de variaciones anuales en términos de porcentajes de hasta tres dígitos) sino de todo el conjunto de productos agropecuarios.

Sin duda, estas oscilaciones brutales tienen un reflejo en las variaciones de la inflación general, como se ve claramente en la siguiente gráfica (Gráfica 2).

Este impacto en el índice general de precios se explica por el gran peso que los productos agroalimentarios tienen en la canasta de consumo básico de las familias. Como todos sabemos el peso de estos productos en el gasto familiar es mayor conforme es menor el ingreso de los hogares.

A partir de los datos de la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares, el Banco de México ha identificado 14 productos agropecuarios en los que se concentra la mayor parte del gasto que hacen en alimentos las familias de menores ingresos. Con esos datos se elaboró esta gráfica que muestra el porcentaje de su ingreso que cada uno de los diez grupos o deciles en que se divide la totalidad de los hogares mexicanos destina, primero, a la adquisición de dichos productos (que es el segmento en azul de cada una de las barras) y, segundo, el porcentaje de su ingreso que destina cada grupo a la compra de otros alimentos. Por cierto, los precios de esos 14 productos, además de ser los de mayor consumo, suelen registrar episodios de alta volatilidad, causados por fenómenos meteorológicos, por epidemias y, en general, por contingencias que afectan severamente su oferta.

Los ingresos van de los más bajos a los más altos, de izquierda a derecha sobre el eje horizontal de la gráfica (Gráfica 3).

Los 14 productos seleccionados son: aguacate, azúcar, calabacita, carne de cerdo, carne de res, cebolla, huevo, jitomate, leche, limón, maíz, pollo, tomate verde y trigo.

La gráfica por sí misma es reveladora. Destaca que para los primeros siete deciles de menores ingresos el gasto tan sólo en esos 14 alimentos representa más del 20 por ciento, llegando a ser, para el diez por ciento de los hogares más pobres de México el 28.7 por ciento de su gasto total. Y si a ello le sumamos el gasto en otros alimentos, resulta que los porcentajes del gasto total destinado a comida en los hogares ubicados en los primeros cinco deciles de ingreso, esto es en los hogares más pobres del país, van del 37.1 por ciento al 47.2 por ciento del gasto total. En contraste, los hogares ubicados en el decil más alto de ingresos sólo destinan a alimentos el 16.1 por ciento de su gasto total, y destinan a los 14 alimentos seleccionados menos del 10 por ciento de su gasto total.

Me parece que a la vista de estos datos resalta la importancia y justificación de la cruzada nacional contra el hambre propuesta por el gobierno del Presidente Enrique Peña Nieto. Dentro de este combate crucial para el bienestar del país, sobresale la trascendencia de aplicar políticas públicas acertadas y oportunas para mitigar la volatilidad en estos precios y, junto con ello, incrementar la productividad y rentabilidad de los productores agropecuarios.

Por eso, y más allá incluso del impacto de la volatilidad de estos precios sobre la inflación general, para el Banco de México este es un asunto de primordial importancia. Como hemos señalado reiteradamente: el objetivo prioritario del Banco Central – la estabilidad de precios -, no es un fin en sí mismo, sino un requisito para un fin superior que es el bienestar de los mexicanos, en un entorno de crecimiento económico acelerado y sostenible.

Me refiero, ahora, a un caso relativamente reciente que muestra cómo un episodio de abrupta volatilidad de un solo precio agroalimentario puede llegar a pesar en el Índice General de Precios al Consumidor. Este caso es el del brote de influenza aviar detectado al inicio del verano de 2012.

Antes de dicho brote, en el mes de junio de 2012, el precio del huevo registró un alza anual de 5.9 por ciento, por lo que impactó en el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) en sólo 0.04 por ciento. Pero tres meses después, en septiembre de 2012, la variación anual en el precio del huevo ya era de 40.01 por ciento, lo que significó un impacto en el INPC de 0.27 puntos porcentuales. Como señaló el Banco de México, en su Informe sobre la Inflación correspondiente al trimestre julio-septiembre de 2012, ello implicó que del incremento que tuvo la inflación general anual en el lapso junio a septiembre de 2012 inclusive – que fue de 0.43 puntos porcentuales-, más de la mitad se explicó por el impacto del alza en el precio del huevo.

Además, como señalé en ese entonces en alguna entrevista periodística, ese repunte de la inflación general no iba a ceder ni por asomo mediante la aplicación de una política monetaria más restrictiva: las gallinas no ponen más huevos como respuesta a un alza en las tasas de interés.

Sin duda, en la elevada volatilidad de los precios agroalimentarios inciden diversos factores y prácticamente cada producto presenta una problemática peculiar. Por ejemplo, el impacto que la oferta mundial de los granos tiene en numerosos precios, a lo largo de prácticamente toda la cadena de producción de alimentos, es decisivo.

Pero también es importante, para algunos productos cuyos precios muestran alta volatilidad, como el jitomate, la inversión en redes de frío.

En otros casos, es clara la conveniencia de que los productores diversifiquen sus inversiones en varios productos o incluso de un mismo producto pero en varias regiones, dado que la excesiva concentración – al igual que sucede en las inversiones en instrumentos financieros – eleva los riesgos, en este caso los riesgos ante crisis sanitarias o frente a eventos climáticos.

En fin, la importancia de atacar con eficiencia el conjunto de causas detrás de la elevada volatilidad de los precios de los alimentos es evidente, por ello felicito al gobierno del estado de Jalisco y a FIRA por este valioso seminario internacional que, por cierto, podría considerarse un anticipo de las celebraciones por el 60 aniversario de FIRA, institución financiera de fomento que fue una iniciativa visionaria del Banco de México y de su entonces director general, don Rodrigo Gómez.

Sin duda con la celebración de este seminario internacional y con el puntual seguimiento a las propuestas que de él surjan, FIRA refrendará su vocación inalterable de seis décadas al servicio de los productores agropecuarios de México y, a la postre, al servicio del bienestar de todos los mexicanos.  Muchas gracias.

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