Señor licenciado Enrique Peña Nieto, Presidente Constitucional de nuestro México, de los Estados Unidos Mexicanos.
Licenciado Pedro Joaquín Coldwell, Secretario de Energía y Presidente del Consejo de Administración de Petróleos Mexicanos.
Señor licenciado y Gobernador Alejandro Moreno Cárdenas, amigo de los trabajadores petroleros.
Distinguidos Secretarios de Estado; señores Gobernadores que hoy nos acompañan; doctor José Antonio González Anaya, orgulloso Director de Petróleos Mexicanos, amigo nuestro.
Autoridades civiles y militares que hoy nos acompañan; distinguidos funcionarios de la Administración Pública Federal; compañeros integrantes del Comité Ejecutivo General de nuestra organización sindical.
Compañeras y compañeros secretarios generales de nuestra organización; saludo con especial afecto a nuestros anfitriones sindicales, los secretarios generales de la Sección 42 y 47, Víctor Kidnie de la Cruz y Luis Gerardo Pérez Sánchez; distinguidos invitados; compañeras y compañeros.
Señoras y señores:
Deseamos, primeramente, expresar nuestro profundo pesar por los lamentables acontecimientos sucedidos en la Ciudad de Salamanca, Guanajuato. Reciban nuestro abrazo solidario y sentidas condolencias las familias, y todos los compañeros de nuestra unidad petrolera que, lamentablemente, en Salamanca tuvieron este desenlace.
Descansen en paz.
Hoy, hace justo 79 años, el mundo escuchó asombrado la decisión México Nación, esto es, pueblo y Gobierno, de violentar la inercia de los modelos de explotación del petróleo que en esos años prosperaban en el mundo.
La tensión internacional que se vivía obligaba a los países a pertrecharse y buscar nuevos y urgentes reacomodos. Esos vientos tempestuosos eran los que soplaban durante la Administración del Presidente Lázaro Cárdenas del Río, y se sumaban a importantes conflictos internos que nuestro país vivía.
La industria del petróleo en México hacia meses que pasaba por su propio conflicto. En él, la digna y firme posición de los integrantes del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana, mereció el respaldo del pueblo y de múltiples organizaciones y gremios.
Aquél día de 1938, como pocas veces en nuestra historia, se mostró lo indispensable que es la alianza entre pueblo y Gobierno para aspirar a mejores niveles de desarrollo y bienestar.
México anunció su ambicioso propósito de sólo, a partir de sus propios recursos, promover el crecimiento de la industria petrolera nacional. Ni fácil, ni sencillo fue el camino, pero el periodo de expansión que vivió el mundo en los años siguientes ayudó a consolidar las expectativas de crecimiento de Petróleos Mexicanos.
Sin embargo, y lo sabemos bien, nunca ha existido para las sociedades un crecimiento permanente y uniforme, nuestro país no fue la excepción y a partir de los años 90 empezamos a ver situaciones inimaginables en la etapa de crecimiento.
PEMEX comenzó a padecer por la carencia de recursos, el diferimiento de proyectos, la falta de mantenimiento, la degradación de las instalaciones y aún el endeudamiento para financiar proyectos de inversión se convirtieron en constantes a lo largo de cada nuevo ejercicio.
La aparición de la crisis fue cuestión de tiempo.
De ese largo transitar tan brevemente descrito conviene recordar algunas situaciones que por constantes han pasado inadvertidas, pero conviene tenerlas presentes.
En el espléndido episodio de la expropiación, al que muchos aluden como si algo tuvieran que ver, fueron solamente los trabajadores petroleros los que aportaron desde el inicio de su profunda convicción sindicalista, su combatividad, su apego a la industria, pero, sobre todo, su confianza a las instituciones y las leyes de este país.
Ante la decisión del Presidente Cárdenas, fueron sólo los directamente involucrados, sino quienes asumieron la gran responsabilidad de mantener la operación de la industria, a pesar de las enormes dificultades que comenzaron a presentarse, fueron ellos, nuestros padres jubilados, quienes con absoluto compromiso en el país asumieron no sólo la responsabilidad operativa, sino, inclusive, quienes desempeñaron un tiempo como responsables de la administración de la nueva empresa.
Fueron ellos quienes aportaron la totalidad de los alcances que por ley les correspondía por su liquidación, como contribución para el apego, para el pago de la deuda, resultada de la expropiación.
Y si bien es importante recordar este aporte en el inicio, no menos lo es tener presente que fueron los trabajadores quienes consolidaron la etapa de prosperidad, pero sobre todo importa tener claro ante las calumnias que han sido en las etapas recientes de astringencia y dificultades económicas quienes se han convertido en el máximo elemento de estabilidad para el desempeño cotidiano de nuestra empresa.
Todos estos, compañeras y compañeros, que hoy representan a todo el sindicato petrolero y a la administración de Petróleos Mexicanos, son lo que, de manera cotidiana, con su empeño, hacen que nuestra empresa siga adelante.
Nunca, a pesar de las complicaciones que se han enfrentado, los trabajadores han dejado de cumplir su compromiso con PEMEX y con México. Nunca.
Señoras y señores:
A casi ocho décadas del episodio que hoy conmemoramos, es claro que muchas condiciones han cambiado. Y en ese cambio, en la lectura correcta y oportuna de él, lo sabemos bien, están implícitos el éxito o el fracaso de nuestro proyecto de Nación.
En las estrategias que a lo largo de las diferentes Administraciones ha implementado Petróleos Mexicanos, los trabajadores hemos respaldado de la única y mejor manera que nos correspondía: con el trabajo diario, responsable, eficiente y dedicado.
Éste es nuestro compromiso y nuestra responsabilidad. Nunca hemos pretendido asumir las tareas de la Administración. Tan es así, que ni siquiera en las intensas discusiones que con motivo de la Reforma Energética se suscitaron pretendimos influir, pues bien comprendimos que la trascendencia de la decisión que estaba en juego sólo podía ser validad con el libre ejercicio de la opinión de todas las posiciones políticas del país, representadas en el Congreso. Y así sucedió.
Un nuevo modelo de industria petrolera fue el resultado de esas intensas jornadas. Participamos en ese inédito escenario, con la conducción de un funcionario talentoso y capaz, como lo es nuestro amigo, el Director General José Antonio González Anaya.
Hoy, como hace 79 años, los petroleros aceptamos el reto. Creemos firmemente que, si pudimos consolidar a Petróleos Mexicanos, a pesar del boicot, ahora, con nuevas tecnologías y suficientes recursos comprometidos internacionalmente en el correcto uso de ellos, deberemos el firme camino del progreso. No tenemos duda.
Señor Presidente:
Desde la infinita soberbia o la ignorancia de la historia, puede creerse que el desarrollo de un país, o de una sociedad puede ser lineal y permanente, como si el simple voluntarismo fuese suficiente para ello y, tozudamente concluir en la sentencia de: si la realidad me contradice, peor para la realidad.
Los petroleros sabemos que construir es un trabajo arduo y frecuentemente ingrato, que construir para el futuro evitando el aplauso inmediato es una tentación que pocos resisten, y que denostar a partir de soluciones mágicas es casi la razón de vida de muchos actores de la vida política nacional.
Nosotros, las trabajadoras y los trabajadores que integramos nuestra organización sindical, le reiteramos nuestro compromiso con México y con usted, señor Presidente.
Sabemos que el reto es grande, pero siempre unidos lo hemos superado.
Confiamos en nuestra dedicación, en nuestra vocación de servicio, en nuestro apego a Petróleos Mexicanos y, sobre todo, en nuestro profundo amor por México.
Por supuesto, unidos venceremos.
Muchas gracias.