Totalitarismo
“Ha ocurrido un evento sobre el cual es difícil hablar e imposible callar”
Por el Dr. Héctor San Román A.
Analista Sociopolítico
Con mi afecto para el Senador de la República.
Dante Delgado Rannauro.
En su defensa al orden constitucional.
“No debes asombrarte de que la corrupción sea aceptada no solo en los círculos más viles, sino también por ese otro círculo de los más cultos, que se distinguen por sus togas.”
“Ha ocurrido un evento sobre el cual es difícil hablar e imposible callar; “La Constitución la Ley fundamental del Estado; y las eternas leyes de la justicia se han violado. El presidente del tribunal supremo trabajando sin pudor para otro poder, asume funciones que le impide el mandato constitucional.
….<Presidente: “¿Protestáis desempeñar leal y patrióticamente el cargo de Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que se os ha conferido y guardar y hacer guardar la Constitución política de los Estados Unidos mexicanos y las leyes que de ella emanen, mirando en todo por el bien y prosperidad de la nación?” Ministro: “Si protesto”.
Presidente: “Si no lo hiciereis así, que la Nación os lo demandé”…???
Si ocultamos los hechos renunciamos a ser libres. Si se oculta la verdad, nadie puede criticar el poder, porque no hay ninguna base sobre la que hacerlo. Si nada es verdad, todo es mentira, entonces los aplausos llevan el sello de una complicidad abyecta acostumbrada a desdeñar las instituciones y las leyes.
A Vladímir Ilich Uliánov o Lenin le debemos la incuestionable afirmación de que el populismo se asemeja al dios Jano “protector del Estado” que mira con un rostro hacia el pasado y, con el otro hacia el futuro. Sin embargo, definir el populismo no es una simpleza, pero es preciso intentarlo, ya que el populista invoca la idea de una construcción de subjetividades y modos de actuar políticos tendientes a destruir las instituciones, su obsesión “el totalitarismo”. La solidez de las instituciones son contrapeso y equilibrio, pero al “desmantelarlas”, el gobierno totalitario destruye entre otras, las bases del contrato social y el estado de bienestar.
En efecto, el populismo es una mezcla ambigua, que combina confusamente elementos primitivos en su afán de resolver problemas sociales de la modernidad: un cóctel explosivo de medios obsoletos y progresistas, de comportamientos reaccionarios y libertarios. Embriagado por los fines, corre siempre el riesgo de que sus mejores fines justifiquen sus más torpes decisiones.
La historia de los gobiernos populistas, muestran un liderazgo providencial de autoritarismo político y desdén institucional; retórica emocional autoafirmativa y canibalismo verbal contra quienes opinan de otra manera, desdén por reglas hacendarias y administrativas (por ende, bancarrota del Estado).
Sin mayores matices conceptuales y sin salvaguardar preceptos republicanos, con sobrada imaginación, repiten que es voluntad del pueblo bueno, dócil a la atracción del mal, y sin el menor pudor rompen el orden constitucional
Frente a tanta ambigüedad, el populismo, más que una realidad política, es hoy un dispositivo ideológico puesto al servicio del planteamiento conflictivo de esa realidad. Como cualquier otro dispositivo ideológico, su utilización beneficia a quien tiene el poder para definir ideológicamente una política determinada. En el contexto actual ese poder esta concentrado en una fuerza política artificial totalitaria con acciones políticas que pretenden imponer el consenso represivo. Y allí el aplauso se busca por medio del engaño y el cambio del orden constitucional.
Aristóteles, distinguió tres formas legítimas de gobierno: reino, aristocracia y democracia. Señaló que cada uno tiene sus sombras oscuras: la tiranía, la oligarquía y la mafia
Casi 29 meses de totalitarismo donde la verdad muere cuando se manifiesta hostilidad a la realidad verificable asumiendo la forma de presentar las obsesiones y mentiras como si fueran hechos reales; como el sumo poder en tiempo de los Cesares. Nada nos lo explica como lo que, por boca de Seneca, pudo decir Nerón al ser proclamado emperador del Imperio romano a los 17 años: “Yo soy el árbitro de la vida y de la muerte de los pueblos. El destino de todos está en mis manos. Lo que la fortuna quiera atribuir a cada cual, es mi boca la que ha de decir. De una respuesta mía depende la felicidad de las ciudades. Sin mi consentimiento, ninguna puede prosperar”. Se comprende que los semidioses pudieran resistir este poder, casi sobrenatural, sin que se le subiese a la cabeza; pero no a lo hombres de carne y hueso, porque enloquecen.
El perfil del dictador tiene una característica propia, está tan obsesionado con el poder totalitario que éste se transforma en su único objetivo. En estos casos, la psicopatía acentuada por los resentimientos personales y su obsesión por el poder pervierte y trastoca su personalidad.
Cuando pensamos en las pequeñas pasiones de los hombres en el poder, en la molicie de sus costumbres, en lo limitado de sus conocimientos, la hipocresía sobre una supuesta honestidad, en sus hábitos impetuosos y desordenados, en la supuesta moderación que manifiestan tanto en el vicio como en la virtud, no podemos abrigar duda alguna de que ese individuo es un tirano.
Te sometes a la tiranía cuando renuncias a la diferencia entre lo que quieres oír y lo que oyes realmente. Así pues, donde quiera que veas que la corrupción del lenguaje produce agrado, ten la seguridad que allí también las costumbres se han apartado de la rectitud. Esa renuncia a la realidad puede resultar natural y agradable, pero la consecuencia es tu desaparición como individuo, y por consiguiente el derrumbe de cualquier sistema político que pueda considerarse democrático.
Es necesario establecer una nueva relación con el pasado que nos permita el análisis de un presente carente de criterios ante los giros y transformaciones que lo caracterizan, tratemos por tanto, de realizar un diagnóstico de la época –una época de crisis intensísima en que el hombre, quiera o no, tiene que ejecutar otro gran viraje si ama la libertad– para lo cual es indispensable iniciar una investigación histórica a fin de buscar analogías con otras épocas tal como lo recomienda, Ortega y Gasset introduciendo una idea de historia lo cual implica “que no es posible entender de verdad algo del pasado sin que de rebote quede iluminado algo de nuestro presente y de nuestro porvenir”; más allá de su carácter reprobable, cargado de ilegalidad y violencia como lo que ha ocurrido con la mayoría morena en el senado de la República, “prolongar el mandato del presidente de la corte Arturo Zaldívar, violando el Art.97 constitucional: “Cada cuatro años el Pleno elegirá de entre sus miembros al Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el cual no podrá ser reelecto para el periodo inmediato posterior”. ¿Por qué?, porque en el fondo no es otra cosa que la manifestación y el efecto de una concepción autoritaria de quien desde la silla del Águila se apoya en la ignorancia y sumisión de una mayoría legislativa y, por la vía de una pseudo política que considera a la Constitución y sus Instituciones liquidadas o en extinción, porque todos ellos en complicidad se han empeñado en destruir.
Es el efecto no de una fatalidad democrática, sino de una política consciente y deliberada, aunque a menudo inconsciente de las consecuencias. Totalmente paradójica, ya que se trata de una política de despolitización, esta política que utiliza sin vergüenza el léxico de la libertad, liberalismo, democracia. Debemos fijarnos cuanto mal se oculta bajo esa fina membrana de aparente dignidad y contra esa política de despolitización urge restaurar la política, que no es otra cosa que el pensamiento y la acción política, y encontrar a esta acción su justo punto de aplicación y eso debe ser a partir de ahora.
La Constitución es la Ley fundamental de un Estado; está compuesta por un conjunto de normas supremas que dirigen la estructura y la relaciones entre los poderes públicos y la situación de los individuos frente al Estado. Está integrada por dos partes: dogmática: trata de los derechos fundamentales del hombre y contiene limitaciones del Estado frente a los particulares. Orgánica: organiza el poder público, estableciendo las facultades y sus órganos, dividiendo los poderes, no más.
Se ha disfrazado tan bien la realidad que intereses perversos enmascarados adulan a quienes enloquecidos por el poder sueñan que son dioses. Nunca las leyes generales y universales fueron tan impunemente violadas y selectivamente aplicadas, con un simulado respeto a la legalidad. El primado del derecho convive con el primado de la ilegalidad. Es “legal” para ellos violar flagrantemente la Constitución anulando la División de Poderes “Art.49. El Supremo Poder de la Federación se divide, para su ejercicio, en Legislativo, Ejecutivo y Judicial”.
Al totalitarismo; No le interesa el destino de una República, representativa, democrática, laica, federal, compuesta de Estados libres y soberanos en todo lo concerniente a su régimen interior; pero unidos en una federación establecida según los principios de nuestra Constitución en su Artículo 40.
¿Será necesario recordar que: El Presidente ha protestado guardar y hacer guardar la Constitución Política de las Estados Unidos Mexicanos y las leyes que dé ella emanen y desempeñar leal y patrióticamente su cargo: Art.87??
Llegará el día, cuando podamos caracterizar esta época, y el mayor horror será descubrir lo que callamos y permitimos; cuando cayó el verdadero honor, y, convertidos todos en mercaderes y venales, las atrocidades pudieron atribuírsele a las víctimas; los agresores fueron condecorados por su valentía en la lucha contra las agresiones; los ladrones fueron jueces; los grandes responsables políticos tuvieron una cualidad moral minúscula en comparación con la magnitud de las consecuencias de sus decisiones. Una época de excesos vividos como carencias; la codicia fue la base de todo, pero estaba asentada en una nube, la prueba de lo contrario fue prohibida por las pruebas a favor. Hubo inadaptados, aunque la inadaptación apenas se distinguía de la adaptación.
La opinión pública pasó a ser igual a la personal de quién tenía poder para publicitarla. El insulto se convirtió en el medio más eficaz del ignorante para hacer intelectualmente igual al sabio; cambiaron el nombre de las cosas para que estas se olvidaran de lo que significaban. La desigualdad pasó a llamarse mérito; la miseria, austeridad; la hipocresía, derechos humanos; la mentira, verdad absoluta; la narcodelincuencia, fraternidad; la propia inseguridad pasó a llamarse paz para que pudiera ser infinita; la atención a la pandemia fue endosada a un merolico para que no estorbara el futuro del eterno presente.
Todos los sexenios conllevan riesgos y tensiones, pero en éste se vive en permanente desequilibrio, tanto en lo individual como en lo colectivo. Las virtudes han sido cultivadas como vicios y los vicios como virtudes. El enaltecimiento de las virtudes o de la cualidad moral de alguien dejó de residir en algún critério de mérito propio para convertirse en el simple reflejo del envilecimiento, de la degradación o negación de las cualidades o virtudes ajenas. Se creía que la oscuridad iluminaba la luz, y no al revés.
En una democracia, ningún crimen es mayor y ningún delito menor que la traición. Quien viola la Constitución debe ser castigado por traicionar su juramento. Reverentes y atónitos recordemos las palabras de Virgilio: ¿Quien diré que eres? Pues ni tu rostro es de mortal, ni tu voz suena humana….Seas quien seas, ayúdanos y aligera nuestros trabajos.