Tailandia frente al caos político sembrado por la movilidad social
Por Jorge Navarro Lucio*
La noticia de la renuncia del Ministro de Relaciones Exteriores de Tailandia, Tej Bunnag, marco el inicio de una nueva etapa en el contexto de la crisis política que desde hace tres años padece esta nación. Al renunciar mandó un claro signo de que el primer ministro Samak Sundaravej pronto dejaría el poder ya sea por la vía de las instituciones o por la fuerza de las movilizaciones. Samak tenía los días contados y su capacidad de gobernar estaba profundamente mermada.
Tej, diplomático de carrera, tomó la batuta del ministerio de Relaciones Exteriores en julio pasado y abruptamente decidió el 3 de septiembre alejarse de las esferas del poder gubernamental cuando la crisis política llegaba a su cenit. Analistas consideran que Tej posiblemente estimó que si permanecía en el gabinete su prestigio político podría quedar en entredicho o quizá renunció porque el mismo Rey Bhumibol Adulyadej se lo pidió.
No es secreto, que Samak utilizó la figura de Tej para consolidarse en el poder, sabia de su cercanía con el Palacio Real. Samak consideró que esa relación le rendiría frutos y le daría un sentido ético político a su gestión gubernamental que por otra parte estaba popularmente cuestionada en especial por las clases medias y las elites de Bangkok. Samak, desde un principio, fue considerado por las elites intelectuales como un aliado incondicional de Taksin Shinawatra.
Samak ascendió al poder en diciembre de 2007, al reagrupar las fuerzas políticas del partido oficial Tai Rak Tai el cual había padecido una severa crisis tras el derrocamiento de su líder principal Taksin Shinawatra. Samak fue capaz de reencausar las huestes leales a Taksin y atraer a las células políticas del Tai Rak Tai para reagruparlas en torno a un nuevo partido político: el Partido del Poder Popular (PPP).
Tej fue un perfecto alfil político. Le permitió al PPP elevar su estatura de bisoño a instituto político y afianzarse dentro de las estructuras de poder como un ente de cambio y de gestión ética en la esfera gubernamental. Tej desde el inicio de su encargo tomo un papel protagónico, reconstruyó las relaciones diplomáticas con Camboya, formalizó varios acuerdos regionales, gestionó visitas de Estado a Laos y Myanmar, acompaño a Samak a la inauguración de los juegos olímpicos de China y reconfiguró el servicio exterior de carrera tailandés.
Samak Sundaravej no tuvo el criterio ni la sensibilidad política para armar una estrategia de gobierno que lo afianzara en el poder. Sus acciones motivaron al pueblo a organizarse y no pudo evitar la agudización del problema político. Peor aún declaró el 4 de septiembre un estado de emergencia precisamente en los momentos en que la sociedad había armado una compleja red de movilizaciones y de desobediencia civil. El estado de emergencia no funcionó ni tampoco sus pretensiones de que las partes involucradas en el conflicto llegaran a un acuerdo político nacional para llamar, vía Parlamento, a un referéndum revocatorio de mandato.
Esa hubiera sido la solución para permanecer en el poder pero no tenía el suficiente oxigeno político para lograrlo. Aunque tenía de su lado a las células políticas del PPP de arraigo campesino y popular no podía movilizarlas sin la aprobación parlamentaria del referéndum revocatorio.
Bangkok vive una de las tensiones sociales y políticas más profundas de los últimos 16 años, frente al palacio de gobierno se encuentran en campamento permanente miembros del Partido Alianza Democrática (PAD) quienes manifiestan que no se retiran hasta que los incondicionales políticos de Taksin y Samak estén fuera de la esfera de gubernamental .
A la movilización del PAD se han sumado las organizaciones sindicales de empresas estatales que desde el inicio de la crisis política amenazan con cortar el suministro de agua y energía eléctrica en todo el país en caso de el gobierno decida usar la fuerza pública en su contra. Ya demostraron su capacidad de movilización al cerrar por dos días los aeropuertos de Hat Yai y Pukhet.
Lo que se advierte por ahora es que un estado de emergencia no funciona en el contexto político actual tal como quedó demostrado cuando se impuso porque lo único que resaltó fue la profunda división que existía entre el gobierno y las fuerzas castrenses. En aquel momento los militares decidieron no acatar la orden de desalojar a los manifestantes postrados frente al palacio de gobierno, ni enfrentar a las organizaciones sindicales.
El General Anupong Paochinda, jefe del ejército, dejó en claro que los militares no intervienen ni se entremeten en crisis políticas. Anupong sostuvo que cualquier arreglo político nacional debe alcanzarse de conformidad a lo establecido por el derecho vigente y debe pasar por el Parlamento. Por lo pronto Samak dejó el gobierno, enfrenta cargos penales y trata de mover los hilos del PPP en favor de un testaferro. El Parlamento agobiado por este desenlace se pone de acuerdo para darle una salida política a la crisis de gobernabilidad que padece Tailandia desde los últimos 3 años.
Las clases medias que en su momento apoyaron las movilizaciones sociales del PAD por ahora añoran el estado de gobernabilidad que impulsó Taksin en su momento. Taksin tenía a su favor el voto duro de los campesinos a quienes les apoyó con créditos rurales y servicios médicos gratuitos. Por ello un referéndum revocatorio hubiera sido una estrategia atinada para permanecer en el poder ya que el PPP tenía la capacidad de movilizar el voto de los campesinos y de los pobres.
La declaratoria de emergencia se vio como una broma de mal gusto más que como una política pública atinada. En su momento prescribió condiciones difíciles de cumplir. Mientras la “marea amarilla”, conformada por cientos de militantes del PAD permanecía postrada en campamento frente a palacio de gobierno, las declaratorias de emergencia se las llevaba el afluente del Chao Phraya, tal y como se dice por esos lares.
La declaratoria de emergencia prohibía concentraciones de más de cinco personas en la vía pública cuando en las calles de Bangkok, las concentraciones populares son parte integral de la cultura. Para tomar el transporte siempre se forman filas de más de 10 personas o se agrupan caóticamente (orden al estilo asiático) en los parabuses. En las calles de Pat Pong o en la avenida Silom diariamente pululan cientos de informales que venden comida, artesanías y mercancía de imitación sin que trastornen en lo más mínimo el orden público.
Además después de la 6 de la tarde en Pat Pong, un conjunto de sois (callejones), es visitado cotidianamente por cientos de turistas y locales que se arremolinan en torno a los bares, los centros de entretenimiento, los restaurantes, las salas de masaje y los puestos de vendimias.
Desde el derrocamiento de Taksin Shinawatra (exiliado en Londres), la turbulencia política no ha cesado en el país y ha paralizado, ya por varios meses, los principales sectores productivos de la economía: el turismo (que representa el 6% del PIB), el sector financiero, las inversiones extranjeras directas y el comercio exterior. Como consecuencia de ello, el 2 de septiembre, se deslizó el baht a su cotización más baja en los últimos 13 meses de 34.50 a 52 bhats por dólar y el mercado accionario se desplomó en casi un 24 por ciento.
Por ahora el pueblo tendrá que reflexionar sobre su futuro político ya sea plantear con realismo su viabilidad a la vida institucional aceptando los partidos políticos existentes y sus líderes o tirar la toalla de la democracia para instaurar en su lugar un gobierno autoritario que le de gobernabilidad, crecimiento económico y estabilidad social al país.
Jorge Navarro Lucio fue Encargado de Negocios, a.i.,
de la Embajada de México en Tailandia de 1994 a 1995.