“Que nadie dé por muerto al PRI”: Claudia Ruiz Massieu
– “Este 90 aniversario es una oportunidad para ver hacia delante, para reformular nuestra oferta de acción política para el México de hoy y el México de mañana”, señaló la Presidenta del CEN del tricolor.
– “Hoy, estamos llamados a iniciar una nueva transformación”: fue el llamado de Ruiz Massieu ante la militancia priista nacional.
– “90 años de ejercicio de gobierno arrojan claroscuros, una historia de luces y sombras, en la que, no obstante, la constante siempre ha sido la política del consenso, la política propositiva y la política de resultados”, expreso la Presidenta del PRI.
Muy buenas noches.
Saludo con cariño a todas las consejeras y consejeros políticos nacionales, que representan la diversidad y el carácter nacional de nuestro partido.
Saludo con afecto a los gobernadores, que en sus estados dejan muy en alto el nombre de nuestro instituto político.
Saludo con profundo reconocimiento a las señoras ex presidentas y señores ex presidentes, militantes leales que, en su tiempo y circunstancia, condujeron con dignidad a nuestro instituto político.
Igualmente saludo a las legisladoras y legisladores federales y locales, a los dirigentes de sectores y organizaciones de nuestro partido, a los dirigentes estatales y municipales.
Saludo con especial reconocimiento a los cuatro aspirantes a la gubernatura de Puebla, que hoy nos acompañan, y a los integrantes de la Orquesta Sinfónica del Estado de México.
Compañeras y compañeros:
Este 90 aniversario es una conmemoración de nuestra historia, pero ante todo, es una oportunidad para ver hacia delante, para reformular nuestra oferta de acción política para el México de hoy y el México de mañana.
Todo partido que quiera mantener su vigencia debe estar en permanente evolución. Quien se pierde en la melancolía del pasado, deja de pensar en el porvenir y pierde la capacidad para hablar con las generaciones del futuro.
Hoy, estamos llamados a iniciar una nueva transformación.
Nuestro partido nace como la organización política nacional, que habría de institucionalizar la lucha por el poder político, para hacer realidad los postulados políticos y sociales de la Revolución, contenidos en la Constitución de 1917.
A nivel intelectual y teórico, el proyecto del país se había consensuado, pero a nivel operativo y práctico no había todavía una fuerza política capaz de materializarlo.
De esta forma, nuestro partido surge como el ejecutor social del programa revolucionario, el puente político entre las consignas de la Revolución y las realidades sociales de la población.
En un país desarticulado y confrontado, el surgimiento del PNR significó también el triunfo de la política sobre la violencia; el triunfo de la política sobre la circunstancia; el triunfo de la política que gobierna para hacer realidad una obra colectiva, sobre el caudillismo que usa al Estado para apuntalar un proyecto personal.
El partido aglutinó a todos los cacicazgos y grupos de la Revolución, no para cancelar la pluralidad revolucionaria, sino para encausarla hacia la construcción de un proyecto de país.
Su función fue hacer unidad de la pluralidad, transformar la diversidad de las facciones en una comunidad de propósitos.
En nueve décadas de existencia, el PRI se ha sabido transformar acorde a los cambios de la realidad nacional, para tener una mayor eficacia como gobierno y como partido.
Pasamos de ser un partido de cuadros a un partido de masas, que incorporó a la vida política a los dos grandes protagonistas de la revolución: los campesinos y los obreros.
El impulso y la visión de sus mujeres y hombres han sido determinantes para forjar las instituciones del Estado mexicano, para lograr el tránsito de un país rural a uno urbano, industrializado y conectado, y para modelar un sistema político fundado en los valores de la democracia liberal.
De esta forma, el PRI se fue transformando a medida que se hacía realidad el proyecto de la Revolución, tanto cuando se conquistaban éxitos como cuando se hacían evidentes sus insuficiencias.
La relación del PRI con la realidad social es una dialéctica política permanente, donde la reinvención ha sido la constante que nos ha permitido seguir vigentes.
Cuando en su momento así lo exigía el desarrollo del país, vivimos una etapa de nacionalismo cerrado, centrado en crear industrias propias, en gran medida tuteladas por el Estado.
Sin embargo, cuando ese modelo se agotó hace más de 30 años, el PRI supo cambiar y encontrar en la apertura al mundo no una amenaza, sino una nueva forma de crear oportunidades de desarrollo, empleo y bienestar.
En consonancia con la evolución democrática de México, el PRI hizo el tránsito de partido hegemónico a partido dominante y, posteriormente, con la apertura del sistema electoral, dimos el paso a ser un partido en plena competencia democrática y pluripartidista.
Sin duda, 90 años de ejercicio de gobierno arrojan claroscuros, una historia de luces y sombras, en la que, no obstante, la constante siempre ha sido la política del consenso, la política propositiva y la política de resultados.
Esto es lo que ha representado nuestro partido hoy en México: la solución política que construye ante la tensión social que amenaza con dividir.
En un ambiente polarizado, entre quienes plantean desmantelar las instituciones y obviar las instancias de representación, y aquéllos que tienen una visión conservadora de la realidad, apegada a sus principios religiosos, el PRI se presenta como la alternativa del equilibrio y la gobernabilidad.
Representamos la convicción de que se puede hacer justicia social sin coartar el libre mercado, ni esperar que éste resuelva las desigualdades.
Representamos la idea de que nuestra apertura al mundo no es contradictoria con la defensa de nuestra soberanía.
El PRI representa la certeza de que se puede ser, al mismo tiempo, un gobierno democrático y un gobierno eficiente. Un gobierno que construye acuerdos políticos desde la fuerza de las razones, no un gobierno que avasalle desde la fuerza de los números.
La propuesta de que en la construcción del México que queremos, el sector público, el sector privado y el sector social no somos enemigos, sino aliados para crear desarrollo incluyente.
El PRI representa la política que concilia la capacidad técnica con la sensibilidad social, que reivindica, y no descalifica, el trabajo de los servidores públicos.
Llegamos a nuestros 90 años, con la tarea de repensarnos de cara al siglo XXI.
Así como la doctrina de la Revolución Mexicana fue la interpretación que en las primeras décadas del siglo XX se hizo de los postulados libertarios del movimiento de Independencia de Hidalgo y Morelos, y de las tesis liberales de Juárez y de la generación de la Reforma, los priistas de hoy debemos hacer un esfuerzo de reelaboración ideológica, no para suplantar la ideología de la Revolución, sino para reinterpretarla a la luz de las exigencias del momento que enfrentamos.
Tenemos que iniciar una nueva etapa del pensamiento revolucionario, que actualice las ideas liberales de Madero, Carranza, Calles, Cárdenas y Colosio, para que hoy y en el futuro, sigan teniendo vigencia.
Articulemos la definición ideológica que nos aglutine en este momento complejo del siglo XXI, reformulemos nuestra oferta programática para plantear la alternativa de desarrollo e inclusión, de democracia y justicia social que el pueblo de México exige del partido histórico de la Revolución Mexicana.
Asumamos que la revolución es un proceso permanente de transformación, siempre inacabado, en el que tenemos que concurrir con principios firmes y congruencia ideológica, con sentido histórico, para defender las instituciones que le han dado estabilidad y modernidad a la nación.
Pero también asumamos que tenemos que imaginar las formas y medios que permitan avanzar en el cumplimiento de la oferta revolucionaria de que todos los mexicanos tengamos igualdad en las oportunidades y disfrutemos de los mismos derechos.
En el momento de nuestra fundación nos comprometimos con los campesinos, los trabajadores y las clases menos favorecidas, que aún después de 90 años de esfuerzos, siguen esperando que se hagan realidad los postulados de la Revolución.
No les podemos fallar.
Estamos ante el fin de una era y debemos estar a la altura de las circunstancias.
Los ciudadanos exigen más del PRI porque a lo largo de su historia ha sido el gran artífice del desarrollo nacional y el depositario de las expectativas de la gente.
Hoy, como en el pasado, nuestro partido habrá de emprender un proceso de renovación que nos permita responder a los nuevos tiempos.
Porque si bien impulsamos la democracia hacia afuera, no lo hicimos al interior del partido, lo que nos hizo alejarnos de la ciudadanía y de nuestra propia militancia.
Ya hemos decidido que el camino de la renovación será por la vía de la democracia, de la participación libre y directa de la militancia.
Tengo la plena confianza de que el partido que supo construir las instituciones que garantizan la democracia y la pluralidad en el México de hoy, tendrá la madurez política para llevar a cabo un proceso interno ordenado, basado en las propuestas y no en la descalificación.
Sé que la generosidad de todos los militantes sabrá evadir los riesgos de la división y del encono. Por estas razones, nuestro aniversario no sólo es para rememorar, sino sobre todo para proyectar nuestro futuro.
Como en cada momento que nuestro partido ha iniciado una nueva etapa, hoy debemos, con decisión, asumir la responsabilidad que tenemos con nuestra historia, con el legado que hemos construido y, sobre todo, con México.
Hacia afuera del partido, debemos consolidarnos como la mejor alternativa.
Donde gobernamos, debemos hacerlo con eficacia y transparencia; con honestidad y cercanía, dando resultados, ejerciendo el poder con ética y con responsabilidad.
Como oposición, debemos hacer crítica con propuesta, defender las instituciones que le han dado estabilidad y progreso a la República, al sistema federal, la soberanía de la nación y el régimen democrático de derechos y libertades que hemos construido.
Pensemos la manera de recrear el presidencialismo democrático y hacer realidad nuestros compromisos con la justicia social.
Hacia el interior del partido, debemos ser congruentes con la convicción democrática que defendemos para México, y profundizar la democratización de la vida partidista, dándole a la militancia la centralidad que debe tener en las decisiones del partido.
Construyamos mejores equilibrios entre la visión de las dirigencias y el sentir de nuestras bases.
Valoricemos la lealtad de nuestros militantes y evitemos la falsa prevalencia de un tipo de militante sobre otro: tan importante es el cuadro que desde lo público ha hecho realidad los compromisos del partido, como el dirigente o líder de base que ha dedicado su vida a llevar los postulados del PRI y de sus candidatos puerta a puerta, acercándose a la ciudadanía.
Todos somos militantes y todos somos necesarios en esta etapa de renovación.
Compañeras y compañeros:
Sí la militancia se ejerce todos los días, si no hay un momento más importante para asumir, las tareas del militante y las obligaciones que tenemos con nuestro instituto político como los grandes momentos de retos, hoy como militante y dirigente, en estos momentos de grandes retos y de oportunidades, refrendo mi lealtad y mi compromiso con nuestro instituto político, nunca me he sentido más orgullosa de ser priista.
Al comprometer mi voluntad indeclinable con la confianza de mis pares, de ustedes, dije algo que he creído durante toda mi carrera: que la expresión más elevada, más genuina y más valiosa del priismo no es la dirigencia, sino la militancia, porque la militancia es algo que nos une a todos; mientras la labor de un dirigente es, por fuerza temporal, el trabajo de la militancia es permanente.
La militancia está llamada a ser hoy, más que nunca, el puente entre partido y sociedad; el trabajo de esta militancia es imprescindible para forjar una nueva alianza con los mexicanos.
Sólo desde la militancia podemos construir el partido del siglo XXI que anhelamos: un partido más abierto y democrático, más horizontal, más flexible, y congruente y cercano a la gente.
Un partido de causas claras, un partido que toma partido. Un partido revolucionario que se transforma para seguir sirviendo, un partido institucional con el Estado mexican.
Un partido cercano e incluyente con los jóvenes, con las mujeres, con los grupos indígenas y con los campesinos. Un partido plural, que encuentra la fuerza de la unidad en la riqueza de su diversidad.
La reconstrucción del PRI es sólo el primer paso para reencontrarnos con la sociedad, para recuperar el terreno perdido y para volver a ganar la confianza mayoritaria del pueblo de México.
Amigas y amigos:
El PRI nació para servir a México.
Los priistas celebramos nuestros 90 años orgullosos de nuestro pasado y con la frente en alto, dispuestos a construir el futuro.
Hoy los priistas vemos hacia delante. Tenemos la obligación de hacer que vuelva a triunfar la política, la buena política, la del entendimiento y la de cercanía, la del servicio ético.
La política que construye un proyecto colectivo por sobre los intereses y visiones personales; la buena política que sabemos hacer y seguiremos haciendo los priistas.
Hoy los mexicanos se preguntan: ¿cómo llega el PRI a sus 90 años?
Los priistas respondemos: con unidad y firmeza.
Con la unidad para resistir la tentación de la inmediatez, con la firmeza para alejarnos del cambio sin dirección.
Con la unidad para llevar a cabo un proceso de reflexión propositiva, con la firmeza para ec har a andar un proceso de transformación.
Con la unidad para renovarnos, no desde el dolor ni el enojo, sino con la firmeza para buscar una reestructuración basada en el consenso y la estrategia.
Con la unidad que nos brinda la oportunidad de dialogar abiertamente, y con la firmeza que nos brinda la oportunidad de inaugurar una nueva etapa de entendimientos, de acuerdos y de concertación.
Porque en política, la unidad y firmeza son el antídoto contra la división que destruye y contra la debilidad que sacrifica los principios y valores.
Apertrechados en nuestra historia, con nuestro oficio político y con nuestra presencia territorial, con nuestra unidad y, sobre todo, con nuestra militancia; arropados bajo el nuevo consenso democrático que nos hemos dado; orgullosos de nuestro pasado y con la frente en alto, unidos y en un proceso de renovación profunda, así llegamos los priistas a conmemorar 90 años, listos para recuperar la confianza ciudadana, listos para seguir sirviendo con pasión y con amor a México.
¡Que viva el PRI!