Por una Democracia Progresista
Análisis de la obra editorial más reciente del Ing. Cuauhtémoc Cárdenas
Por el Dr. Héctor San Román A
Analista Sociopolítico
Traspasando ocho décadas de vida el Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas sigue siendo una de las voces más pertinaces, activas y lúcidas entre quienes nos preocupa la crisis de la República. En su reciente libro <<Por una Democracia Progresista>> reflexiona sobre las que considera las problemáticas más acuciantes e impostergables de nuestro desarrollo político, económico y social. Trazando una radiografía puntual, erudita y sin concesiones sobre el país que estamos dejando cómo herencia a nuestros hijos, nietos.… a las nuevas generaciones; un grave riesgo ante amenazas como el cambio climático, la pandemia, el desempleo, la inseguridad, la desigualdad, la pobreza y las desviaciones de nuestra vida democrática e invita a un debate sobre el presente para retomar el camino hacia un futuro mejor.
Político reconocido por la intensidad de un compromiso personal con la Revolución Mexicana y la democracia, por su juicio y dialéctica; tres veces candidato a la presidencia de la República es un hombre sin resentimientos, nos habla de sus intentos por contribuir a enderezar el rumbo de nuestro país, cuando era gobernador de Michoacán. Hoy retoma esa idea en las pagina de este su reciente libro, “Sin embargo la situación actual es muy distinta a la de entonces (1985)”, pero nos hace recordar el nefasto “Consenso de Washington”, el destructivo “neoliberalismo”; la creciente pobreza y la profunda desigualdad, agravada por los efectos de la pandemia. Por cierto a mi juicio como médico mal manejada.
Con la lectura de <<Por una Democracia Progresista>> podremos identificar la fuente del problema: desviaciones y claudicaciones políticas por un lado, y políticas que han mercantilizado y corrompido nuestra democracia por otro. Solo una ciudadanía comprometida puede luchar por establecer un Estado social más justo, y sólo podremos hacerlo si entendemos la profundidad de ese reto y sus dimensiones. No es demasiado tarde para recuperar nuestro lugar como sociedad ni la noción de quienes somos como país. La desigualdad cada vez más extendida y profunda que padecemos no está impulsada por leyes económicas inmutables, sino por leyes que hemos permitido la redacten legisladores sumisos e ignorantes, que empleando su mayoría con inmoralidad ocultan sus fines, sin considerar los efectos de una conducta reprobable, violan la Constitución y son enemigos de una democracia progresista.
Es evidente desde que la Revolución mexicana fue asaltada por las fuerzas de la oligarquía para acelerar y arbitrar la continua expansión del capitalismo a través de reformas estructurales neoliberales, pero tarde hemos localizado la fuente del problema y sus consecuencias, el tiempo histórico de la colonia no ha desaparecido de las mentes confusas de quienes no la dan por concluida y retorna cada vez que la duda, la ignorancia o la política desvían los fines positivos históricos de la nación. Se ha olvidado lo que representa el Estado mexicano y hay grupos que pretenden liquidarlo, pero en esta lectura sabemos en que nos hemos equivocado y tenemos que reencauzar el camino. Sólo una ciudadanía responsable puede luchar por restablecer el Estado social y el Estado de derecho, y sólo podrá hacerlo si entiende, identifica y reprueba la irracional actividad de los enemigos de la República, la Constitución e Instituciones.
Aceptemos que existe una teoría de lo que se conoce como revolución pasiva que pone de relieve los procesos de acumulación de capital en México y han definido una forma de Estado y están insertos dentro de desarrollo desigual y combinado del capitalismo global; al parecer se ha olvidado que: la Revolución mexicana es más que significativa, ya que nació directamente de las contradicciones dentro del imperio mundial, y porque fue la primera de las grandes revoluciones en el mundo colonial y dependiente en la que las masas trabajadoras desempeñaron un papel primordial, bastaría con recordar la lucha de Ricardo y Enrique Flores Magón y sus proclamas en el periódico Regeneración.
Es necesario recordar que la democracia no gira sólo en torno a las instituciones, al binomio Estado/individuo y a la mediación del Estado de derecho, ni sólo en torno al hombre económico y a sus exigencias y contradicciones. Para que exista una democracia debe existir también una sociedad democrática, es decir una pluralidad de intereses y de poderes sociales difusos, distintos del poder político y que no se pueden someter a él: esos poderes sociales son los poderes económicos privados, pero también los poderes asociativos de los sindicatos, incluyendo a las clases medias y hoy en día, una serie de poderes neutrales de garantía; entendidos como autoridades. Sin embargo, no hay democracia allí donde, si bien se respetan algunos principios del pensamiento democrático, la sociedad se impregna de un espíritu y prácticas antidemocráticas: por ejemplo, una sociedad en la cual no sea posible la libertad de expresión o no se respetan los principios y derechos fundamentales de los trabajadores, una sociedad en la cual se controla la información o se la obliga al conformismo, una sociedad en la cual conviven “grupos” que no dialogan entre sí. No hay democracia donde no existen contrapoderes sociales, donde el Estado, aunque conserve una formal tripartición de los poderes soberanos y una formal legitimación electoral, el Ejecutivo sea el único actor político y pueda hacer lo que quiere con la sociedad y los individuos sin encontrar resistencia alguna.
De acuerdo con Jürgen Habermas: “la sociedad, y sobre todo ella, debe contribuir a la afirmación de la razón moderna, es decir de la democracia, que necesita del nexo estratégico, constructivo, entre el individuo y las instituciones políticas pero también del nexo expresivo y argumentativo entre razón y sociedad, es decir de una razón que ponga en comunicación racional, no sólo instrumental, a los sujetos cada vez más numerosos que actúan en la sociedad, que el dinamismo de la economía conduce a encuentros y desencuentros”.
La democracia quiere una sociedad abierta, cruzada por el logos, cuyos sujetos son personas, no sólo funciones políticas (ciudadanos) o económicas (trabajo y capital). Por lo tanto, la libertad de asociación (típica del liberalismo moderno junto con las libertades civiles, y económicas) debe ser también una libertad cultural: una sociedad no es democrática si no se ve enriquecida por centros de producción y difusión de la cultura (universidades, editoriales, periódicos, centros culturales, medios de comunicación masiva) fuertes, autónomos y en competencia entre sí”. No existe una sociedad democrática con un pensamiento único, o sin pensamiento.
Aclaremos que es importante la Recuperación de un Proyecto de Nación y que democracia progresista se entiende bajo un contexto donde no solo es un mero dato cronológico sino una respuesta madura en términos de racionalismo político y de Estado para responder a las grandes crisis que sacuden al país, y la tarea es: democratizar la institucionalidad nacional, contar con una economía que crezca de manera sostenida en el largo plazo, con sustentabilidad social y ambiental, y una sociedad igualitaria, el reto es que requiere del esfuerzo más grande por parte de una mayoría de los mexicanos, ¿será mucho pedir ese esfuerzo a quienes nos interesa reconstruir las instituciones de la República, el Estado social y el Estado de derecho?
Coincido con su apreciación sobre la Revolución Mexicana, como movimiento ideológico, político y social; la construcción de Instituciones y el posterior periodo de desmantelamiento institucionalizado, subordinación y retroceso material que ha seguido, en el que ya no ha habido gobiernos que se precien de revolucionarios. “La Revolución Mexicana estalló contra la dictadura porfiriana al grito de “¡Sufragio efectivo! ¡No Reelección!”. Ese es un punto de partida incuestionable de nuestra Constitución política.
Somos libres de cambiar el mundo y de comenzar algo nuevo.
Sin la libertad mental para negar o afirmar la existencia, para decir “sí” o “no” —no simplemente para expresar acuerdo o desacuerdo con declaraciones o propuestas, sino con las cosas tal como se presentan, más allá del acuerdo o del desacuerdo, a nuestros órganos de percepción y cognición— ninguna acción sería posible; y la acción es, desde luego, la verdadera materia prima de la política. Hanna Harendt.
“Desconozco si nuestro desenvolvimiento político, social, económico cultural nos llevará al socialismo. No creo que sea el momento de discutir lo que deba o no entenderse en detalle por socialismo, ni que lo que resultará de ese debate debiera ser el proyecto por instrumentar en nuestro país. De lo que sí tengo certeza es que el interés individual habrá de anteponer el colectivo, que la igualdad tendrá que estar presente en lo interno y en lo internacional y que no se puede y no se debe seguir en la caída en todos los órdenes, como ha ocurrido en estas últimas décadas”. (consideró, se refiere a lo que vivimos en el transcurso del siglo XXI) “Conviene pensar en lo mucho que no se corrigió anteriormente para no repetir errores”. Pero el tobogán de deterioro que prevalece en la actualidad no puede ni debe ser el destino de México. Lo que percibo es que sectores muy amplios de mexicanos aspiran a lo que entiendo por una vida en democracia con respeto y capacidad de ejercicio de derechos y obligaciones, con una vida digna y sin apremios, con oportunidades para todos y sin privilegios injustos o mal habidos”.
La historia decidirá si la palabra socialismo está definitivamente muerta y debe ser reemplazada. La opinión de Thomas Piketty, es que puede salvarse, y de hecho sigue siendo el término más apropiado para designar la idea de un sistema económico alternativo al capitalismo. En cualquier caso, uno no puede contentarse con estar <en contra> del capitalismo o del neoliberalismo: hay que estar también y sobre todo <a favor de> otra cosa, lo que exige ser capaz de definir con precisión el sistema económico ideal que uno desearía poner en práctica, la sociedad justa que uno tiene en mente, sea cual sea el nombre que finalmente decida darle. ¿Democracia Progresista? O ¿Social Democracia? ¿cual es el término más apropiado para responder a las contradicciones de nuestra democracia que parece una sola voz, la del poder absoluto en todas sus determinaciones?
El capítulo X de este libro, nos habla de la Constitución del 5 de febrero de 1917 carta fundamental en la que la Revolución Mexicana concretó su proyecto de nación. En su contenido los artículos 3o, 27, 39, 123 y 130 desde el punto de vista del Ing. Cárdenas se define su posición político- ideológica. Yo agregaría el artículo 83 de nuestra Carta Magna. Para que nadie tenga la osadía o desvergüenza de pretender reelegirse violando la Constitución.
Una respuesta de contenido social cuya eficacia, en términos políticos, sociales y económicos, perduró hasta fines de las décadas de 1970 o 1980, si bien a través de gigantescas deformaciones históricas, y cuya capacidad propositiva y formativa se agotó bajo el impulso de las fuerzas de la globalización. Las instituciones de la Revolución y la democracia necesitan un mínimo elemento de esperanza en que las cosas mejorarán en el futuro o al menos que las pérdidas no serán demasiado importantes porque la ira y el enfado siempre estarán al alcance cuando llega a la decepción.
En el capítulo XIII habla sobre la intensa edificación institucional y la expansión de la presencia e implantación del Estado mediante la educación, “Avance en el reparto de la tierra; creación de la Universidad de México y fuerte impulso a la educación; creación del Banco de México, la Comisión Nacional de Caminos, la Comisión Nacional de Irrigación, la Secretaría de Educación Pública y las brigadas culturales de ésta: la edición de libros y su amplia distribución, Autonomía Universitaria, la expedición de la Ley Federal del Trabajo y la creación de Nacional Financiera. Todo ello no exentos de convulsiones políticas.
Podemos leer sobre el Plan Sexenal y con ello recordamos la llamada crisis de junio de 1935 que obligaría a Plutarco Elías Calles a salir del país, a Cárdenas a deshacerse de su primer gabinete y a Ezequiel Padilla a una rendición de cuentas “sobre su comunicado de prensa” ante el presidente Lázaro Cárdenas. El quebranto de amistad no era una disputa por el poder, que era constitucional en el presidente Cárdenas, sino para fijar una política anunciada en el Plan Sexenal. Y el recuento histórico nos dice que cien mil obreros se manifestaron en apoyo al presidente Cárdenas.
Los cambios estaban escritos. Ninguno, en aquel entonces, advirtió que el Plan sería el compromiso secreto de un hombre silencioso: Lázaro Cárdenas. por ello pudo decir el 1 de septiembre de 1935:
“Apenas iniciada la vida del gobierno que presido y delineadas sus tendencias hacia el exacto cumplimiento del programa del Plan Sexenal, surgieron inesperadamente acontecimientos políticos que plantearon un serio problema de intranquilidad general, que amenazaban minar las bases del régimen republicano y destruir el principio de nuestras instituciones legales”. <Una ironía histórica: el Plan Sexenal del PNR>. El 30 de marzo de 1938 fue disuelto el PNR, fundándose, para una “democracia de trabajadores”, el Partido de la Revolución Mexicana (PRM). 12 días después de la expropiación de las compañías petroleras. Y otro rumbo tomó el Plan Sexenal.
Paginas más adelante en el capítulo XV escribe sobre el Presidente Lázaro Cárdenas, como un hombre de la Revolución, “pero no de toda la Revolución, sino de sus sectores mejor definidos y, en su momento, decisivamente de avanzada”; la unificación y organización de los trabajadores. Y en su campaña había señalado:
“La cooperación que la Revolución solicita de los obreros y campesinos no consiste en la celebración de manifestaciones y en el lanzamiento de vítores entusiastas, sino de en una preocupación constante por agruparse en un solo frente, por despojarse de los principios que estorban su marcha ascendente, por arrollar todos los obstáculos que se opongan a triunfo de los postulados de renovación social”.
Algo que me llamó la atención en la lectura fueron estos párrafos: “cuando en diferentes momentos y circunstancias se mencionó a Lázaro Cárdenas como comunista, su respuesta fue siempre en el tono siguiente:….estoy seguro que nadie podrá señalarme una sola frase en la que haya declarado al comunismo como mi doctrina o como la inspiración de mi política”.
“En ese salón he recibido numerosas comisiones de obreros. Ninguno de ellos, hasta ahora, me ha hablado, en sus conflictos con el capital, de soluciones comunistas y cuando los he constreñido a definir su ideología, se han declarado ajenos a ese sistema que no responde a las condiciones propias de nuestro país”.
Y en efecto mi militancia en el sector obrero desde joven y como miembro del Comité Nacional de la otrora poderosa CTM, jamás en Congresos o Asambleas nacionales escuche algún pronunciamiento al respecto y muchos de aquellos jóvenes éramos considerados de la llamada ala izquierda de la Revolución Mexicana como institución.
En sus relaciones con el mundo a través del tiempo, en el transito de su construcción nacional, México primero tuvo que luchar por consolidar su independencia, defendiéndose de los tratados ruinosos que le pretendían imponer a cambio de su reconocimiento como nación independiente, y después debió enfrentar la agresión de grandes potencias que le arrebataron territorio, se apoderaron de sus riquezas y han atentado hasta la fecha en contra su soberanía. Bastaría con recordar “El tratado de Paz, “amistad“ y límites de Guadalupe Hidalgo, todavía vigente, por él cual, México se vio desposeído de más de la mitad de su territorio.
Nuestra libertad ha perdido toda conexión con lo más importante; esto es, con creer que podemos cambiar algo en el mundo. Esa creencia era común a todos los grandes profetas, teóricos, ideólogos y escritores de la modernidad. En la actualidad, todas las grandes utopías se han desvanecido. Vivimos en un periodo de sombrías novelas “de advertencias” y de distopías, aunque incluso estas últimas se convierten pronto en objetos de consumo fácil y sin complicaciones. La sensación de determinismo y fatalismo, fortalecida no sólo por nuestro desconocimiento de por qué y como los sistemas económicos se desploman y de por qué nos azotan repetidas crisis sociales, sino también por nuestra dependencia total de mercados distantes y fluctuaciones monetarias en países lejanos, potencia la falsa ilusión de que los individuos somos capaces de cambiar cosas solo mediante reacciones espontáneas, actos de benevolencia y compasión, palabras amables y comunicación intensa.
Acaso el dolor de hoy es más profundo que el de tiempos pretéritos?. No lo considero así, son tiempos con un significado completamente distinto y porque la amargura de nuestras desilusiones tiene como respuesta a la razón, la ciencia, y el aprecio por la libertad, valores que impregnan y esterilizan la tierra donde hay que sembrar la semilla nueva donde el futuro nacerá. Vida e historia son una cosa misma; la historia aparatosa del pasado es nuestra misma vida en el presente, con datos exactos y con leyendas debemos, pues, tratar de reconstruir la historia. La vida de hoy, mañana será historia, eso es inevitable.
En la actualidad todas las grandes utopías se han desvanecido, la tecnología y las redes sociales se han convertido en nuevas formas de control y separación. Se registran, se exponen y participan. Basta con dar con el modo de mantenerlos en un sistema en el que no haya posibilidad de esconder nada a estructuras bajo control del Estado. La privacidad se está muriendo en nuestras mismas narices. Ha dejado simplemente de existir, no sólo porque ya no hay mensajes sin leer ni que no estén controlados por extraños, ni cosas que como la literatura clásica bien estimulada un ser humano tenga el derecho e incluso el deber de llevarse consigo a la tumba. Lo que ha desaparecido es sencillamente aquello que correctamente llamábamos un secreto, y que se ha convertido en un bien de venta libre, un objeto de intercambio, una clave de entrada a un éxito momentáneo y fugaz, cuando no en una debilidad que muestra que tienes algo que ocultar, lo que posibilita que te chantajeen y te presionen para despojarte de los últimos vestigios de tu dignidad y tu independencia. Somos víctimas de una decadencia nacional.
Durante siglos el símbolo y la encarnación del mal fue el diablo, ya como Mefistófeles. El diablo de toda la vida representaba el mal sólido con su lógica simbólica de la búsqueda y captura de almas humanas y su implicación activa en los asuntos humanos y terrenales. En política se limita a perseguir su objetivo tratando de invertir y deslegitimar el orden social y moral establecido. Eso nos dice que el mal sólido es una forma de mal amoralmente comprometido y activamente implicado, acompañado de una solemne promesa de justicia e igualdad sociales en el final de los días de este mundo. La maldad líquida, sin embargo, surge acompañada de la lógica de la seducción y los mecanismos para desentenderse de las cosas. Si Prometeo y Satán eran según Vytautas Kabolis dos protagonistas de la subversión, el levantamiento y la revolución, los héroes de la maldad líquida tratan de despojar a la humanidad de sus sueños, sus proyectos alternativos y sus poderes para discrepar. No será difícil identificar esos demonios.
Que lejos hemos quedado de quienes involucrados en la Revolución mexicana tenían e impulsaron un proyecto de nación, para que los gobiernos se declararan orgullosamente revolucionarios. El siglo XXI es testigo de que quienes aspiran al poder político, sólo obran por mal y codicia, evidentemente son contrarios a cualquier conducta que pudiera identificarlos a la causas de una Revolución mexicana que no ha muerto a pesar de quienes han claudicado y la han traicionado. Por otra parte, el gobierno ha cometido un error: ha olvidado lo que representa el Estado mexicano.
Ante tal indignidad y desvergüenza debemos recordar las palabras de Ponciano Arriaga, dichas en momentos parecidos al que vivimos:
“Nadie debe perder el orgullo de ser mexicano.
Nuestro país vencerá esta hora de estupidez y de venganza impune, de burla y desprecio por lo que somos como pueblo. La vencerá respetando la Constitución, reduciendo el poder “unipersonal” y enfrentando a quienes llevan en sus espaldas el estigma de propiciar la contrarrevolución”.
Es necesario arrancar la máscara de la hipocresía del rostro del enemigo, desenmascararlo a él y a las maquinaciones y manipulaciones engañosas que le permiten dominar sin utilizar medios violentos, es decir, provocar la acción incluso al riesgo de la aniquilación para que pueda surgir la verdad, porque si reflexionamos, son algunos motivos que subyacen a la violencia actual en el campo de la política.
La construcción y el rompimiento de conexiones históricas, la diversidad y la desigualdad de las relaciones a través del espacio, dejan a mucha gente con la incertidumbre de dónde tienen el derecho de estar, acerca de su sentido de pertenencia a diferentes tipos de colectividades, acerca de dónde pueden ejercer ciertos derechos, acerca de dónde pueden ser escuchadas sus voces.
La inequidad se ha vuelto tan profunda que algunos observadores desde hace tiempo se han preocupado de que ciertos vínculos sociales desarrollados a lo largo de décadas se comenzaban a erosionar. Pierre Rosanvallon, un especialista en historia política y social de la Europa del siglo XVIII a la fecha señala esta descomposición silenciosa de los lazos sociales y, simultáneamente de la solidaridad humana y pone en evidencia que nunca como ahora se había hablado tan profusamente de Inequidades mientras se hace tan poco por reducirlas. También aquí las personas en nuestros días se sienten incapaces de ser los ciudadanos que alguna vez actuaron para hacer que nuestro país fuera más justo.
Vivimos en un mundo que es diverso, desigual e interconectado.
El problema de la desigualdad no es una cuestión de economía técnica, sino de política práctica, garantizar que quienes están en la cima paguen la proporción de impuestos que le corresponde —poner fin a los privilegios especiales de los especuladores y al tráfico de influencias—es a la vez pragmático y justo. Revertir una política de la codicia no significa abrazar una política de la envidia. La igualdad no tiene que ver solo con los tipos impositivos marginales de los de arriba sino también con el acceso de nuestros hijos a la alimentación, a la salud, a la educación y el derecho a la justicia para todos. Si invirtiéramos más en educación, salud e infraestructura, sanearíamos nuestra economía, ahora y en el futuro. El hecho de que ya lo hayamos escuchado o leído en otras ocasiones no significa que no deberíamos volver a intentarlo.
El reconocimiento y defensa de los derechos sociales está bajo amenaza permanente por parte del capitalismo global. Las protecciones sociales son desafiadas en nombre de la disciplina de mercado y de la austeridad. Es el Estado-nación el único baluarte para defender el Estado de derecho y el Estado social.
A todos niveles se siente en el aire una mezcla tóxica de ausencia de alternativas y de exacerbación de la crisis, una entidad mutante que se desdobla en crisis económica, financiera, política, ecológica, sanitaria, energética, ética civilizacional. Esta mezcla tóxica combina la sensación de que algo termina y a la que es imposible que emerja algo nuevo. Como diría Antonio Gramsci, es un tiempo de monstruos.
Hoy, el bloqueo de lo nuevo parece total y si alguna señal existe de que algo nuevo pueda surgir en el horizonte es más motivo de miedo que de esperanza. Un empate histórico parece consumarse a la orilla del abismo, de tal manera que no parece posible dar pasos hacia delante ni hacia atrás. De ahí la sensación de implosión, un orden mal disfrazado de caos, un caos que por repetido, parece el único orden posible. Si el propósito de la actual administración pública era rectificar lo realizado por la anterior, el alcance de las medidas excedió el propósito de corregir llegándose, por tanto, a la gradual demolición de su estructura histórica. Es indudable que tal labor sólo pudieron emprenderla personas adversarias del Estado y formadas en ideologías ajenas a la Revolución Mexicana.
El capítulo XIX se refiere a: La recuperación de un proyecto de nación. Dejando claro que “la Revolución Mexicana es un proceso vivo, inacabado, y que su propósito central sigue siendo la edificación de una amplia, sólida y perdurable democracia en México, así como un equitativo y solidario orden mundial”. <Yo agregó que: Un país en declive tiende a volverse caótico y errático en su política internacional>.
En este capítulo. Nos dice y estamos de acuerdo que los tiempos del neoliberalismo han sido de entreguismo y destrucción para México y para los mexicanos; y coincido en que son tiempos de reencauzamiento, reconstrucción y construcción, términos y preocupaciones que he comentado personalmente con el ingeniero Cárdenas. Sobre la pandemia hace un recuento no solo de contagios y muertes, reflexiona sobre la pérdida de empleos, el crecimiento de la pobreza, la recesión económica y su repercusión en la actividad productiva, pérdida de ingresos salariales por un involuntario desempleo en millones de trabajadores, <que fueron obligados a retirar parte importante de su cuenta individual del fondo de pensiones. Ya que fueron abandonados a su suerte sin seguro para el desempleo ante un confinamiento obligado>. A pesar de ser posibles financieramente por el gobierno. También pone el dedo en la llaga, las deficiencias de los sistemas de atención a la salud del país y la urgente necesidad de reestructurar todo el sistema de salud.
Ahora en la tarea: Democratizar la institucionalidad nacional, contar con una economía que crezca de manera sostenida en el largo plazo, con sustentabilidad social y ambiental, y una sociedad igualitaria que requiere un esfuerzo mayor por parte de la mayoría de los mexicanos. Aceptemos el reto, salgamos de nuestras trincheras clases medias, trabajadores manuales e intelectuales, para intervenir en un debate con ideas y capacidad dialéctica, buscando un cambio para avanzar, no para retroceder.
El Estado es la estructura funcional que la propia sociedad, que el pueblo ha configurado para preservar y acrecentar sus intereses bajo un Proyecto de Nación. Es un Estado nacional que existe para que ninguna de las clases sociales pueda oprimir a las demás ni sobreponerse a la nación; un Estado que se precie de revolucionario está obligado a procurar el bienestar creciente de toda la población y a cumplir el programa de transformación social delineado por la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, un programa que por su vigencia debemos retomar para eliminar con decisión la políticas que han llevado a la situación de contradicciones, claudicaciones, desviaciones y retrocesos que hemos vivido durante el siglo XXI .
El cambio es la ley de la historia de nuestra inconclusa Revolución, porque la historia no se hace solo con datos, sino también con interpretaciones, por ello es interesante el planteamiento de convocar a una Asamblea Nacional en la cual con una democracia participativa se conforme una mayoría social que respalde políticamente un renovado proyecto de nación que responda a nuestra vulnerabilidad ante fenómenos extremos relacionados con el clima y otras crisis, desastres económicos, sociales y medioambientales, entre otras preocupaciones y lo mejor será que quien convoque sea el propio Ing. Cárdenas, por su autoridad moral, su capacidad de convocatoria, su compromiso con la democracia y con los ideales de una Revolución que no ha muerto, permanece viva y eso debe reanimarnos para salir de nuestra trinchera, redoblar esfuerzos y responder a quienes la han desviado.
Leer este libro es como estudiar la síntesis de un programa de gobierno, escrito por un hombre que debió ser presidente de México.