Es evidente ante México y el mundo, que el Presidente Andrés Manuel Lopez Obrador ha emprendido una guerra contra los periodistas mexicanos, de prensa, radio y televisión hasta que se llenó el vaso de la hiel del Mandatario.
Ha pasado horas enteras de sus Mañaneras atacando personalmente a Carlos Loret de Mola a quien le ha adjudicado todos los epítetos del diccionario.
Y exige que ese periodista le diga cuánto gana; y violando lo establecido por las Leyes de protección ciudadana ha expuesto los bienes de Loret de Mola poniéndolo en peligro de ser acometido por el crimen organizado.
Incluso, el Presidente quiere intercambiar sus bienes y de sus propios hijos con los de Loret porque dice que así saldrá ganando.
Es la posición más ridícula y degradante que ha adoptado un Presidente con los periodistas.
Y ahora López Obrador va contra Joaquín López Dóriga, exponiéndole a que alguien lo intente dañar o asesinar como ocurrió hace un año con Ciro Gómez Leyva, y podría llegarse a una tragedia que no se olvidará.
El Presidente juega con fuego, porque cuando se vaya, los periodistas estarán ahí, y no los podrá callar.
Ahora, a quienes asisten a las Mañaneras, cerca de 300, su equipo de prensa ha dejado por ineptitud que queden sus datos personales y vitales ante los criminales y enemigos de la libertad de expresión.
La actitud del Presidente Andrés Manuel López Obrador contra los periodistas es reprobable y condenable.