Moratoria al “Paquete Fiscal” Calderón-Carstens
En la actual situación económica, política y social que vive el país, lo único que quedaría por hacer dignamente al licenciado Felipe Calderón, Titular del Ejecutivo Federal y al Secretario de Hacienda, Lic. Agustín Carstens, sería declarar una moratoria al conjunto de iniciativas del “Paquete Fiscal 2010” que han enviado al Congreso de la Unión, para esperar mejores tiempos, más allá de la crisis, toda vez que la aprobación a rajatabla de ese conjunto de nuevas leyes fiscales conduciría al desquiciamiento del país, a la paralización de la economía y profundizaría la crisis económica del país y todavía más: llevaría al mayor empobrecimiento de la población nacional, no sólo de las clases bajas, sino de las clases medias y altas, al desempleo y al cierre de millares de empresas.
Es evidente que ni Calderón ni Carstens calcularon los graves daños que causarían sus iniciativas fiscales y que tampoco calcularon la reacción generalizada y firme de prácticamente todos los sectores productivos de la población y de la mayor parte de los partidos políticos.
A nadie escapa que el Ejecutivo Federal tiene muchos medios para convencer a dirigentes del Congreso de la Unión y a muchos gobernadores, que por razones políticas o económicas, podrían dar su brazo a torcer; sin embargo, para la opinión pública, parecería claro que estas leyes cuyas iniciativas fueron suscritas por Calderón y Carstens, no pasarán, o por lo menos no pasarán tal cual fueron proyectadas.
Y esto es así, porque si diputados y senadores, y los máximos dirigentes de los partidos políticos, cedieran a la tentación de complacer los deseos del Ejecutivo, en las próximas elecciones estatales y federales se reflejará el rechazo de los ciudadanos que ya el 5 de julio impusieron una nueva forma de protesta mediante el “voto nulo” o “voto blanco”, además de las votaciones que se hacen por partidos actualmente opositores al gobierno, como el PRI; PRD; Convergencia; el Partido del Trabajo; el Verde Ecologista y otros.
Ni Felipe Calderón ni Agustín Carstens en su calidad de funcionarios públicos federales pueden ignorar el clamor de los ciudadanos, de la opinión pública y del pueblo mexicano en general; ni pueden cerrar los ojos, tampoco, a una realidad económica que refleja la crisis de la economía nacional no solamente en las gráficas del mercado de valores y del INEGI, sino en la realidad que se presenta ante los ojos de todos, todos los días y en todas partes.