“México no merece lo que le pasa”: Rector Narro
Palabras del Rector de la UNAM, José Narro Robles, en la entrega de la Medalla 1808 a la Universidad Nacional Autónoma de México. Ciudad de México Julio 19 de 2010.
Muy buenas tardes tengan todos ustedes.
Quiero empezar por agradecer al señor jefe de gobierno de nuestra ciudad por la gentileza, por los innumerables gestos que con la Universidad Nacional Autónoma de México siempre ha mostrado, por lo menos en lo que a mí me toca como rector, y hacerlo adicionalmente con la presencia de la señora diputada doña Alejandra Bárrales, un gusto estar nuevamente con usted.
Gracias a los integrantes de esta mesa que preside este acto ceremonial, gracias a todos y cada uno de ustedes por compartir este espacio y la oportunidad.
Quiero tomar algunos minutos de su tiempo, primero que nada para agradecer al jurado que tomó la determinación de otorgar la medalla 1808 a la Universidad Nacional Autónoma de México, recibirla además en este año emblemático para nuestro país es todavía una razón más especial para reconocer y agradecer al jurado. Muchas gracias por esa determinación que mucho honra a la Universidad nacional Autónoma de México.
También debo hacerlo para reconocer, lo que a mí juicio es una determinación muy atinada: optar por instituciones y entidades que tienen una definición muy clara en su cometido: la cultura; su atesoramiento, rescate, estudio, generación y divulgación.
Ésta es, en última instancia, la condición o atributo que identifica a los recipiendarios en esta ocasión. Algunas más antiguas, otras más nuevas, unas más grandes, otras más pequeñas, pero todas ellas con el compromiso de las instituciones y entidades, y de sus comunidades alrededor de la cultura, porque para los integrantes de nuestras comunidades es muy claro el compromiso.
Entendemos que nuestra cultura es buena parte de lo que caracteriza a México, en ella residen nuestros ejes. Ahí está buena parte de nuestra identidad. Sin cultura perderíamos nuestro pasado, seríamos sólo desheredados de la historia y miraríamos al porvenir con vista corta y sin perspectiva alguna.
En adición, quiero agradecer la oportunidad que se me brinda para dirigirme a usted; es ésta una ocasión para compartir algunas ideas, y la primera tiene que ver con un hecho que es absolutamente argumentable, comprobable, documentable: México es una gran nación, lo es, por supuesto, por su historia y cultura; lo es por su territorio, sus riquezas naturales, por su infraestructura y por su gente, por sus instituciones y por su economía, por sus pueblos originarios, por su gran pluralidad, por la enorme creatividad de su población.
La segunda reflexión es que nuestro país no merece lo que le pasa. A problemas seculares que nos han acompañado a lo largo de nuestra historia como la pobreza, la desigualdad, la exclusión, las muertes prematuras por la ignorancia se suman hoy en día nuevos azotes como la inseguridad, el narcotráfico, las primeras consecuencias del deterioro ambiental, las penurias de nuestros migrantes, y lo que es peor, a mí juicio, la falta de expectativas, el desánimo, y las desavenencias entre grupos y sectores. México no merece eso.
Una tercera reflexión está relacionada con nuestra clase dirigente. La de todos los sectores, la de todos los niveles: falta en general visión de largo plazo, compromiso con el porvenir y sacrificio en lo inmediato.
Bien nos harían el debate informado, las propuestas por consenso, los acuerdos alcanzados para el bien de la mayoría, la puesta en práctica de soluciones que resuelvan los problemas más urgentes y que articulen al conjunto de la sociedad en su operación.
La última de las reflexiones que quiero compartir con ustedes pasa por reconocer que para contar con verdaderos conductores del desarrollo nacional debemos aceptar que el modelo que hemos seguido ya no sirve para atender nuestras necesidades, que hay que cambiarlo y que junto al cambio se debe pensar en grande y a largo plazo.
Que hay que renunciar a las ambiciones de poder y a los resultados de la próxima elección para fijar metas para el porvenir y medios para alcanzarla, en particular creo que se debe abandonar la búsqueda de culpables en la historia para definir tareas para el futuro.
En esta empresa necesitamos de la participación de todos, de los gobernantes y de los ciudadanos, de los administradores y de los empresarios, de los intelectuales y de los operadores; requerimos entender que la política no se sustituye con la obediencia y tampoco con negociaciones o con falsas articulaciones.
En esta oportunidad conviene recordar a un destacado mexicano, quien señaló lo siguiente, cito textualmente: “No cabe duda de que el problema que México no acierta a resolver, es un problema de naturaleza principalmente espiritual. Nuestro desorden económico, grande como es, no influye sino en segundo término y persistirá en tanto que nuestro ambiente espiritual no cambie. Padecemos penuria del espíritu”.
Para Martín Luis Guzmán, autor de este párrafo, en su primera obra La querella de México, escrita en 1915, parte de la solución radicaba en la educación cuando decía, y cito nuevamente: “Nuestra necesidad educativa no sólo es comparable a nuestra necesidad económica, sino que en mucho la supera y en parte por lo equivocado de nuestro concepto de la educación nacional”. Termino la cita.
A casi un siglo de distancia el problema persiste. No le demos vueltas: en la educación y la cultura, en la ciencia y la tecnología, en las artes y las humanidades radican algunas de las palancas de nuestro desarrollo.
La UNAM, con una presencia en nuestra ciudad y en el país a lo largo de cuatro siglos y medio, ha manifestado en todo momento su compromiso permanente con México y con su ciudad capital. México y la capital cuentan con sus cuatro y medio siglos de historia, con su tradición libertaria y superior, con su capacidad científica, humanística y artística; con su maravillosa y diversa comunidad. Toda ella, su grandeza y su capacidad tienen un solo compromiso: México y su sociedad.