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“Los trastornos mentales en los jefes de Estado y de gobierno”

Análisis sociopolítico

Por Dr. Héctor San Román Arriaga

Ex Dip.Federal

Emil Kraepelin, pionero de la ciencia psiquiátrica llegó a la conclusión de que la irracionalidad y la pasión son signos de locura.

Uno de los rasgos que definen a la democracia (representativa) es la celebración periódica de procesos electorales para elegir a las personas responsables que “mandarán, obedeciendo”. Siempre que se entienda que los resultados de tales comicios no han sido falseados ni se han obtenido mediante coacción o amenaza, se considera que los dirigentes así electos representan los intereses de todos los ciudadanos, intereses manifestados por estos últimos en el momento de depositar su voto.

Pero vivimos momentos en el que los contrastes de poder y riqueza malhabida aumentan constantemente, mientras que la inseguridad crece también a ritmo constante; hoy gracias a la infocracia y la educación de masas, los políticos poseen ilimitadas oportunidades para manipular a la opinión pública, aunque ellos mismos dependen directamente de cambios de actitud de la sociedad de masas y pueden ser destituidos y destruidos por esa misma masa que momentos antes le aplaudía.

En una democracia representativa el candidato una vez electo, debe escuchar con atención las voces de “todos los ciudadanos”, para ajustar según sea el caso su proyecto de nación, sus propios programas, aquello que la ciudadanía parece dispuesta a apoyar. Por ello, no se deben apartar de sus compromisos expresados durante las campañas electorales y el candidato debe entender que aplicará los derechos y razones que postulan los votantes potenciales. Comprometidos en atender lo que estos reivindican y que cumplirán seriamente la implementación de tales demandas. De ninguna manera una vez electos, pueden hacer bajo deliberada falsedad; de sus programas o proyectos, caprichos y ocurrencias personales que rayan en la inconstitucionalidad .

Después de todo como sabido es que las promesas de campaña son barridas bajo las alfombras de los despachos ministeriales de manera casi automática tras las celebraciones por el triunfo electoral. Lo más probable es que el desengañado electorado recuerde esa experiencia y que esos fariseos de la política envueltos en la envidia y una destructiva competencia, sean echados del cargo en las elecciones de siguientes años por una ciudadanía, cansada de vivir en un país regido por el azar, el desorden y la corrupción.

El papel primordial del Estado es imponer el orden, sin embargo el país enfrenta un proceso electoral manchado de sangre, y graves acusaciones contra ex ministro de la suprema corte de justicia; si falla a la hora de cumplir con ese cometido, se convierte en un <Estado fallido> (y no hay  ninguna otra razón para que un Estado reciba ese calificativo de <fallido>, ya que constitucionalmente tiene el monopolio del uso de la fuerza para  combatir a la delincuencia y la ley para juzgar quienes desde altos cargos  han delinquido.

Ahora hasta la promesa suprema, la que tanto costó alcanzar y que sólo se consiguió tras siglos de disputas sindicales, batallas políticas y dolorosas conquistas, está en entredicho: me refiero a la existencia de un garante social, que hasta hace pocas décadas, era la columna vertebral de la existencia individual, sin embargo, hoy están siendo eliminadas paulatinamente, reducidas a la mínima expresión o vaciadas de sentido. Los recortes en el gasto público limitan servicios esenciales, que van desde el derecho a la educación hasta el derecho a la protección a la salud, y cuya insuficiencia afecta la calidad, la calidez y la oportuna atención a los enfermos crónicos, los más débiles y los menos capacitados

Me refiero a las medidas previstas por el Estado como parte de un acuerdo recíproco entre gobierno y ciudadano, para fomentar la educación  de excelencia, proteger la salud, el derecho al trabajo, los servicios fundamentales de la seguridad social, la jubilación, las pensiones, cesantía y vejez; sin embargo somos testigos con cierta sensación de impotencia del desmantelamiento gradual de las instituciones y sistemas de protección social o del Estado benefactor.

Bajo este gobierno no rigen las leyes, sino un “orden sin legalidad”, bajo un orden autoritario personal. En cuanto a la impotencia de las víctimas, es bueno pensar que el mal no es eterno y que el orden que sólo depende de una persona tampoco lo es. Sólo es un estorbo temporal.

Marcado por una ansiedad persecutoria tiene un odio acérrimo hacia  sus rivales y enemigos, derivado claramente de la agresividad que le infunde la envidia, esa envidia reforzada por la ira hace que lleve a cabo actos imprudentes y excesivos, todo ello lo orilla al auto elogio, a la victimización sin mesura a modo de defensa con tendencia narcisista, así es como la República está permanentemente aquejada de profundos fallos estructurales y alta traición al orden Constitucional, destruyendo el estado de derecho causando un daño real a la República.

Ahora repasemos la historia para no dejar lugar a dudas o engaños: Don Benito Juárez García, fue un Alumno excelente, Licenciado en Derecho (a los 28 años, sin complicidades para obtener tramposamente el título), leía textos en latín, francés e inglés; Gobernador, Diputado, Presidente de la Cámara de Diputados en el V Congreso Constitucional, Catedrático, Juez, Ministro de la Corté de Justicia del estado de Oaxaca, Ministro de Gobernación y Presidente la Suprema Corte de Justicia de la Nación en 1855 y en 1858 el 27o Presidente de México; una nación de siete millones de habitantes que recién se independizaba.

Otra excepcional distancia y diferencia, su esposa Doña Margarita Maza de Juárez.

El presidente Juárez:

*Impulsó las Leyes de Reforma,

*Sus Ministros fueron: “(sin ayuda de textoservidores, ni funeraria Ramirez, ni epigmenios furiosos, ni yerbabuena)”.

*Sebastián Lerdo de Tejada,

*José María Iglesias,

*Mariano Escobedo,

*Matías Romero,

*José María Lafragua,

*Melchor Ocampo,

*Jesús González Ortega,

*Guillermo Prieto,

*Su amigo el Dip. Mariano Otero.

*Apoyo y simpatía del abogado y Diputado, padre de la Constitución de 1857 Don Ponciano Arriaga.

El gabinete del presidente Juárez en 1861 fue el más radical de toda su presidencia, incluía a Francisco Zarco en Gobernación y Relaciones Exteriores, Ignacio Ramírez “el Nigromante” en Justicia e Instrucción Pública y Guillermo Prieto en Hacienda.

Todos ellos unos enamorados de la República mexicana

Y perdón por quienes involuntariamente puedo omitir.

Durante los tres años el gabinete errante, de enero de 1864 a diciembre de 1866, la principal influencia en la política exterior mexicana fue la del mayor aliado político del presidente Juárez; Sebastián Lerdo de Tejada. Éste se opuso a los acuerdos humillantes con potencias extranjeras y antes había sido figura central en el rechazo por parte del congreso del acuerdo de Wyke-Zamacona. Lerdo de Tejada, nacionalista a ultranza estaba decidido evitar más tratados del tipo McLane – Ocampo. (firmado el 14 de diciembre de 1859; política y materialmente fue la sentencia de muerte del viejo estadista Melchor Ocampo)

El gran amigo del presidente Juárez, Matías Romero, ejerció de ministro de México en Washington de 1860 a 1868. Graduado oaxaqueño por el Instituto de ciencias y artes, hombre de talento y perspicaz, apoyó constantemente al Partido Republicano y la causa de la Unión. La elección de Romero es prueba de la capacidad de Juárez de escoger al hombre adecuado para ese lugar y momento. Romero informaba detalladamente de la política interna, ejercía una poderosa influencia intelectual allá donde se le permitiera, a fin de transmitir al gobierno de Estados Unidos y a la opinión pública los peligros de la renovada actividad europea en el continente norteamericano, y procuro orientar a los políticos estadounidenses de modo favorable a la administración del presidente Juárez.

La habilidad del presidente Juárez para su desempeño político es evidente en su disposición para trabajar con individuos de todas las tendencias políticas. Al mismo tiempo, no se le podía identificar con ninguna facción en concreto. Nunca se dejó cooptar o influir por ninguna de ellas. Al contrario, se mantuvo distanciado tanto de los moderados como de los radicales.    

El presidente Don Benito Juárez: en palacio nacional o al frente de un gabinete errante, gobernaba, no se victimizaba, no tiraba la piedra y escondía la mano, ninguna corazonada provocada por la lucha le orillaba a dar consejos ni antes, ni ahora: Narcisismo, cinismo y desvergüenza pretender semejanza con un gigante de nuestra historia; no se pueden empequeñecer sus auténticos valores, algo más hace falta para socavar su sólida reputación.

Asombra la pretensión de compararse con grandes hombres de nuestra historia como lo son Juárez, Madero, Cardenas. ¡Frívolas y demenciales analogías!.

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