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La sobrevaluación, problema nacional

Por Jesús Alberto Oliver Rodríguez

6 de febrero de 1995.

A, Samuel Ramos, Julian Pitt Rivers

Julio Caro Baroja y Milton Friedman

PRIMERA DE DOS PARTES

“Podría decirme, por favor, qué camino debo seguir”? Preguntó Alicia.

“Eso depende en gran parte, de

donde quieras ir”, respondió el Gato.

En este artículo, me propongo exponer como la sobrevaluacion de los mexicanos y de su moneda es un problema de carácter histórico, de tipo estructural, que ha resultado del apoyo preponderante de intereses económicos externos en la psicología de los mexicanos en su vida cotidiana, que le han hecho creer en muchos mitos, incluyendo el del mexicano tipo. Creo que si los mexicanos no nos replanteamos de manera seria e inteligente, este problema y optamos por un reconocimiento de nuestra realidad y a partir de ello diseñar una estrategia de desarrollo, que contemple la subvaluación monetaria, que nos brinde facilidades para poder incursionar en la globalización, realizando adquisiciones del exterior de manera más selectiva, para poder abatir el gran desempleo existente en el país y retomar así nuestra participación en el comercio internacional con mayor equidad, donde, como los buenos equipos de foot bal, vayamos de atrás para adelante.

De otra forma, la dependencia tecnológica va a ser tan grande y con ella la deuda va a crecer tanto, que cualquier día nos puede pasar que llegue “el Jefe” e informar al pueblo de México de dos noticias, una buena y una mala: la buena, que ya no debemos nada, la mala que tenemos 72 hrs para desalojar el territorio…

La sobrevaloración de la moneda está en alguna forma ligada a la valoración de  personalidades y patrones culturales, ello lo podemos proponer con el apoyo de los ensayos que sobre este tema, han hecho muchas gentes tanto en España como en México, podemos por ejemplo recordar el ensayo clásico de Samuel Ramos allá por 1935, del Perfil del Hombre y la Cultura en México, referente al complejo de inferioridad del mexicano, o bien el publicado  alrededor de 1968, por Julian Pitt Rivers y Julio Caro Baroja sobre “El Concepto del Honor en la Sociedad Mediterránea y así mostrar como los factores geográfico-culturales y antropológicos condicionan y explican no solo la decadencia española del siglo XVI-XVII, sino también la cultura de subsistencia en Mesoamérica y relacionarlos con la sobrevaloración de las monedas.

Ejemplo de ello, en México, en los términos de Samuel Ramos, puede ser el de aquellos criollos que dominaron la escena en la independencia de México, a principios del siglo XIX; es de hacerse notar, que casi todos estos personajes se sintieron e hicieron política, como dijera Napoleón “jugando a los hombres”, desde Felix María Fernández (a) Guadalupe Victoria, de Durango (como Doroteo Arango), hasta Antonio López de Santa Ana, pasando por Agustín de Iturbide. Ello en resumidas cuentas le costó al país, la mitad del Territorio Nacional en la guerra del 47, con los Estados Unidos, apenas 24 años después de los Tratados de Córdova en 1823, que formalizaban la independencia de España.

Desde el punto de vista de G. Peristiany, J. Pitt Rivers y J. Caro Baroja, el concepto del honor y de la dignidad “gótica”, afecta las posibilidades de participar en las cuestiones prácticas de la vida económica, en los términos de las categorías de la sociología norteamericana, mejor conocidas como “la clase media”, caracterizada por ser la clase que “organiza y produce para el mercado excedentes de bienes y de servicios”. Así tenemos, que para la sociedad española, el descubrimiento de América, no solo permitió que la Corona en México pasara por una “fase oriental”, como lo ha observado Enrique Semo, al utilizar los repartimientos de mano de obra precolombinos, para las obras de utilidad pública de la época, como pudieron ser las iglesias, edificios, caminos y obras hidráulicas, sino que la misma sociedad española, se conectó a los valores propios de una sociedad precapitalista mesoamericana, despótico tributaria, donde los valores propios de una sociedad de castas, del tipo de la India, se mezclaron con ciertos valores éticos feudales de la concepción de razas y castas propia de la Casa de los Habsburgo, valores que contextualizan la decadencia española del seicientos y del setecientos.

Para la segunda mitad del siglo XIX, la minería mexicana, la ganadería y los recursos naturales permitieron mantener la creencia colonial de que México era y seguía siendo “el cuerno de la abundancia”; la sobrevaluación de las riquezas nacionales (verde que te quiero verde), dió pábulo a que la sociedad mexicana en el porfiriato, llevára al país al punto del estallido revolucionario, pués terminaron los mexicanos sin entender, ni soportar lo contrastante de la fanfarronería de la clase política, representada por los llamados liberales “científicos”, jacobinos, siguiendo la moda inspirada en la revolución industrial de los “comunistas científicos” y la sociedad que representaban, así como la medianía de una burguesía limitada y proyectada por la cultura de subsistencia de Mesoamerica,  ello frente al extraordinario paisaje mexicano y la profundización persistente de conflictos entre clases sociales que habían heredado elementos propios de las castas y problemas raciales de la colonia, más con los Habsburgo en el XVI y XVII que con los borbones en el XVIII, dicho sea de paso.

Los Estados Unidos, no se tropezaron con metales y mano de obra explotable, como los españoles, sin embargo, se encontraron en el noreste de los EUA, con la zona templada húmeda más grande del mundo, ubicada junto con la del sureste de Canadá; zona que dispone de los mejores bosques, la mejor ganadería, la mejor pesca, las más grandes y extraordinarias reservas hidráulicas y minera, así como contar con una colonización de ex-ciervos que venían huyendo del rey, no representándolo como en la Nueva Espáña, y que constituyeron posteriormente rancheros y empresarios emprendedores, población sin grandes pretensiones culturales, pero sin embargo, provista de una mentalidad práctica generadora de cambio tecnológico, socialmente bien vista en aridoamérica y que Alexis de Toqueville advirtiera y describiera claramente en su ensayo sobre la Democracia en América, del primer tercio del siglo XIX, que de  alguna manera caracteriza los valores de la llamada “clase media”, por la sociología norteamericana, que ha llevado a los Estados Unidos de Norteamérica a ser la potencia más importante economicamente del mundo en el siglo XX, más aún con el derrumbe de la Union Soviética.

La sobrevaluacion del peso, ha sido el reflejo del mantenimiento a lo largo de poco más de treinta años, de la percepción  mítica de una sociedad como la mexicana, como de sus inagotables riquezas “naturales”, sus posibilidades de compra e intercambios, así como, sus esfuerzos para mantener el empleo y el desarrollo autosostenido, por ello la crisis mexicana de 1994 y el relevo político subsecuente, bien puede ser comparada con la crisis española que determinó, el relevo de los Habsburgo por los Borbones en el 1700.

En el caso del mercantilismo español, nos ha dicho Earl J Hamilton, en su  extraordinario estudio sobre el Florecimiento del Capitalismo,  publicado por  primera vez en 1928, por la Revista de Occidente, en él se señala como la afluencia de metales preciosos de la Nueva España, determinó en España una mentalidad ficticia en la percepción de su realidad económica y determinó que la hegemonía española no pudiese mantenerse, en lo fundamental por el aumento en sus costos de producción; lo que más tarde, determinó un rezago en su desarrollo económico por relación a los países vecinos, que no tenían ese monopolio, ni tuvieron el impacto del aumento de precios en los costos de su desarrollo manufacturero y artesanal, que venía siendo impulsado en España por el incremento sustancial de la afluencia de metales preciosos de la América Hispana a la Península Ibérica.

Los metales que llegaban a España, seguían su camino, no sólo hacia los países vecinos, sino aún más allá, rumbo a Turquía, Damasco, Irán, Rusia y terminarán comprando prácticamente todos los gobelinos de países como Francia, por ello el oro de la Nueva España, más tardaba en llegar, que en irse nuevamente, como les pasa a los dólares que le llegan a México por la exportación de sus “riquezas naturales”…

Desde este punto de vista, la sobrevaluación monetaria del peso,  en estas condiciones de atraso tecnológico ha potenciado al país hacia la dependencia tecnológico- financiera y de alimentos,  ha sido el gran obstáculo de México, practicamente desde 1946, año en que terminó la guerra, pués desde entonces el desarrollo económico de México ha mantenido un deficit en su balanza comercial con el exterior, ello acelerado desde 1962 y magnificado entre 1988-1994, con la administración Salinas.

La vieja deuda con los EE.UU, se redujo en 1942, en 80%, al término del bloqueo económico impuesto a México por los Estados Unidos, con motivo de la expropiación petrolera de 1938, pretextando la alianza en la 2a Guerra Mundial, y sólo se le añadiría, la que contratará Miguel Alemán, para el Programa Hidráulico de 1946-1952.

En 1962, pese a todo se había terminado de pagar  la vieja deuda, misma que se venía negociando desde la época de Carranza, con motivo de las reclamaciones de la Revolución. Con la crisis del 29, se optó por decretar la “suspención de pagos” entre 1928-1933”, periodo que se caracterizó no sólo por una gran inestabilidad económica, sino también política, conocido como el “maximato”.

La sobrevaluación de la moneda a que nos referimos no es un fenómeno coyuntural propio nada más del lapso 1988-94, de la administración Salinas como se ha dicho, afirmamos que es un fenómeno histórico, cultural y estructural, que ha sido generado por los valores de subsistencia de las comunidades de  Mesoamérica y facilitado, apoyado y estimulado desde el exterior por los intereses comerciales y financieros, desde la entrada en operación de la llamada “Alianza para el Progreso” (ALPRO) que surgiese como una estrategia de expansión Norteamericana, en medio de la crisis de la guerra fría (1957- 1963), para proyectar la transnacionalización de su economía sobre la América Latina, a través de la exportación vía créditos, de los saldos en dólares de que disponían los Estados Unidos, liberados al frenarse la exportación hacia Asia y Europa y, que si los invertía en su país, sin crecer, iba a generar ineficiencia e inflación, si se los da a sus hijos para el fin de semana, iban a ser malos hijos, por ello, decide mejor ofrecerlos a los países latinoamericanos a “bajas tasas de interés”, con lo cual al mismo tiempo y como subproducto, combatirá al comunismo, presente ya en la Isla de Cuba, país que por cierto, forma parte del ecosistema conocido como  Mesoamérica.

Esta última observación en relación a Cuba, parte de su posición y similitud geográfica, de paisaje, biodiversidad, historia, problemas económicos, actitudes, ideología, creencias y discurso encendido, entre los cuales podríamos comparar, por ejemplo el de algunos “tabasqueños” como Tomás Garrido Canabal, michoacanos como Lázaro Cárdenas del Río y a partir de 1994, con los dirigentes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, nutrido de elementos quichés del  Estado de Chiapas.

El crecimiento de la dependencia en partes y refacciones de artículos ensamblados y manufacturados en México, heredado de la “sustitución de importaciones”, en la posguerra, ha crecido en México substancialmente, a partir del rezago tecnológico apoyado por la sobrevaluación de nuestra moneda, de manera colateral, con la instalación de la industria automotriz y la estatización de la industria eléctrica, así como con la promoción del aumento de los salarios y el consumo, practicas de filiación capitalista, en una sociedad predominantemente de subsistencia; aumento del consumo, apoyado con la penetración de la tarjeta de crédito o dinero plástico desde los años ´60, la cual en una sociedad como la mexicana, no se ha sabido utilizar de manera inteligente y responsable.

Para corroborar, el gran significado de esta época, de ésta coyuntura, basta observar las estadísticas de infraestructura del transporte y la población del país, en lo que va del siglo, podrá descubrirse que el año de 1960, se convierte en un parteaguas histórico en el desarrollo del siglo XX.

Si a estos hechos, le añadimos la sobrevaluación observada en la moneda a partir de 1962, en que ya era Secretario de Hacienda Antonio Ortíz Mena, podemos afirmar sin ninguna reserva, que dicha sobrevaluación se ha magnificado desde 1974 hasta 1982, y sobre todo de 1988-1994, hechos a los cuales los mexicanos le debemos a finales del siglo XX, practicamente la mayoría de los grandes problemas nacionales, entre los más relevantes, sin duda, se encuentran, el déficit acumulado en cuenta corriente de 1962-1994, que suma alrededor de 150 mil millones de dólares, así como el impresionante nivel de desempleo abierto que se presenta en el año de 1995, en las principales zonas urbanas;  nada más entre 1988 y 1994, se estima el déficit acumulado de cuenta corriente en 105 mil millones de dólares, cifra muy cercana al monto de la deuda consolidada por BANXICO en algún momento entre 1994 y 1995. Este comentario, se hace, muy a pesar de que no este de acuerdo con ello Miguel Mancera Aguayo, Gobernador de la magnífica, selecta y exclusiva burocracia dorada, enclave de “nuestra” Banca Central, conocida como el Banco de México, S.A.

De manera indirecta, o lateral, se le debe atribuir a la sobrevaluacion de la moneda, una contribución importante en el crecimiento demográfico del país, que ha llevado a la población a pasar de 35 millones en 1960, a alrededor de 87 en 1995. Nada más, la densidad demográfica en el Distrito Federal para 1991, es de alrededor de 5500 habitantes por km. cuadrado, indíce muy superior a los 750 hab/km2 de Bangladesh, el país más densamente poblado de la tierra; igualmente, se le debe atribuir a la sobrevaluación, que la deuda, pasara de casi 0.15% del Producto Interno Bruto en 1962, a más del 100% (según el BANXICO), entre 1986 y 1987; que uno de los rezagos mas importantes del país, sea el problema hidráulico y el patético desempleo; que la importación de maíz y frijol para consumo nacional haya pasado de 0.188% en 1961, a 24% en 1980, que la agricultura desde 1965, inicie la dramática descapitalización que hoy le conocemos, que tengamos en 1991, un producto por habitante de apenas 2,870 dólares, que representa casi la doceava parte del de Suiza, poco menos de la novena de la de Japón, alrededor de la octava del de Alemania, los Estados Unidos y Canadá y poco menos de la cuarta parte del de España.

Tendríamos que añadir, que la sobrevaluación de la moneda ha colaborando entusiastamente, al freno de nuestras exportaciones al exterior, estimulando junto con los grandes contrastes culturales una concentración brutal de la riqueza, magnificada por la existencia de 24 supermillonarios a nivel mundial, frente a más del 62% de la población, según el XI censo de población y vivienda de 1990, disponga de un ingreso hasta de dos salarios mínimos y un muy alto nivel de desempleo abierto de 7.6%, en las principales ciudades de la República. Un periódico italiano frente a este panorama, se ha hecho sin rubor la siguiente pregunta “son mexicanos o humanos”, más de uno no ha entendido la metáfora, ojalá éste ensayo  ayude a comprenderla y a ubicar el tamaño del problema que tenemos los mexicanos a finales del siglo XX.

El fenómeno de la sobrevaluación de monedas y sobrevaloración de personas físicas y morales (movimientos sindicalistas, estudiantiles y  políticos), estimularon y participaron en la presión de demandas hacia un tipo de Estado que reaccionó con el sobredimencionamiento del gasto social, gasto a crédito sin retorno del aparato Paraestatal en los años 60 y 70, hasta llegar a su clímax con la nacionalización en 1982, de la banca.

Los ajustes para el “desinfle de la economía” a partir de 1983-1987, se realizó justamente a partir de una política de “reordenamiento económico”, que fué acompañada de una política de subvaluación monetaria, que permitió obtener un importante superávit comercial, acumulado en estos años en más de 52 mil millones de dólares, subvaluación que en resumidas cuentas, es lo que faltó considerar en el modelo de “cambio estructural”, que discutiese Salinas desde una posición ventajosa, frente a Jesús Silva Herzog, quien fuese Secretario de Hacienda entre 1983-1988, período de la mejor política monetaria desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Continúa…….

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