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La reforma judicial, ¿un regalo o una condena?

Por el Licenciado Lisandro Morales Silva

La concentración de poder que el Ejecutivo ha venido ejerciendo en México, ahora apoyado con la mayoría legislativa del Congreso de la Unión, no solo es un riesgo para el equilibrio democrático, sino también una amenaza inminente para el próximo sexenio.

A lo largo de este gobierno se ha ejercido un presidencialismo metaconstitucional, como aquel que realizaban los presidentes del PRI hegemónico, pero mejorado. Los proyectos de reforma como la desaparición de los órganos constitucionales autónomos o la reforma al Poder Judicial podrán parecer una victoria, pero en realidad están delineando un panorama político frágil para el gobierno entrante.

El presidente Andrés Manuel López Obrador ha justificado sus decisiones apelando al respaldo electoral, pero usar ese mandato como razón para erosionar la democracia y desmantelar los contrapesos, es una decisión con consecuencias inevitables. Ganar una elección con amplio margen no otorga un cheque para concentrar poder sin consecuencias. El equilibrio entre poderes es fundamental para evitar caer en la autocracia.

El riesgo de la reforma

El control del Poder Judicial es uno de los puntos claves en esta dinámica de concentración de poder. La reforma que plantea la creación de un Tribunal de Disciplina, que a todas luces será controlado por los intereses del partido en el poder, compromete gravemente la imparcialidad de las decisiones judiciales, lo que socava uno de los pilares fundamentales de la democracia.

Al aprobar esta reforma como una manera de demostrar lealtad al presidente, le estarán otorgando un “regalo”, como algunos legisladores han expresado, pero también estarán condenando el gobierno de la presidenta Electa Claudia Sheinbaum. La falta de contrapesos institucionales no solo pone en riesgo el Estado de Derecho, sino que también aislará a la futura presidenta. Con un Legislativo sumiso, y el Poder Judicial subyugado, el próximo gobierno no tendrá a quién culpar por los errores que puedan surgir en su gobierno. Las políticas mal implementadas o los fracasos de cualquier índole recaerán directamente sobre su persona, sin que existan voces críticas que le alerten u ofrezcan alternativas.

Un llamado a los senadores y senadoras

Tienen en sus manos la decisión de aprobar o rechazar esta reforma. No es mi intención darles argumentos del perjuicio en la impartición de justicia que trae consigo, ustedes los saben. Si la aprueban, estarán haciendo efectivas las palabras del presidente López Obrador “amor con amor se paga”, pero, al mismo tiempo, estarán condenando anticipadamente el gobierno de la Dra. Sheinbaum, ustedes deciden.

Un ejecutivo sin un Poder Judicial independiente no tendrá quien lo corrija ni lo frene cuando las políticas sean erradas. En lugar de garantizar un gobierno fuerte como aparentemente creen, lo estarán debilitando y complicando, pues la presidenta tendrá que destinar gran parte de su tiempo y esfuerzo en corregir las consecuencias que traerá consigo la reforma en los términos que está planteada.

El futuro de México no está en la concentración de poder en una sola persona, sino en la habilidad de mantener un sistema de equilibrios que permita que los errores se corrijan antes de convertirse en catástrofes. Al Senado le corresponde decidir si quiere ser parte de la construcción de una democracia más fuerte, o si prefiere allanar el camino para un gobierno que, sin contrapesos, inevitablemente terminará colapsando desde adentro.

Históricamente México no ha perdonado la concentración de poder en una sola persona, no se toleró con Antonio López de Santana ni con Plutarco Elías Calles. Recordemos que para Lázaro Cárdenas, la única opción para lograr una verdadera independencia y gobernar sin ataduras, fue expulsar a quien le había entregado el poder, no fue una acción desleal; más bien, dejó claro que su único compromiso era con el pueblo mexicano, anteponiendo los intereses nacionales sobre cualquier vínculo personal o político.

Entérense, senadoras y senadores, aunque por obvias razones no lo diga, la presidenta Electa no quiere ni tiene por qué cargar con lastres personales que lo único que harán es entorpecer su gobierno.

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