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La Libertad en el México Autoritario: Un Análisis desde Michel Foucault, Zygmunt Bauman y Amartya Sen.

Análisis socio político

Por el Dr. Héctor San Román Arreaga, Ex Diputado Federal

José Ortega y Gasset culpó a las masas mediocres e intelectualmente defectuosas por el deterioro de la sociedad. Señaló el surgimiento del fascismo y el bolchevismo, culpando a la ignorancia de la gente común de su crecimiento. Todo lo inundó en su mejor obra, La Rebelión de las Masas (1930)

En el contexto político actual de México, hablar de libertad va más allá de referirse a derechos constitucionales o al ejercicio del voto. La libertad se ha convertido en un concepto tensionado entre discursos populistas, estructuras desiguales y sistemas de control difusos. Aunque el país conserva una fachada democrática, diversas dinámicas institucionales, sociales y discursivas apuntan hacia una deriva autoritaria, en la que la libertad se mantiene como ideal simbólico, pero se restringe o redefine en la práctica.

  Este artículo propone una lectura crítica del concepto de libertad en el México contemporáneo, utilizando las herramientas teóricas de Michel Foucault, Zygmunt Bauman y Amartya Sen. Desde sus respectivas perspectivas —biopolítica, modernidad líquida y capacidades humanas—, estos pensadores permiten comprender cómo la libertad puede ser gestionada, diluida o negada incluso en regímenes formalmente democráticos.

Michel Foucault: El poder que produce obediencia

Michel Foucault plantea que el poder no se limita a prohibir o reprimir, sino que produce sujetos a través de discursos, instituciones y tecnologías de control. En el México actual, el discurso de la “Cuarta Transformación” ha generado una narrativa en la que el Estado se presenta como pastor del pueblo, con el presidente como figura moral.

El aparato de gobierno no impone su autoridad solo mediante la fuerza, sino mediante una constante vigilancia discursiva: estigmatiza a opositores, académicos, periodistas y jueces bajo etiquetas como “conservadores” o “enemigos del pueblo”. Así, la libertad de crítica se ve reducida no por censura directa, sino por una lógica de exclusión simbólica que desactiva el debate y reduce el disenso.

Además, la militarización de funciones civiles (aduanas, seguridad, infraestructura) se presenta como una medida de eficiencia, pero desplaza el control democrático hacia estructuras verticales y opacas. En términos foucaultianos, se trata de una libertad domesticada: se permite actuar, siempre que se acepte el marco de la Infocracia como una nueva forma  de gobierno.

Zygmunt Bauman: La libertad en la modernidad líquida.

La lectura de Zygmunt Bauman nos conduce a, la modernidad líquida caracterizada por la fragilidad de los vínculos sociales y la prevalencia del miedo como fuerza organizadora de la sociedad. En México, la inseguridad, el narcotráfico, la corrupción y la precariedad han generado una sociedad ansiosa, donde muchos ciudadanos están dispuestos a ceder libertades a cambio de una sensación mínima de orden.

La popularidad de proyectos autoritarios o militarizados no se explica solo por ideología, sino por la sensación de caos que permea la vida cotidiana. Así, la libertad deja de ser una aspiración colectiva y se convierte en un lujo individual, difícil de sostener frente a las urgencias materiales y emocionales de la supervivencia.

   Bauman advierte que esta renuncia no es producto de una imposición, sino de una elección condicionada: los ciudadanos, abrumados por la incertidumbre, eligen no decidir, entregando su autonomía al líder carismático que promete estabilidad. La libertad, entonces, no es arrebatada por la fuerza, sino disuelta por el miedo.

Amartya Sen: La libertad como capacidad real

Desde una perspectiva más pragmática, Amartya Sen propone que la libertad no debe entenderse únicamente como ausencia de coerción, sino como capacidad real de elegir y llevar una vida que se valora. En este sentido, la pobreza, la violencia, el analfabetismo o la desigualdad estructural anulan la libertad sustantiva, aunque existan derechos formales.

México enfrenta profundas desigualdades territoriales, étnicas y de género que limitan las posibilidades reales de millones de personas. La “libertad de elegir” es ilusoria cuando no hay acceso a salud, educación, justicia o seguridad básica. Desde esta visión, el Estado no garantiza la libertad simplemente al no intervenir, sino que debe crear condiciones materiales e institucionales que hagan posibles las elecciones significativas.

La promesa de transformación social no puede sustentarse solo en programas sociales o transferencias directas; se requiere una agenda de ampliación de capacidades, que hoy parece subordinada a intereses políticos de corto plazo. Sin esta base, la libertad en México sigue siendo un privilegio de clase.

   El caso de México demuestra que la libertad puede existir como principio normativo, pero ser negada, manipulada o redefinida en la práctica bajo formas de autoritarismo electoralmente legitimado. A través de las lentes de Foucault, Bauman y Sen, comprendemos que la libertad no muere necesariamente bajo dictaduras visibles, sino que puede erosionarse silenciosamente en contextos democráticos debilitados.

El poder no necesita reprimir abiertamente si puede gobernar las conciencias, explotar el miedo o despojar a las personas de sus capacidades. La defensa de la libertad en México no debe centrarse solo en preservar derechos formales, sino en reconstruir las condiciones materiales, simbólicas y políticas que permitan ejercerla realmente; en síntesis reconstruir el Estado de derecho.

   Hoy más que nunca, pensar la libertad no es un lujo teórico, sino una necesidad urgente para imaginar nuevas formas de ciudadanía, justicia y democracia.

    “La libertad política de un ciudadano es la tranquilidad de espíritu que proviene de la opinión que cada uno tiene de su seguridad y porque si tiene la libertad es preciso que el Gobierno sea tal que un ciudadano no pueda temer nada de otro ciudadano”

Montesquieu diseña el significado de la seguridad y la libertad de los ciudadanos. En suma, una de las funciones esenciales del Estado de derecho es la responsabilidad del Estado en la defensa articulada de la seguridad y la libertad de los ciudadanos. Si falla esa doble definición falla, también, el Estado de derecho o simplemente, no merece esa definición.

El quid de la cuestión continúa siendo el control de la sociedad. Cuando una comunidad, un grupo de personas o una población entra en una espiral de descontrol, siempre se genera una reacción contraria; es una especie de respuesta refleja que, en realidad, nada tiene de espontáneo, pues obedece a necesidades y caprichos, políticos, concretos de orden y equilibrio. Así, lo que podría haber sido admisible -y, por lo tanto, concebido, garantizado, permitido- en una sociedad de masas ya no es viable hoy en una sociedad desmasificada.

El equilibrio perfecto del totalitarismo estriba en la concesión de ciertos privilegios a costa de la libertad; el de la sociedad de masas descansa sobre el reconocimiento oficial de algunas libertades formales, a cambio de la prevalencia del consumismo y la conformidad. La licuefacción social se manifiesta en realidad, como algo que se propaga de forma incontrolada y que, a ojos del sistema, ha dejado ser comprensible para convertirse en imparable. <Hoy vivimos la ruptura más profunda en la historia del Estado de derecho

Nunca había sido tan clara la disyuntiva: o redoblamos el esfuerzo por una democracia progresista, o nos rendimos a la posibilidad del caos y la dictadura; o aplicamos una estrategia para la defensa del Estado de derecho y el combate al abuso de poder, o abdicamos de nuestro proyecto nacional originado en la Constitución de 1917. Solo queremos un privilegio como mexicanos: el privilegio de ocupar las trincheras más expuestas y la vanguardia en el proceso libertario del verdadero pueblo mexicano, el que no está sujeto a dádivas que lo privan de libertad y lo hacen medroso y sumiso; asumamos el privilegio de enfrentar los embates anticonstitucionales del autoritarismo.

En un mundo convulsionado donde está presente la amenaza de intensificar la conflagración a gran escala, el relato se reduce a la sempiterna lucha entre el bien y el mal, democracia contra autocracia, eso sólo puede significar una cosa: nos han arrebatado el derecho a debatir, a discernir entre la razón  y la mentira, entre Infocracia  y hechos probados. Como en otros tiempos, estigmatizadas, arrinconadas y censuradas las perspectivas democráticas apegadas al Estado de derecho.

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