La descomposición social y su remedio: la plata monetizada
Por Hugo Salinas Price
En 1946, el tipo de cambio peso/dólar era de $4.85 pesos por dólar. En ese año, don Miguel Alemán Valdés entró al poder como Presidente, y dio inicio a la industrialización de México. El peso comenzó a deslizarse de $4.85 a $6.80, y luego a $8.65 por dólar. Finalmente, se estabilizó por un tiempo relativamente largo en $12.50 por dólar, durante los sexenios de Adolfo Ruiz Cortines y Gustavo Díaz Ordaz.
Después de Díaz Ordaz, fue Presidente Luis Echeverría Álvarez, cuya personalidad muy peculiar se expresó en enormes gastos gubernamentales, lo cual se reflejó en la caída del valor de peso, de $12.50 por dólar, a $22.00 pesos por dólar en 1976.
Tras Echeverría, en 1976 tomó posesión de la Presidencia José López Portillo; a él le tocó tanto la Fortuna, como la Desgracia, porque al inicio de su período, México gozaba de un auge petrolero que lo motivó a declarar que “México tendrá que aprender a administrar la abundancia”. Sin embargo y por desgracia, en junio de 1981, EU quebró la economía de la Unión Soviética (como en aquel entonces se llamaba Rusia) al desplomar en forma drástica el precio internacional del petróleo, lo cual consiguió simultáneamente, quebrar la economía de México. El peso cayó a $70 pesos por dólar cuando López Portillo terminó su sexenio.
A partir de ahí, se perdió todo freno a la pérdida de valor del peso mexicano.
No fue sino hasta el sexenio de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) que se logró estabilizar al peso mexicano, respecto al dólar americano, cuando el peso andaba por $3,100 pesos por dólar. Se le quitaron tres ceros a la cifra, quedando la tasa peso/dólar en $3.1 por dólar. Se emitieron nuevos billetes y nuevas monedas. Dizque ahora sí, todo marcharía bien.
Vana esperanza: a estas fechas – 2019 – el peso se ha devaluado a $19.10 pesos por dólar – en realidad, a $19,100 pesos por dólar, si no hacemos caso del tratamiento cosmético que le dio Salinas de Gortari, de quitarle tres ceros al peso.
Hay que tomar en cuenta, además, que el dólar mismo se ha devaluado en forma continua desde 1946: en 1946, con $35 dólares se compraba una onza de oro; hoy, se requieren $1,460 dólares para adquirir una onza de oro.
En 1946, con el oro a $35 dólares la onza, y la relación peso/dólar a $4.85, se compraba una onza de oro en $35 x $4.85 = $169.75 pesos.
Hoy, el oro está a $1,460 dólares la onza, y el peso está – realmente – a $19,100 por dólar, por lo tanto: $1,460 dólares x $19,100 pesos por dólar = $27,886,000 pesos (no maquillados) se requieren para adquirir una onza de oro.
La onza de oro que se compraba en 1946, con $169.75 pesos, ahora cuesta $27,886,000 pesitos (no maquillados) para adquirirse.
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Nuestro mundo se ha vuelto loco de remate, debido a la enfermedad mental generalizada en el mundo, del “desarrollismo”. En su locura, el mundo se ha olvidado de que siempre ha habido pobres, y de que siempre los habrá: los gobiernos de mundo. todos, buscan eliminar la pobreza.
La riqueza de unos y la pobreza de muchos, son características inevitables y eternas de la existencia humana. La pecadora Magdalena se arrodilló ante Jesús y le lavó los pies con sus lágrimas, y luego le untó los pies con un costoso perfume. Entonces, uno de los presentes preguntó: “¿No hubiera sido mejor dar ese dinero a los pobres?” Jesús contestó: “A mí no me tendrán para siempre, pero a los pobres siempre los tendrán.”
Para tener en paz a los pobres, todos los gobiernos del mundo intentan sobornarlos con programas de “desarrollo económico”, y como no basta el dinero verdadero en el mundo para pagar esos programas, han inventado el dinero falso, con los resultados inevitables, de depreciación de esos dineros falsos y la creación de cantidades colosales, inimaginablemente enormes de deudas impagables.
Los gobiernos de nuestro planeta Tierra, están fuera de la Realidad – o sea, están clínicamente locos, con sus programas de “Desarrollo”.
Inevitablemente, lo que logran los programas de “Desarrollo” es causar que multitudes de seres humanos se empobrezcan; a pesar de sus esfuerzos por salir adelante, la depreciación de las monedas cancela sus esfuerzos.
Las multitudes empobrecidas por la inflación monetaria, erróneamente atribuyen el fracaso de sus esfuerzos por salir adelante, a su propia deficiencia. Es ahí, donde nace el deseo de olvidar sus penas, en la droga.
El “desarrollismo” actual, va de la mano con el consumo masivo de droga por aquellos millones que inevitablemente pierden la batalla contra la inflación monetaria.
La moneda de plata, convertida en dinero, serviría como un refugio tangible para millones de mexicanos, donde hallarían la seguridad vital para sí mismos y para sus seres queridos, y podrían prescindir de abrir la puerta falsa de la droga.