El fenómeno de la migración y sus implicaciones en América Latina
Por Julio A. Millán B.
Presidente de Consultores Internacionales S.C.
No cabe duda que definir con claridad un fenómeno humano como es el migratorio, se convierte en un estudio histórico y antropológico porque las migraciones han existido desde siempre; sin embargo, a raíz de la constitución de estados políticamente definidos y especialmente en los siglos XX y XXI el movimiento de personas, particularmente en América Latina, se ha constituido en un tema sustantivo que requiere de un enfoque holístico; o sea integral y entero, para comprender su magnitud.
Las migraciones en las 21 economías que conforman la Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC por sus siglas en inglés) y que genera el 54% del PIB mundial, se observa que el país que tiene mayor migración en la zona latinoamericana de la APEC es México, con una tasa neta de migración que va más allá de 4.5 por cada mil habitantes durante el lustro, cuando en el caso de Filipinas es el 2 por cada mil habitantes durante el lustro.
La migración presenta hoy dos caras. Una de ellas es la necesidad que los países industrializados o de mayor desarrollo económico tienen en relación a su demografía y de recibir trabajadores migratorios que coadyuven al desarrollo económico de sus países. Un ejemplo muy clásico de esto es Alemania que requirió de mano de obra y los españoles la suplieron en el periodo 1960-1979, antes de haber logrado un mayor desarrollo interno y cuando España comenzó a crecer económicamente, ya no proporcionó a Alemania la mano de obra necesaria, tan es así que hoy Alemania está obteniéndola de otros países del centro de Europa.
El caso más dramático de los países latinoamericanos se da en la relación de México con los Estados Unidos y es lógico. Estados Unidos requiere anualmente de 850.000 trabajadores inmigrantes aproximadamente, para poder mantener un desarrollo económico interno del 2.5% del Producto Interno Bruto. Actualmente México contribuye en un poco más del 50% de esta fuerza de trabajo y el resto proviene de países de Sudasia, Europa y África.
Por otro lado; en los países latinoamericanos no se dan las condiciones económicas de grandes migraciones por razones de gran desbalance económico, sino son reacomodos humanos, pero en realidad no son muy significativos.
Por lo tanto, se entiende que la migración es un fenómeno complejo, político, económico y social. La otra cara de la migración: se da por la connotación negativa que implica, este problema ha sido la criminalización con el objetivo de tener un control político del mismo y no darle una solución integral que sea acorde y congruente con las situaciones económicas y sociales que viven los países. El caso concreto de la relación México y Estados Unidos se enmarca en este contexto.
Si esto a su vez se contamina con el tema del narcotráfico, se crea una gran confusión, porque no existe ninguna posibilidad de darle una solución integral al tema económico, bajo la amenaza y el riesgo del crimen organizado y le da entonces una posición política a los Estados Unidos muy compleja, que hace que se aleje una solución real de largo plazo.
Una consideración que se hace muy a menudo, es el supuesto beneficio del país expulsor de personas en términos de las posibles remesas que estos generan y este tema es muy sujeto a considerarse un error, porque el costo educativo, el bono demográfico para los países y el desajuste social que genera en muchos casos, no compensa el ingreso económico que generan las remesas de los inmigrados.
Independientemente de que el desarrollo económico de un país es factor importante para el proceso migratorio, tanto de ida como de vuelta, existen otros elementos sociales y culturales, incluso del medio ambiente que hacen que existan movimientos migratorios en el mundo. Por ello revisar con atención las cifras de movimiento de personas, permite encontrar soluciones correctas y a largo plazo.
El tema migratorio debe ser parte de la agenda de todos los Gobiernos acompañando los Tratados Comerciales o de Libre Comercio. En América Latina debería existir un acuerdo común de presentar un frente unido a los países desarrollados para encontrar soluciones integrales, humanas, sólidas y de largo plazo. Sólo así garantizaríamos la estabilidad de fronteras y la seguridad social de nuestros países a largo plazo.