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El Director Enrique Diemecke y el barítono Alfredo Daza embelesaron al público en la Nezahualcóyotl

Por el Lic. Mauro Jiménez Lazcano y Profesora Margarita Romero Luelmo Director General y Subdirectora de la Revista Macroeconomía

Fue una mañana deliciosa en la que el gran maestro Enrique Diemecke, Director Huésped de la Orquesta Filarmónica de la UNAM demostró su delicada formación de violinista y de director preciso, enérgico, educado y sensitivo; inició el concierto con la creación “Esferas” de Lilia Vázquez Kuntze, autora mexicana que estuvo presente en el evento y subió a la plataforma de los maestros musicales a recibir el reconocimiento del público, tomada de la mano de Enrique Diemecke.

Y luego, la presentación del gran barítono mexicano Alfredo Daza, que interpretó nada menos “Carta de Don Quijote a Dulcinea”, llenando el espacio de la Sala Nezahualcóyotl con una voz llena de fuerza, cariño e ilusión, que el público reconoció y premió con una larga, larga ovación, a la que el propio Director Diemecke se unió.

Y luego vino la fuerza y la cadencia musical del gran Maestro Giusepee Verdi, con el área del acto II de la ópera Otello: “Credo Inn un Dio crudel”, que el auditorio premio nuevamente de pie y aplaudiendo hasta que a muchos les dolieron las manos.

Enrique Diemecke disfrutó plenamente el mismo del concierto e iba explicando al público cada una de las obras que presentaba, no con pedantería sino al contrario, en un tono magistral que mantuviera a los oyentes embelesados con la música que escuchaban al mismo tiempo que imaginaban lo que los autores como Ravel, Verdi y Respighi quisieron transmitir a las personas que los escucharan.

El barítono Alfredo Daza, cantó en la Sala Nezahualcóyotl los pasados 4 y 5 de octubre, con la Orquesta Filarmónica de la UNAM

De esa manera, el gran Director Enrique Diemecke fue llevando al público y a cada uno de los oyentes por las Fuentes de Roma con la música de Ottorino Respighi: I.- La Fuente de Valle de Giulia al alba; II.- La Fuente del Critón por la mañana; III.- La Fuente de Trevi al medio día; IV.- La Fuente de Villa Medici al atardecer.

Luego fue un paseo maravilloso por los Pinos de Roma: I.- Los Pinos de Villa Borghese; II.- Pinos cerca de la Catacumba; III.- Los Pinos del Janículo; IV.- Los Pinos de la Vía Apia.

Esta composición, sobre los Pinos de la Vía Apia, de Ottorino Respighi fue algo fantástico, con trompetas, tambores, violines, piano, arpas, flautas y flautines, trombones, bajos y violonchelos, que hicieron retumbar la Sala Nezahualcóyotl, como el regreso de Julio César a Roma después de la victoria y la recepción que le dieron los guerreros que quedaron a resguardar la metrópoli; no se podía respirar de la emoción que produce el triunfo, la victoria; lo que quiso hacernos sentir Respighi cuando escribió esta gran obra musical: 60 músicos y su Director mismo, Enrique Diemecke, enloquecidos, tocando sus instrumentos como nunca lo habían hecho, y Diemecke marchando, dirigiendo a todos uno por uno señalándolo con las manos, con los ojos, con la cabeza, y luego el fin y la ovación.

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