El asombroso Japón que Yo ví hoy: Orden, educación, ausencia de crimen, limpieza absoluta
Recientemente fui a Japón, un país que estableció relaciones con México desde la época virreinal, del cual, después de tanto tiempo, poco es lo que sabemos de ese país y poco es lo que hemos aprendido de sus logros.
La estancia en Japón es una experiencia absolutamente inusitada, como una marcha por otro tiempo. Es inaudito y pasmoso ver su espacio. Calles completamente libres de basura y suciedad, de pestilencias y de hediondez; una armonía íntegra del orden público, donde los espacios son respetados en todas sus formas y dimensiones; los disturbios entre coches y peatones son inexistentes, porque se desconoce la desorganización. Me quedé pasmada con las redes de transportes y comunicaciones: el sistema de ferrocarriles es de los mejores, si no el mejor, a nivel mundial; rápidos, puntuales, limpios y cómodos. JR Railways es un conjunto de empresas que unen a todo Japón, con un tendido ferroviario de mas de doscientos mil kilómetros. El tren más veloz es el Shinkansen, el más seguro además, ya que nunca ha habido ningún accidente fatal. Todas las grandes ciudades de Japón cuentan con un sistema de metro que permiten un transporte rápido y eficiente, y es las forma más usada por lo japoneses debido a su practicidad y bajo costo. No hay lugar en todo el territorio japonés donde no se pueda llegar. Autobuses y tranvías siempre a la disposición del ciudadano y el turista. La seguridad civil destaca, la criminalidad y la delincuencia son inexistentes. La amabilidad de las personas es una cuestión significativa porque resalta un nivel de esmero por los demás. Lo viví con Kishie Kawata, una mujer viuda que ha viajado por todos los países sin que yo olvide uno, y que me atendió de la mejor manera en su casa, donde se entraba por el genkan, para descalzarse, pasando por las puertas corredizas enrejadas shoji sobre los suelos de tatami, fabricados con materiales de la naturaleza. Su casa de dos plantas, rodeada de jardines, tenía un altar de Buda y al lado una armadura samurái, de sus generaciones pasadas. Los valores de respeto y memoria aún perduran.
Japón es un país que siempre ha buscado elementos de readecuación dentro de sus propios modelos. Conformado por un sin número de islas, producto de plegamientos en la corteza terrestre, llenos de fracturas generadas que se resuelven en volcanes, y es vasta la cantidad de volcanes que tiene el suelo. Esos volcanes tapizaron su territorio con tierras llenas de materias incuriosas, ácidas. De allí que los japoneses tuvieron que construir, sobre su propio territorio, áreas de cultivo, es decir tierra viva. Las grandes tierras de cultivo son el reflejo del esfuerzo del pueblo japonés por hacer de la tierra muerta una tierra viva. Y a pesar de su geografía, no es un país de marinos, como Inglaterra que generó un imperio marítimo. Japón buscó respuestas hacia adentro.
Su sistema educativo ha sido central para el Japón moderno. Desde hace muchos años, el gobierno puso el énfasis en la importancia de fortalecer la educación elemental de la población como base para el éxito de la nación y el desarrollo de la educación superior. Desde principios del siglo XX Japón logró que prácticamente todos los niños asistieran a la escuela. No hay analfabetismo en ese país. Las escuelas tienen niveles de excelencia; y la instrucción es estricta y la presión social es rigurosa. Es tal la exigencia social, que desde temprana edad las personas deben esforzarse al máximo para mantenerse al mismo nivel que los demás. Con lo anterior, la mentalidad japonesa aspira lograr el respeto a los demás, el valor más importante de aquel país.
La cuestión es hacer lo mejor, dar lo mejor. Esta permanente búsqueda, a pesar de los conflictos, va teniendo inmediata respuesta para seguir avanzando. Un terremoto y un tsunami que destruyeron toda una región en el 2011 y la gente la levantó de inmediato porque hay que seguir viviendo y trabajando. Cayeron dos bombas atómicas y se repusieron de todo el desbarajuste que conllevó la dominación norteamericana, pero trabajaron y continuaron adelante. Erupciones de volcanes y terremotos no bastaron para que reconstruyeran todo nuevamente. Es y ha sido un tema de enfrentarse a la adversidad, de readecuarse a las circunstancias y volver a hacer. Es un asunto de hacer, de hacer bien las cosas, de esfuerzo, orden y disciplina, que está sujeto a una idiosincrasia común. A un fin que proyecta lo mancomunado y que permanece en la lucha bajo los estándares del orden y la disciplina durante las adversidades y sin las adversidades, es decir, siempre.
Por María José Jiménez Guzmán, Historiadora por la Universidad Iberoamericana.
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