Cuauhtémoc Cárdenas repasa sus 90 Años de vida
Expresa su amor por México y anuncia que seguirá luchando por el País
Por Cuauhtémoc Cárdenas
Antiguo Colegio de San Ildefonso.
Ciudad de México, 9 de mayo de 2024.
Cumplir, llegar a 90 años de edad, no es ninguna gracia. Suerte de buena salud y ya. Pero como podemos ver y me congratulo de ello, es un buen pretexto para reunirnos amigos de muchos años, amistades y compañerismos forjados en jornadas de mil motivos, ocasión también para recordar dónde y por qué de los encuentros, para traer a la memoria a los amigos y compañeros ya idos, a los afectos que han estado, están y estarán, paisajes, recorridos y acontecimientos.
De estos 90 años, 58 y un poquito más, fueron de cariño compartido con Celeste. Los años en los que se formó, para mí, una extraordinaria familia, Celeste el centro de ella, que sólo me ha dado y sigue dando alegrías, cariño y satisfacciones: Lázaro, Mayra, Cuate, Virginia, Pablo, Camila, Agustín, Cuatito y Lazarito, que no sé si aun les quede el ito, pero así son y seguirán en casa y familia.
He tenido la fortuna de tener una vida que se puede decir plena. Mi formación y trayectoria de vida, con los defectos y fallas sólo de mi factura y responsabilidad, en todo lo que sea positivo, empieza con las enseñanzas, siempre razonadas, y los ejemplos de mis padres, Lázaro y Amalia, ni más de uno ni menos del otro, de los dos los valores y principios que han guiado mi conducta en estas ya muchas décadas.
Aprendizajes también, que me han llegado de mucha gente, de muchos andares por nuestro México y por otros rumbos, en brechas y autopistas, abriendo cercas a campo traviesa para hacer camino y subiendo en aviones, en grandes ciudades y rancherías, de mis profesores desde el jardín de niños hasta la Escuela Nacional de Ingenieros de le UNAM, que en los años 50s aun no era facultad, de técnicos y académicos, de rancheros y campesinos, también de políticos, unos afines, otros opuestos, nunca enemigos, de gente de muchas partes, de pensamientos diversos, unos que he buscado, otros que por distintos caminos han llegado a mí. De todos y en los diferentes momentos y circunstancias he recibido aprendizajes, y probablemente de mí otros hayan recibido algo útil, algo bueno, algo provechoso y formativo.
Aprendizajes también que me ha dado el territorio: de suelos fértiles y de los muchos recursos que ofrece el desierto, de aguas abundantes con grandes beneficios potenciales y los riesgos que también acarrean, de los aprovechamientos del subsuelo, de la necesidad de cuidar, proteger y aprovechar enseñanzas de los buenos manejos que enriquecen suelos, lagos, mares, bosques, selvas y sus ricas y variadas biodiversidades, de gran potencial económico y social (cuya privatización debe tajantemente rechazarse).
Y al cruzar de arriba abajo el territorio de nuestro país, desde pequeño, de joven y no tan joven acompañando a mis padres, después en actividades profesionales, en viajes con la familia, en campañas políticas, que han sido muchas, en recorridos y estancias dentro y fuera del país, en la vida de todos los días en esta ciudad y por todos lados, los aprendizajes recibidos más valiosos han sido de la gente con la que me encuentro y trato, de la que está trabajando, de la que platica de su vida y experiencias, de la que quiere compartir lo que sabe, buscar el diálogo y con interés y paciencia escuchar. Y en todo este ir y venir, se me han dado, como ya lo he dicho, oportunidades para forjar sólidas y muy queridas amistades.
Desde pequeño me atrajeron la historia y la geografía. Me interesó conocer cómo se fue forjando nuestro país y qué ofrecía éste en su variado territorio; qué personajes y qué acontecimientos de su historia hicieron marcas definitivas en su presente y hacia el futuro; las interesantes y muy valiosas diferencias étnicas, culturales y regionales que en su diversidad han sido fundamentales para unir y forjar identidad, nacionalidad y comunidad; qué nos distingue de otros pueblos y qué nos acerca e identifica con ellos, en particular con los que se extienden al sur del Suchiate en nuestro continente, donde, como aquí, subsisten gérmenes que algún día, estoy cierto, harán realidad el ideal bolivariano de unidad.
Puedo decir que desde siempre me llamó la atención la política: qué era, qué se hacía al participar en ella, cómo y para qué se hacía política, y en mi entender se hace política, se participa en política, verdadera política, cuando una conducta y una o un conjunto de propuestas están enmarcadas en un conjunto de ideas, en una ideología, y la práctica está conducida por ésta. A mí me atrajo y convenció la ideología de la Revolución Mexicana, sus objetivos libertarios y reivindicadores. La convivencia familiar, sin duda, tuvo que ver en ello: los relatos en los viajes y en las sobremesas; el encuentro con los logros y las desviaciones de la reforma agraria en La Laguna, la zona henequenera de Yucatán, en Lombardía y Nueva Italia en la Tierra Caliente michoacana, en el Soconusco; las carencias y abandono de la Mixteca, la Selva Lacandona, el Valle del Mezquital y la región candelillera e ixtlera; entender la trascendencia de la Expropiación, en ella, la afirmación del ejercicio de la soberanía de la nación y cómo a partir de ella fue posible desarrollar una industria petrolera diversificada y nacional; también el reclamo de educación y salud para todos; la vital importancia de la paz; y la importancia del reconocimiento y cabal aceptación de la diferencia y la igualdad en la construcción de democracia y convivencia fructífera.
Haciendo cuentas, son casi cinco décadas de política y poco o casi nada de otras cosas. No cuento las participaciones técnicas, que aunque no se hacían explícitos llevaban contenidos políticos: en el Consejo Técnico Consultivo de la Confederación Nacional Campesina y en las Sociedades Interamericana y Mexicana de Planificación.
En este medio siglo mi actividad política en Michoacán y en la República ha estado guiada por el propósito de impulsar el desarrollo de la democracia, una democracia amplia, que vaya mucho más allá de la electoral, al mismo tiempo que ésta se fortalezca y en nada se vulnere. Algunos podrán pensar que ha sido para llegar a cargos públicos de relevancia, sin querer ver que desde ellos se facilita impulsar realizaciones determinadas para lograr cambios sociales, obra pública, mejoramiento económico, relevancia internacional para la nación y para el proyecto político. Porque si sólo el cargo hubiera sido el objetivo, sería muy chata la aspiración y pronto se hubiera caído en el vacío.
Varias veces participé en campañas electorales como candidato: para senador y gobernador de Michoacán, para jefe de Gobierno del Distrito Federal y en tres ocasiones para presidente de la República. En todas, presentando desde el inicio de las campañas propuestas de contenido popular y democrático, que siguen enmarcando la actividad política en la que he venido participando en trincheras ya no electorales. Esto es, hubo y hay un proyecto de nación y de vida, que fuera de lo privado, ha estado y está guiado por una ideología con la que he hecho compromiso conmigo mismo.
En este largo caminar político, hemos visto desde el 2 de julio de 1988, día en el que fueron asesinados Francisco Javier Ovando y Román Gil Heráldez, y hasta 1997, caer a casi un millar de compañeros, sin cuyo sacrificio más atrás estaríamos hoy en la construcción de nuestra democracia. Honrémoslos recordándolos hoy y siempre.
Tres campañas por la presidencia, asambleas por todo el país para formar el PRD, acompañando campañas estatales, municipales y legislativas, más viajes con diversos motivos, me han permitido, en el medio siglo de actividad política, entrar en contacto con mucha gente y con las muy distintas regiones del país, con sus diversidades naturales, étnicas y culturales, y así, enterarme de situaciones sociales, económicas y políticas, conocer aspiraciones, proyectos, posibilidades que, de otro modo, no hubiera conocido o sabido de ellos. Hoy, buena parte de la actividad política se hace a través de los medios -así lo imponen los avances tecnológicos-, pero los contactos con la gente y con el territorio son indispensables, si se trata de hacer política verdadera. Y a ello hay que dedicar tiempo, paciencia y atención.
La historia nos enseña que plasmar en realidades los ideales y aspiraciones de los pueblos, generalmente toma más tiempo del que pensaban o esperaban tomaría los iniciadores de los grandes cambios políticos y geopolíticos, sociales y culturales, y también nos enseña que sólo persistiendo en el empeño se han alcanzado esos grandes cambios.
La presencia de todos, hoy, aquí, da muestra de ello, de que sigue viva la lucha por el rescate de la soberanía nacional para lograr su ejercicio pleno sustentado en el mandato democrático de la gente; por superar injusticias y desigualdades sociales, así como injustas carencias materiales; por la igualdad ante la ley, la sociedad y las oportunidades de mejoramiento; por una economía que crezca sostenidamente y distribuya con equidad; por un mundo de paz y concordia.
Esto es, la presencia de todos aquí, hoy, me deja claro que la lucha sigue.