“Consolidemos libertades, justicia y bienestar del pueblo y para el pueblo”, dice el Presidente de la Suprema Corte, Luis María Aguilar Morales
Muy buenos días, respetables asistentes.
Don Emilio Chuayffet Chemor, Secretario de Educación y representante del Presidente de la República;
Señor senador don Miguel Barbosa Huerta, Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Senadores del Congreso de la Unión;
Señor diputado don Julio César Moreno Rivera, Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión;
Señoras senadoras, señores senadores:
En el marco del Seminario “La Constitución, análisis rumbo a su centenario” cuyo objetivo es reflexionar sobre los fundamentos filosóficos, históricos y políticos de la Constitución de 1917, el Senado de la República ha tenido a bien declarar como reciento oficial para esta Sesión Solemne el recinto legislativo del Palacio Nacional, que fue sede del Congreso de la Unión del 1º de enero de 1829 al 22 de agosto de 1872.
Fue precisamente en este recinto donde el 5 de febrero del 57 se llevó a cabo la promulgación de la Carta Magna, que daba cumplimiento a la gran promesa de la Revolución de Ayutla, en palabras de Francisco Zarco, honrado por el Congreso Constituyente con el encargo de redactar el manifiesto que debería preceder a la Constitución, en el sentido de que los Estados Unidos Mexicanos volvían a la vida constitucional.
“El Congreso –decía Zarco– ha sancionado la Constitución más democrática que ha tenido la República; ha proclamado los derechos del hombre; ha trabajado por la libertad; ha edificado sobre el dogma de la soberanía del pueblo y no para arrebatársela sino para dejar al pueblo el ejercicio pleno de su soberanía”.
Fue la de 1857 una Constitución de libertades al cincelar en la historia que los derechos del hombre son la base y el objeto de las instituciones sociales.
La ley suprema promulgada en este recinto en febrero del 57, puso no sólo los cimientos de la República Federal sino el andamiaje preciso a la división de poderes, al expresar que es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una república representativa, democrática, federal, compuesta por estados libres y soberanos. Y tuvo el acierto de reconocer que es el pueblo, que es en el pueblo donde reside la soberanía de la Nación y que ésta se ejerce por medio de los Poderes de la Unión y de los estados.
El 1º de diciembre de 1916, en la sesión inaugural del Congreso Constituyente, don Venustiano Carranza advirtió que los legisladores del 57 parecía que se conformaron con la proclamación de principios generales que no procuraron llevar a la práctica.
Decía Carranza: “Acomodándolas a las necesidades del pueblo mexicano para darles pronta y cumplida satisfacción, de manera que nuestro código político tiene en general el aspecto de fórmulas abstractas en que se han condensado conclusiones científicas de gran valor especulativo, pero de la que no se ha podido derivar ninguna o muy poca utilidad positiva.
En su concepción original, la idea del constituyente de 1916-17, era conservar intacto el espíritu liberal de la Constitución del 57 y la forma de gobierno que en ella se establecía, y que las reformas sólo se reducirían a quitarle lo que la hacía inaplicable a suplir sus deficiencias, a disipar la oscuridad de algunos de sus preceptos y, como decía Carranza, a limpiarla de todas las reformas que no hayan sido inspiradas más que en la idea de poderse servir de ellas para entronizar la dictadura.
Fue así que hace ya casi 100 años, 218 diputados se congregaron para reformar la Constitución Política. Representaban no sólo a 29 estados y al Distrito Federal, sino también a distintas vertientes de la actividad humana.
Así, la Constitución de 1917 fue obra igual de farmacéuticos, comerciantes, abogados, periodistas, médicos, ingenieros, escritores, telegrafistas, maestros, economistas, tipógrafos, obreros, ferrocarrileros, topógrafos, impresores, militares y hasta un actor y un cochero.
En palabra de uno de ellos, don Manuel Aguirre Berlanga, diputado al Congreso Constituyente por Saltillo, Coahuila, se dijo: obra tan importante fue forjada en los talleres grandes arquitectos: el del pueblo, cuyas necesidades tomaron cuerpo en la opinión, penetraron en todas las conciencias y manifestándose en forma de fuerza irresistible, engendraron la revolución para alcanzar su objeto.
El artífice que la modeló y producto de la sabiduría, exteriorizó su pensamiento en su cabal proyecto de reformas que sometiera a los representantes del pueblo y el de estos integrantes del Congreso Constituyente de Querétaro, quienes después de sujetar el proyecto a largos debates y reñidas discusiones en que se dieron cita el talento, la erudición, la elocuencia y el patriotismo, convirtieron aquel modelo en lo que hoy es: Ley Fundamental de la República.
Tras la gesta armada, era indudable la necesidad de reactivar la institucionalidad, la legalidad, la democracia, la protección de los derechos de las personas. Por ello y para ello, la Constitución de 1917, al contener los fines del proyecto nacional y al ser el reflejo del arreglo político nacional, se convirtió en el gran legado cultural de la Revolución Mexicana.
Es así que conmemorar su promulgación representa, por un lado, el reconocimiento de que los anhelos del pueblo de México se concretan de manera permanente en el reconocimiento, el respeto y la protección de los derechos humanos, en la modernización de las instituciones fundamentales y en la adaptación a las necesidades y exigencias de una nación que evoluciona constantemente en el concierto internacional, así como la oportunidad de ratificar nuestra convicción con la libertad, con la justicia y con las exigencias históricas de nuestra sociedad.
Por ello, el cinco de febrero de 2013, los representantes de los tres poderes de la Unión, firmaron el acuerdo para la conmemoración del Centenario de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, y con el propósito de dar cumplimiento a dicho acuerdo, se conformó la Comisión Organizadora del Poder Judicial de la Federación para los festejos del Centenario, orientada de manera preponderante a identificar y relacionar los sucesos, las acciones, los personajes, los documentos jurídicos y jurisdiccionales que enmarcaron el rumbo de la nación mexicana durante el Siglo XX y la manera en que estos perfilan al Poder Judicial de la Federación como una institución fundamental en el proceso continuo de la construcción del Estado de Derecho en México.
Espacios de reflexión como el que hoy nos congregan en este recinto histórico, deben darse con la premisa de que las instituciones están obligadas a ofrecer soluciones eficaces a los grandes y urgentes problemas nacionales.
La ley suprema del país señala con nitidez, a través de sus preceptos, las responsabilidades imprescriptibles del Estado en todos los ámbitos de la vida pública, así como los principios rectores del vínculo entre gobernantes y gobernados.
La razón del Estado es el pueblo, la sociedad que le da origen. Por ello ninguna constitución, ningún gobierno y mucho menos ningún sistema de justicia es posible si no se sustenta en una real y concreta defensa y respeto a los derechos de las personas.
Nuestra Constitución sí lo hace, los gobiernos que de ella emanan están obligados a hacerlo y los jueces de la República tienen el deber de vigilar por su respeto y cumplimiento efectivo.
En el México actual, el Texto Constitucional se reafirma como la Guía Suprema para seguir edificando el país que anhelamos para las generaciones presentes y futuras.
La Constitución es el rumbo de la Nación, el pacto duradero de nuestra vida institucional y el soporte de nuestra convivencia social.
Por parte del Poder Judicial de la Federación, ratificamos nuestro compromiso por su pleno acatamiento, por su cabal observancia, convencidos de que la Constitución es la Norma Suprema que se alza como paradigma fundamental al que deben someterse todas las otras normas de origen nacional o internacional.
La Constitución no puede sino estar como referente único e insuperable de toda legitimidad y legalidad en el país.
Nadie por sobre la Constitución; nada por sobre la Constitución.
Es así que rumbo a la conmemoración del Centenario de nuestra Ley Fundamental, ratificamos el compromiso de trabajar de manera coordinada con los otros Poderes de la Unión, para difundir el contenido de la Constitución, concientizar sobre la importancia de su cumplimiento cabal, recordar su importancia histórica y su contribución al desarrollo económico, político y social del país, y para reflexionar sobre los mejores mecanismos para hacer efectivos los derechos fundamentales que en ella se consagran.
La Constitución es, y debe seguir siendo, norma de referencia, fundante y origen de creación institucional a la cual debe ajustarse y someterse toda otra norma que se genere dentro de su ámbito general de aplicación.
De igual manera, es necesario reafirmar, día con día, nuestras convicción para que al amparo de la Supremacía Constitucional, consolidemos el país de libertades, de justicia y de bienestar que el pueblo de México no sólo exige sino merece.
Muchas gracias.
SENADOR MIGUEL BARBOSA HUERTA: Gracias señor Ministro Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.