Colonialismo y Esclavitud
Cuando hablamos de colonialismo y de esclavitud tratamos estos temas como si fueran dos realidades completamente diferentes. ¿Pero, en realidad, son diferentes? En este escrito voy a intentar demostrar que no son diferentes, aunque podamos visualizarlos como dos realidades existenciales independientes.
El colonialismo lo podemos definir como el control político, económico, social y cultural de un pueblo sobre otro. La colonia no goza de soberanía propia y depende para sus mecanismos de gobierno de la metrópolis que la controla. Si examinamos las estructuras políticas y de gobiernos de las colonias de España, Inglaterra, Portugal y Francia que se desarrollaron en América entre los Siglos XV y XIX, éstas no gozaban de ninguna autonomía ni soberanía. Estaban atadas a las coronas de las diferentes metrópolis que las controlaban y que las consideraban propiedad exclusiva del estado. La colonia no tiene control pleno de su territorio, y las leyes que pueda generar mediante su gobierno local están sujetas a la voluntad de las leyes de la metrópolis.
Puerto Rico, hoy por hoy, es la colonia más antigua del mundo. Desde el 1493 hasta el 1898 fue colonia de España. Desde el 1898 hasta el presente es colonia de los Estados Unidos de América. En el 1952 la metrópolis fue ante las Naciones Unidas con el cuento de que Puerto Rico gozaba de gobierno propio bajo lo que llamaron el Estado Libre Asociado. No fue hasta hace poco (el jueves, 8 de junio de 2016) que la Corte Suprema de los Estados Unidos de América bajó, en el caso del Pueblo vs. Sánchez Valle, que se determinó que Puerto Rico no tiene soberanía distinta a la de Estados Unidos, por lo que el sistema de justicia local no podía radicar cargos por los mismos hechos a los ya acusados a nivel federal. Con esta decisión proclamaba que Puerto Rico no gozaba de soberanía y que era propiedad del Congreso. Dicho cuerpo legislativo tenía plena autoridad sobre Puerto Rico. La mentira que declaró ante las Naciones Unidas el Embajador de los Estados Unidos de América en el 1952 quedó al desnudo ante el mundo entero. Puerto Rico es una colonia. Y la ciudadanía estadounidense que se nos impuso en el 1917, no nos garantiza los mismos derechos que tienen los ciudadanos de los cincuenta estados de la nación. Fue una ciudadanía acomodaticia debido a que los estadounidenses se encontraban en plena Guerra Mundial (la Primera) con Alemania y necesitaban de nuestros jóvenes para ir a luchar a Europa. En aquellos tiempos, extranjeros no eran permitidos en las fuerzas armadas y, como los puertorriqueños éramos extranjeros, nos hicieron ciudadanos para poder enlistarnos en sus ejércitos.
En las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, hubo un intento en el Congreso de los Estados Unidos de América de considerar la Independencia para Puerto Rico. Todos los Departamentos (hoy Secretarías del Gobierno Federal) estaban de acuerdo, excepto la Marina de Guerra. Ésta tenía unos intereses en Puerto Rico y quería garantizar el uso de la Isla para sus objetivos muy particulares. En un informe secreto que se vino a conocer muchos años después, la Marina indicaba que a Puerto Rico no se le podía otorgar la Estadidad ni la Independencia. Había que buscar un status que le permitiera a los Estados Unidos hacer con la Isla lo que quisiera conforme a sus necesidades de Seguridad Nacional. De ese informe nace el Estado Libre Asociado como un mito de soberanía disfrazada. Las Naciones Unidas aceptaron el engaño y por muchos años Puerto Rico se paseaba entre las naciones como si tuviera una autonomía y soberanía concedida por la metrópolis bajo el estandarte del Estado Libre Asociado.
Hoy la mentira ha quedado desenmascarada, aunque muchos de nosotros veníamos diciendo desde hace mucho tiempo que Puerto Rico era una colonia porque no era ni un Estado, ni era Libre, ni estaba Asociado. Es, lo que siempre ha sido durante más de 500 años, una colonia. Así Puerto Rico pasó a ser lo que siempre fue, un pueblo esclavizado por ser propiedad del Congreso estadounidense. Por definición, un pueblo esclavizado es uno que no tiene soberanía y es propiedad de un tercero. En las colonias de América la venta de esclavos importados de África se convirtió en un negocio muy próspero. En los Estados Unidos de América dicha práctica continuo hasta la Guerra Civil, cuando Abraham Lincoln proclamo la abolición de la esclavitud.
En Haití, un esclavo que se había educado a sí mismo, Toussaint L’Ouverture, derrotó a los ejércitos de Napoleón y logró la libertad de los esclavos en Haití. La única revolución de esclavos que ha sido exitosa. Toussaint logró ser Gobernador de Haití y logró un pacto con Napoleón, un pacto que luego Napoleón traicionó, encarcelando a Toussaint donde murió. Cuando Napoleón se encontraba prisionero se le preguntó sobre su traición en contra de Toussaint y éste contestó: “Qué podría importarme la muerte de un maldito Negro.”
También podemos mencionar el ejemplo Bíblico del pueblo de Israel que fue esclavizado por más de cuatrocientos años. Aunque no existe evidencia científica de los hechos narrados en el Éxodo, tanto los pueblos judío y cristiano creen en las historias del Pentateuco. Aquí tenemos al Dios del Pueblo de Israel interviniendo para que Su pueblo fuese liberado bajo la dirección de Su escogido Moisés. La historia ha motivado a muchas producciones cinematográficas del Éxodo de Egipto gracias al drama que se desarrolla y el énfasis que se le da a la fe que guía el pueblo de Israel, así como sus debilidades que lo obligan a pasar cuarenta años vagando por el desierto antes de llegar a la tierra prometida. Libres sí, pero sin poder disfrutar de la tierra de miel y leche que se le había prometido.
Así Puerto Rico vaga por su propio desierto que lo esclaviza dentro de una colonia que nos hace propiedad del Congreso. No hay mucha diferencia entre nuestra condición y la del Pueblo de Israel. Nuestro Faraón es el Congreso con poderes plenarios sobre nosotros. Como Napoleón el Congreso contesta a nuestra crisis fiscal, provocado en gran parte por los estadounidenses: “Qué podría importarme los problemas fiscales de Puerto Rico.” Esa ha sido la actitud del Congreso desde que se comenzó a dialogar con él en busca de una solución. La solución que le da el Congreso es una Junta de Control Fiscal, para dramatizar aún más el sometimiento al que nos tiene el Congreso, estrategias coloniales y que esclavizan. Somos prisioneros en nuestro propio país, con unas libertades ficticias para aparentar que somos una democracia. Las democracias no colonizan ni esclavizan, liberan.
Pero no se puede esperar más de una metrópolis que se vanagloria con ser una democracia, reviviendo ese mito cada vez que puede, especialmente durante las campañas políticas. Actualmente estamos siendo testigos de esa gran mentira cuando observamos desde afuera como los candidatos a la presidencia estadounidense se insultan y se llaman “mentirosos” mientras buscan manipular al pueblo para ganarse su simpatía y sus votos. Un ejemplo clásico de una dictadura representativa donde la partidocracia es la reina de la contienda, y el pueblo, engañados con su creencia en la democracia, los siguen como corderitos al matadero.
Puerto Rico observa desde afuera la contienda política, que tiene como propósito elegir al Presidente estadounidense el 8 de noviembre de 2016, porque no tenemos el derecho de participar en las elecciones nacionales. Somos ciudadanos de segunda clase con una ciudadanía de segunda clase a merced de una dictadura donde la partidocracia dicta al través del Congreso lo que podemos o no hacer. Aldous Huxley, en “Un Mundo Feliz” (1932), dijo:
Una dictadura perfecta tendría la apariencia de una democracia, pero sería básicamente una prisión sin muros en la que los presos ni siquiera soñarían con escapar. Sería esencialmente un sistema de esclavitud, en el que, gracias al consumo y el entretenimiento, los esclavos amarían su servidumbre.
Puerto Rico no es solamente un ejemplo de una colonia, sino que somos un pueblo esclavizado en los albores del Siglo XXI. Como en los países esclavizados y colonizados de antaño, somos víctimas de la metrópolis que nos controla, una “dictadura perfecta”. Hay quienes tratan de argumentar que nuestra condición no es la misma; que nosotros no sufrimos las atrocidades que sufrían los pueblos esclavizados. Porque no se nos somete al mismo trato físico no quiere decir que no estamos esclavizados. La ausencia de soberanía propia nos coloca en el ámbito de la esclavitud y dramatiza la profundidad de nuestra colonización. Nos convertimos en títeres de la metrópolis que goza de autoridad plenaria sobre nuestro presente y futuro. Porque no nos obligan con látigos a cumplir sus deseos no quiere decir que no nos maltratan haciéndonos sentir como si fuéramos inferiores, sin la capacidad de gobernarnos por nosotros mismos. Ese complejo de inferioridad que han desarrollado en nosotros mediante látigos psicológicos representa los efectos nocivos de los látigos de antaño, y la persecución a que nos han sometido al través de los años dejan heridas en nuestro ser que no desaparecen fácilmente. Las arrastramos por toda la vida.
Supuestamente la esclavitud fue abolida en todos los países. Pero no, todavía está muy viva. La colonia de Puerto Rico no es más que un pueblo esclavizado a la merced de la metrópolis que nos controla. Pero contrario al Pueblo de Israel que abandonó su fe en el Dios de Abraham por más de cuatrocientos años, nosotros hemos perdido la fe en nosotros mismos por más de quinientos años. Busquemos esa fe y caminemos al desierto que nos llevará a la tierra prometida, la República de Puerto Rico. Y como en todos los pueblos esclavizados, siempre hay quienes se someten a los deseos de la metrópolis y tratan, “gracias al consumo y el entretenimiento,” como dijo Huxley, de ser como ellos. No desean abandonar los lujos y las comodidades que les garantiza el sometimiento. Pero siempre hay un núcleo de personas que están dispuestas a dejarlo todo por lograr una libertad que nos garantice una soberanía plena sobre nuestro territorio nacional y sobre nuestro futuro como pueblo.
¿Son diferentes los conceptos de colonización y esclavitud? Al examinar la realidad existencial de Puerto Rico, no creo que son diferentes. El resultado viene siendo el mismo. Estamos sometidos a la voluntad de la metrópolis.
VIVA PUERTO RICO LIBRE
Por Oscar E. Rodríguez, Profesor Emérito Universidad de Puerto Rico.