Pese a los chantajes incalificables de los partidos de oposición, PAN y PRD, las Leyes Secundarias de las Reformas Estructurales van.
El gobierno del Presidente Enrique Peña Nieto ha sabido negociar tanto con el PAN como con el PRD, y a cada uno de ellos le ha concedido mucho de lo que piden a cambio de sus votos en favor de la Reforma Energética y de la Reforma de Telecomunicaciones.
El PAN no se ha medido en sus pretensiones de obtenerlo todo a cambio de su voto en el Senado y en la Cámara de Diputados, hasta el grado de poner la gota que derrama el vaso, pero se sabe que al final de cuentas accederá a aprobar la Reforma Energética y también la de Telecomunicaciones.
Por su lado, el PRD también se ha excedido en sus pretensiones y el gobierno ha accedido a muchas de ellas, con tal de que no se rompa la posibilidad de llegar a un consenso nacional en favor de la Reforma Energética y de la Reforma en Telecomunicaciones.
Es necesario decir también que el gobierno del Presidente Peña Nieto y los liderazgos del PRI en el Senado y en la Cámara de Diputados no se han comportado como “Hermanas de la Caridad”, sino que han sabido dónde apretar en su momento y con quién hablar, porque la negociación política es un arte, y los actores y dirigentes de la actual Administración son maestros en estas tareas, de tal suerte que las Reformas Estructurales y sus leyes secundarias, en este caso, serán aprobadas en el curso de este mes de julio.
Ocurre que la diferencia entre los dos gobiernos del PAN anteriores y el actual de Peña Nieto, es que aquéllos nunca supieron negociar: el gobierno de Fox, porque Fox mismo no tenía capacidad negociadora; tenía un pensamiento muy estrecho y una incapacidad total para escuchar a los demás; y el gobierno de Calderón, tampoco logró las negociaciones necesarias para llevar al país adelante y simplemente la economía y la política se estancaron, lamentablemente.
Hoy, la diferencia consiste en que el gobierno de Peña Nieto, es un gobierno negociador, político, que desea mantener la unidad nacional y lograr objetivos grandes para impulsar al país hacia nuevos niveles de desarrollo económico, social y político.
Esa es la diferencia: negociar políticamente con las fuerzas distintas, para lograr el progreso de México.