China: del Modelo de Crecimiento Cuantitativo al Cualitativo
El crecimiento económico de China durante estas tres últimas décadas ha sido espectacular. Para lograrlo, la dirigencia de la segunda generación de liderazgo tuvo a su favor el rezago económico y social de la nación frente a un mundo altamente globalizado. Se trataba de un país circundado por una crisis llena de oportunidades. Prácticamente era partir de cero, lo que tiene sus ventajas, ya que podía estructurar un modelo de desarrollo que impulsara ampliamente los factores de la producción en especial el capital y el trabajo. Cabe dejar en claro que no todo lo que sucedió en la era maoísta estuvo plagado de errores, también hubo aciertos políticos. Una de sus mayores fortalezas del régimen socialista fue lograr la cohesión social y política de la nación. Sin embargo, el esquema vertical de poder fue su propia contradicción, generó conflictos en la cima del poder, los dirigentes se embarcaron en una gran revolución cultural que los llevó a un proceso de desgaste político cuyas consecuencias fueron funestas y han quedado como una marca en la historia del socialismo chino del cual dan cuenta diversos testimonios. A la muerte de Mao, difícilmente Deng Xiaoping y los líderes de la segunda generación podían continuar con ese modelo, tenían que emprender una nueva vía que renovara el orden económico y político del país.
Deng se encontró con una nación atiborrada de problemas, había pobreza, pocas oportunidades de trabajo productivo y la infraestructura prácticamente era inexistente. Lo primero que se hizo fue dejar de lado el modelo ideológico maoísta, emprender una visión del país diferente y adoptar nuevas políticas económicas y sociales para insertarle más proactivamente en la globalidad. Se optó por una economía de mercado, un capitalismo de estado, se abrió parte del país a la inversión extranjera directa, se permitió la transferencia de tecnología, se movilizaron recursos estatales y se adoptaron nuevas reglas del juego político y económico. Deng se ufanaba de decir, “no importa el color del gato mientras atrape ratones”.
Desde entonces, el crecimiento de la economía ha sido constante a un ritmo asombroso, con una tasa media anual de crecimiento del producto interno bruto (PIB) de alrededor del 10 por ciento. Muchos se preguntaron cómo se logró tal avance en tan corto plazo. Los esquemas y variables que lo explican están contenidos en una cantidad impresionante de textos y artículos especializados. En este espacio, hemos abordado el tema en repetidas ocasiones, por lo que no profundizaremos más en ello.
El modelo al que hago alusión, está basado en la teoría del crecimiento económico endógeno, la asignación combinada de recursos del sector público y del sector privado a la economía en una proporción asimétrica. La economía china se caracterizó en 1980 por tener una fuerte inversión pública dirigida al sector productivo estatal lo cual, en un principio, dio buenos resultados participando con un 76 por ciento en la producción total del mercado. Este modelo se agotó porque la inversión privada trajo consigo calidad y no cantidad, mayor transferencia de tecnología, cadenas productivas sistematizadas, redes de transportación intermodal, gerencia especializada y experimentada. Por ello, ya para 1996 las empresas estatales sólo controlaban el 28.5 por ciento de la producción total del mercado. ¿Qué quiere decir esto? Que arrancaba un nuevo esquema dentro del proceso productivo chino. La producción privada tenía mayor capacidad para darle sentido y viabilidad al dinámico crecimiento económico chino. La dirigencia optó por incrementar su participación global, establecer cadenas productivas, abrir mercados, impulsar el intercambio tecnológico con el Sudeste Asiático, África, Europa, Estados Unidos y América Latina. Las cadenas productivas incrementaron la participación global de China en cinco sectores claves de la economía: la agricultura, la industria, la construcción, el transporte y el comercio.
A raíz de esta participación, las empresas privadas y estatales pudieron hombro con hombro incrementar sustancialmente el crecimiento del PIB per cápita a dos dígitos. Darle a la producción económica una base estratégica productiva a través de la ciencia y tecnología. Chengdu, que he tenido la oportunidad de visitar en varias ocasiones, es un excelente ejemplo para captar la vibrante modernización y el desarrollo tecnológico y científico de China. Por lo que ya no es posible continuar con el proceso productivo centrado en el uso intensivo de la fuerza de trabajo. La ciencia y la tecnología han permitido a China dar el salto a una base de desarrollo automatizado. Dejar de lado el uso intensivo del capital variable o fuerza de trabajo (Kv) para intensificar el capital constante o tecnología (Kc) e incrementar la tasa de ganancia (Tg), aunque el crecimiento ya no se refleje domésticamente sino globalmente. Gracias a este esquema en 50 años China será la primera economía del mundo.
En términos matemáticos la fórmula del modelo anterior estaría representado de la siguiente manera: alto crecimiento económico doméstico: -Kc/+Kv=+Tg
La fórmula del modelo actual: alto crecimiento global: +Kc/-Kv=+>Tg (potenciada a 2).
La rápida expansión que hoy tiene China ya no se refleja en su posición doméstica sino global. Muchos analistas hacen hincapié en que este primer trimestre ya no creció el PIB a dos dígitos sino a 7.7 por ciento, formulan terribles augurios sobre la caída de la economía china pero no analizan el concepto de China Global. Su participación en inversiones directas en infraestructura en África, Medio Oriente y Rusia, hacen del Banco Central Chino el más poderoso del mundo. Es el primer inversionista a nivel mundial superior a cualquier otra entidad financiera global. China Global, es una nueva forma de crecer, se trata de un nuevo modelo de crecimiento más cualitativo que cuantitativo. Si hacemos un esfuerzo de cálculo econométrico observaremos que el próximo trimestre tendrá un resultado porcentual de crecimiento de alrededor del 7.9 u 8 por ciento.
Las razones se observan en múltiples variables pero basta poner en contexto la primordial: mayor uso del capital constante o tecnología. Menos uso de la fuerza productiva o capital variable significa mayor productividad y un aumento por consiguiente de la tasa de ganancia. Como consecuencia se incrementa sustancialmente el ingreso disponible al gasto. Si realizáramos una vuelta o acercamiento virtual en estos momentos por la Feria Internacional del Automóvil de Shanghái observaríamos que las ventas al mercado que se esperan, en conjunto, de automóviles superan el millón y medio de vehículos. Pero no de cualquier tipo de autos, sino Mercedes Benz, Audi, incluso Ferrari y otros modelos de lujo. China inaugura una nueva etapa, la de un mercado interno dinámico.
¿Qué significa este tremendo incremento del mercado doméstico? Traducido en un gran conglomerado de vendedores y compradores. Pues significa un gran oportunidad. México no se puede quedar atrás ante este nuevo escenario económico, no puede ser sólo un observador o un simple testigo inerme ante los grandes éxitos que logran otros países. Nuestra nación tiene que tener una participación más efectiva y redituable y lo tiene que hacer de manera inmediata. Oportunidades como éstas no se presentan todos los días, hay que empezar a hacer la tarea con metodología y conocimiento. No se puede en este caso perder la perspectiva, se tienen que explorar todas las modalidades y condiciones para establecer los planes de mercado. Cuando fungí como Encargado de Negocios de la Embajada de México en Bangkok, Tailandia tuve a mi cargo la Sección Económica y, en tan sólo dos años logré que la balanza comercial se inclinara a favor de México. En este proyecto logré que importantes compañías mexicanas se incorporaran a nuestro plan de mercado. Desde entonces, y después de mi salida de la Embajada, nunca más la balanza comercial fue favorable a nuestro país.
Queda claro que hay que darle un nuevo giro a la relación bilateral con China, no en un sentido político ya que en este rubro con más de 40 años de relaciones diplomáticas vamos bien, es más bien explorar el terreno económico. El gran problema de México es la asimetría comercial y financiera con China; y, no estamos mandando hasta este momento ninguna señal al gigante asiático para indicarles que queremos fortalecer ese rubro con más y mejores participaciones.
Por Jorge Navarro Lucio, miembro del Servicio Exterior Mexicano, actualmente candidato a doctor en ciencias, por la Facultad de Economía de la Universidad de Colima con especialidad en relaciones transpacíficas y China. Twitter: @jornalunam.