Por Miguel Tirado Rasso
mitirasso@yahoo.com.mx
Francamente no se entiende a dónde quiere llevar, el actual dirigente del PRI, a su partido. Del otrora partidazo, casi no queda nada. Los comicios de 2018 le significaron un golpe electoral, casi mortal. Nada comparable con su primera gran derrota que, en 2000, acabara con la hegemonía priista de 71 años en la silla presidencial, aunque todavía retuviera 20 estados de la República bajo su gobierno y quedara como segunda fuerza política en elCongreso, con 54 senadores y 208 diputados.
La situación actual del tricolor, como decimos, es totalmente diferente a la de hace dos décadas. En 2018, pierde de nueva cuenta la elección presidencial, sólo que, en esta ocasión, su candidato queda relegado a un tercer lugar con la votación más baja de la historia tricolor, 16.40 por ciento. En el Senado queda como tercera fuerza política con 14 escaños y en la Cámara de Diputados se va hasta un lejano quinto lugar, con 48 curules. Además, el número de entidades bajo sus colores se reduce a 12.
Después de los comicios de 2021, si bien, elevó el número de sus diputados a 70, mérito de la Alianza va por México, concertada con el PAN y el PRD, perdió las ocho gubernaturas bajo su dominio en las que hubo elecciones, para quedarse únicamente con 4 (10 menos que las que tenía al finalizar el gobierno de Enrique Peña Nieto), pues ni con su alianza con el PAN y el PRD pudo ganar alguna de las otras 7 gubernaturas en juego.
Tal parece que el dirigente del PRI, Alejandro Moreno, Alito, tiene corta memoria, y pretende repetir exactamente la misma jugada que, en 2006, otro ex gobernador, Roberto Madrazo, llevó a cabo para imponer su candidatura presidencial, con los lamentables resultados que vale la pena recordar para quienes ya lo olvidaron o suponen que las circunstancias ahora son diferentes.
Madrazo como Alito Moreno, buscaron y alcanzaron la presidencia del CEN del PRIcontra viento y marea. El proceso de elección interna, en los dos casos dejó mucho que desear en transparencia y aseo. En uno y otro caso, surgieron corrientes internas que pretendieron, infructuosamente, que se les tomara en cuenta. Bueno, ni siquiera se les escuchó. El malestar cundió y, en 2006, el partido se fracturó ante la ambición de una dirigencia preocupada por un proyecto político personal que dio al traste con la institución.
En la elección de 2006, el resultado ubicó en su realidad al candidato presidencial priista que quedó relegado a un tercer lugar, con 22.03 por ciento de la votación, inferior a la obtenida por el partido para sus candidatos al Senado y a la Cámara de Diputados. Roberto Madrazo, rompió una regla no escrita que no permitía al presidente del partido en funciones, hacer campaña y postularse a la candidatura presidencial. Y así le fue.
Como una calca, Alejandro Moreno sigue los pasos del ex gobernador Madrazo, aunque con diferencias que auguran un final más desastroso. Y es que el dirigente del Revolucionario Institucional, no solo maniobró para encabezar su partido, sino que también modificó los estatutos para concentrar más poder en la presidencia del CEN, con lo que, a él le corresponde expedir las convocatorias para postular candidatos a la Presidencia de la República, las gubernaturas, las senadurías y las diputaciones federales; elaborar el listado de las candidaturas propietarias y suplentes, y sancionar la postulación de candidatos a cargos de elección popular a nivel estatal y municipal. No es de extrañar, entonces, que este personaje se haya anotado para encabezar la lista de candidatos plurinominales a una diputación federal para la elección de 2021. Algo legal, pero éticamente inmoral.
A dos años de que los tiempos electorales oficiales para la sucesión presidencial arranquen, Alito Moreno entró ya en el juego de las corcholatas y, quizás, motivado por un ambiente muy a modo, primero, en la convención de la COPPAL en Nicaragua, que ahora le tocó presidir, en donde seguramente fue la figura mayor y luego en la “democrática” XXlll Asamblea Nacional del PRI, en la que,muy al estilo morenista, surgieron gritos espontáneos de “presidente, presidente”, el dirigente quedó seducido por la aclamación popular que, visiblemente emocionado por las porras, comentó “suena bien” (el grito).
Sin falsas modestias, Alito afirma: “estamos listos”. En entrevista al diario Reforma, señala que ha sido “nada más” tres veces diputado federal, senador, gobernador y presidente nacional del PRI, para concluir con que, “al final…lo que se necesita es un buen cuadro, un buen liderazgo para enderezar al país.”Pero los resultados de Alejandro Moreno al frente del tricolor no son como para presumir. En la elección de junio pasado, como lo mencionamos, el PRI no pudo anotar gol. De 15 gubernaturas en juego, no ganó ni una y, de los diputados que obtuvo, la mayoría fue por la alianza con el PAN, principalmente.
En la elección extraordinaria para senador en Nayarit, el pasado 5 de diciembre, el candidato tricolor obtuvo 4 por ciento de los sufragios emitidos. Queda claro que, a pesar del optimismo de su líder, la maquinaria electoral del PRI está oxidada. En 2022, tendrá otra oportunidad para demostrar ese buen liderazgo del que presume, así como su capacidad para conducir con éxito a su partido en las elecciones para gobernador en 6 estados, Aguascalientes, Durango, Quintana Roo, Tamaulipas, Hidalgo y Oaxaca, los dos últimos gobernados por el PRI. Si hacemos caso a las encuestas, la historia electoral de 2021 se repetirá y el tricolor enfrentará un nuevo fracaso en las urnas. Cuando mucho y por cuestiones algo sospechosas podría ganar en Hidalgo.
Como se ven las cosas, en 2024, Alito puede romper la marca del candidato presidencial priista con menos votos en la historia del tricolor, además de acabar por sepultar a la institución, pues la fractura interna parece inminente, si se obstina en imponer su proyecto personal sobre los intereses del partido, entonces podría repetirse un TUCOMactualizado: “Todos Unidos Contra Moreno”, como sucedió en 2006.
Una pregunta. En la reciente XXlll Asamblea Nacional del tricolor destaca, entre los acuerdos votados a mano alzada, el repudio y distanciamiento a “las corrientes ideológicas asentadas en el neoliberalismo, ese liberalismo economicista, creador de oligopolios y desigualdad social”, según el dictamen leído por el exgobernador Ismael Hernández Deras.
En dónde estaban y qué tanto se opusieron los actuales dirigentes priistas, cuando, como gobernadores o funcionarios de alto nivel, vivieron, gobernaron y apoyaron, desde sus cargos, a ese nocivo neoliberalismo que ahora descubren, curiosamente coincidiendo con la 4T, que es peor que la pandemia. Como si se los hubieran impuesto contra su voluntad. Con estos priistas, de rígida definición ideológica, se puede esperar cualquier cosa.
Diciembre de 2021