Créditos por 21,000 millones de pesos otorgó el Monte de Piedad en 2010
Por Manuel Arango
Agradezco al Patronato del Nacional Monte de Piedad haberme concedido el honor de ser quien dirija hoy un mensaje en esta Cena de Gala para celebrar los 300 años del natalicio de Don Pedro Romero de Terreros, fundador de esta institución, la cual se inició con un donativo personal de 300 mil pesos oro, y festeja 236 años de servir a México.
Qué mejor sitio para esta celebración que reunirnos en este magnífico edificio situado en el corazón de nuestra ciudad, sede de la institución desde 1876, cuyos predios albergaron en un tiempo las casas de Moctezuma y después las de Cortés. Esta noche es sin duda una noche muy especial, por diversas razones.
En este marco donde se respira la historia de nuestra ciudad y sus bellos monumentos, también se respira el espíritu solidario de la filantropía, que en nuestro país data de siglos, aunque son pocas las instituciones que han permanecido a través del tiempo.
Me congratulo de haber sido testigo de la entrega del Galardón “Pedro Romero de Terreros”, con el que por primera vez se premia a cinco instituciones de asistencia privada con calidad de EXCELENCIA como reconocimiento a su generosidad y trabajo.
Ya que hablamos de EXCELENCIA, debemos también reconocer la destacada y primordial tarea del Nacional Monte de Piedad, institución de la más larga trayectoria de servicio en préstamos prendarios a quienes carecen de acceso al crédito para permitirles, en forma sencilla y expedita, solventar sus necesidades más apremiantes. Con gran mérito, el NMP ha permanecido brindando este servicio por más de dos siglos, sobreviviendo al movimiento de Independencia, la Invasión Francesa, las Leyes de la Reforma, la Revolución y la Guerra Cristera.
Pero más aún, no ha sido sólo el mérito de permanecer, sino saber adaptarse a los tiempos para crecer y contar hoy en día con 245 sucursales en el país, donde atiende a uno de cada cuatro hogares, destinando el año pasado 21 mil millones de pesos a favor de sus usuarios, recibiendo a cambio 25 millones de prendas que sorprendentemente son recuperadas en un 94%. La utilidad que generan los servicios prestados cubren los gastos de la institución y el remanente sirve para seguir creciendo y respaldar a la vez un promedio anual de 500 IAP´s, habiendo ya distribuido entre ellas 2,400 millones en los últimos 10 años.
La filantropía en nuestro país tiene sus orígenes en la caridad de las organizaciones religiosas preocupadas por la pobreza, las enfermedades, la orfandad, la vejez, las epidemias que en ocasiones asolaron al país, y tantos otros males que el gobierno virreinal no tenía la capacidad o la voluntad de remediar. La diferencia principal entre caridad y filantropía es que la primera es primordialmente de beneficencia y muy cercana a las creencias religiosas, mientras que la segunda es un movimiento que parte de la Ilustración y que habla del amor por lo humano y todo lo que le rodea. Caridad es un acto loable que usualmente no trasciende lo asistencial, mientras la filantropía evoluciona, y con el mismo espíritu solidario de protección, lucha no sólo por ayudar sino también por ir a la raíz de los problemas, identificar las causas y operar soluciones duraderas.
Los males que aquejan a la humanidad tienen sus causas no en los mandatos de lo divino sino en el entramado económico, político, cultural y social de cada país, donde las mayorías se sienten marginadas de las decisiones que afectan su bienestar y calidad de vida, desaprovechando así todo su potencial para la solución de los problemas.
Sin embargo, la revolución tecnológica y la comunicación global han venido a cambiar este letargo de la ciudadanía que día a día se involucra más para cambiar lo que está mal y construir una sociedad justa, libre y democrática.
Para que la democracia sea efectiva, se hace indispensable la participación organizada, informada y comprometida de la ciudadanía, exigiendo derechos y cumpliendo obligaciones. Sólo así, con acción firme y comprometida, se podrá obtener buen gobierno y verdaderos servidores públicos. Auténtica ciudadanía implica responsabilidad en todos nuestros actos, solidaridad, participación y escrutinio del quehacer público. Esta es la riqueza de un país avanzado, contrario al nacionalismo ramplón y falso que, como dijo el literato español Pío Baroja, “es una enfermedad que se cura viajando”.
DAR es la acción poderosa que nos renueva, contraria a recibir, que siempre exige más y nos aísla en un egoísmo que empobrece. DAR implica DARSE, compartiendo lo más preciado, que es nuestro tiempo y nuestro talento.
Con este espíritu solidario, al correr del tiempo, se han ido formando múltiples y variadas organizaciones ciudadanas que abordan las causas más diversas como: democracia, legalidad, derechos humanos, defensa del medio ambiente, educación, lucha contra la delincuencia, desarrollo comunitario, cultura, arte, responsabilidad empresarial y muchas otras tareas que benefician al país y engrandecen a quien las vive y las practica.
Miguel Darcy de Oliveira, amigo y aguerrido luchador social brasileño, definía las áreas de participación ciudadana de la siguiente manera:
1- Lo público para lo público—GOBIERNO
2- Lo privado para lo privado—EMPRESA o MERCADO
3- Lo privado para lo público—-FILANTROPIA
4- Lo público para lo privado—-CORRUPCION
En los países avanzados siempre encontraremos un equilibrio entre los tres sectores mencionados, pues sólo así se puede evitar la fuerza de los mercados, el abuso del poder, o la pasividad e indiferencia de la ciudadanía.
No existe mayor riqueza en un país que el recurso humano cuando es participativo, responsable, generoso, productivo y dispuesto a servir.
Imaginemos por un instante si el 20% de la población adulta asumiera el estándar propuesto por el Centro Mexicano para la Filantropía y se comprometiera a dar una hora de trabajo voluntario a la semana y el 1% de sus ingresos mensuales. Un cálculo estimado nos daría las siguientes cifras:
– 12 millones de horas semanales ó 624 millones de horas anuales, lo que sería equivalente a una fuerza laboral de 250 mil mexicanos trabajando tiempo completo sin pago alguno por sus servicios.
– El 1% de los ingresos representaría para el Estado una contribución gratuita equivalente a 27,300 millones de pesos.
Si agregamos a esto que las empresas se sumen contribuyendo el 1% de sus utilidades, como algunas ya lo están haciendo, la cifra alcanzaría a quintuplicarse fácilmente. Este dinero podría bien iniciar nuevos modelos o apoyar y fortalecer los ya existentes como: Cruz Roja, Un Kilo de Ayuda, Bancos de Alimentos; ProEmpleo Productivo, Funsalud, UNIRED, CEMEFI, Caracol de Plata, Compartir, Fundación Xochitla, y 3,000 donatarias más autorizadas.
Siempre se ha subestimado el potencial de las organizaciones ciudadanas sin fines de lucro y su capacidad para formar ciudadanos, operar proyectos y prestar servicios de calidad a la sociedad, contribuyendo así en forma importante al desarrollo del país. Es por esto que los gobiernos democráticos deben promover y facilitar el trabajo voluntario de la Sociedad Civil, considerándola un activo para la nación, aunque en ocasiones existan diferencias de criterio en el quehacer y la forma de realizarlo. Son ya muchos los gobiernos del mundo que destinan parte de su presupuesto a estas instituciones, sabiendo que cumplen tareas complementarias a un desarrollo sano y sostenible del Estado y el bienestar de su gente. Afortunadamente, el talento empresarial se ha ido sumando a colaborar con organizaciones ciudadanas para crear programas de beneficio común. Los grandes
problemas requieren de grandes alianzas, bien sean éstas dentro del mismo sector o más poderosas aún cuando se unen gobierno, empresa y sociedad civil en tareas solidarias de desarrollo y calidad de vida.
El conocido profesor y autor Robert Putnam lo expresó bien y en pocas palabras: “La Sociedad Civil hace todo lo que el gobierno no puede y lo
que la empresa no quiere”.
Siempre y quizás sin razón, se ha dicho que “el tiempo es oro”, deseando con ello expresar el gran valor de algo que no se puede reponer. Siendo el oro un metal que puede reponerse, resultaría más apropiado decir “el tiempo es vida”, ya que la vida de una persona está íntimamente asociada al tiempo.
Es aquí, y con estas consideraciones, donde la utilización de nuestro tiempo juega un papel decisivo en el porvenir. Somos la única especie que ha sido dotada con la capacidad de efectuar cambios y modificar, construir y destruir a voluntad. No hay mayor recurso para el desarrollo que el recurso humano, y no hay mayor generosidad que poner éste al servicio y para el bienestar de la humanidad. Todos
podemos y debemos hacer algo por mejorar y cuidar este maravilloso país donde aún existen múltiples carencias, pero un enorme potencial de recursos naturales y humanos para construir la gran nación que todos deseamos. La solidaridad debe ser el detonador del cambio y punto de unión entre los mexicanos.
Hay una gran satisfacción en Mirar por los Demás y contribuir a su bienestar, que finalmente es el de todos. Pongamos a un lado la resignación, el conformismo, la indiferencia y la apatía, luchando por cambiar lo que no nos gusta, y alcanzar la justicia, la equidad y la paz que todos deseamos, para preservar la libertad de la que hoy gozamos.
En palabras de Octavio Paz: “La libertad no es una filosofía y ni siquiera es una idea: es un movimiento de la conciencia que nos lleva en ciertos momentos a pronunciar dos monosílabos: SI o NO. En su brevedad instantánea, como a la luz del relámpago, se dibuja el signo contradictorio de la naturaleza humana”.
Es este libre albedrío, el que sin generosidad se inclinará por el NO a lo ajeno, a lo lejano, a lo impersonal, a lo desconocido y el SI al placer, a lo fácil, a lo redituable.
No podemos y no debemos vacunarnos contra el sufrimiento, la injusticia y el dolor humano. No podemos permanecer pasivos ante el abuso, la fuerza del poderoso, la intolerancia, la corrupción, el crimen, la impunidad, la tortura, el hambre, la ignorancia y el dolor que desgarra, aniquila o pervierte la buena intención y potencial del ser humano.
“La indiferencia es la parálisis del alma, la muerte prematura”, dijo el gran dramaturgo ruso Chéjov en una de sus grandes obras.
Nunca debemos menospreciar la capacidad de pequeños grupos para cambiar las cosas pues, como bien lo dijo la destacada antropóloga norteamericana Margaret Mead, son ellos los únicos que lo han logrado. Tampoco debemos subestimar el poder de una sola persona que, con voluntad y dedicación, se aboca a una causa y lucha por ella sin consideración a enfrentamientos, riesgos o crítica. La historia está llena de ejemplos en la ciencia, el arte, la política, la religión y el humanismo. Con brevedad e ironía, lo describe el premio Nobel Saramago cuando dice: “Hay dos grandes potencias en el mundo: Estados Unidos y tú”.
Permítanme terminar con un fragmento de un poema dedicado a un buen amigo español de reconocida trayectoria altruista, escrito por quien fuera Director General de la UNESCO, Federico Mayor Zaragoza.
En el remolino de cada día
nos olvidamos de nosotros mismos,
de nuestro entorno, de la gente…
Tendremos que hallar tiempo.
Tiempo para pensar, para amar a tantos que hoy, ahora,
necesitan más que nunca el oído atento y la mano abierta
y el abrazo…
Muchas gracias.