¿Quién será el garante para la reconciliación nacional?
Más que cualquier otra invención particular, la escritura transforma nuestra conciencia
Dr. Héctor San Román A.
Analista Sociopolítico
El éxito de la democracia no consiste únicamente en disponer de la más perfecta estructura institucional imaginable. Depende ineludiblemente de nuestros patrones reales de conducta y del funcionamiento de las interacciones políticas y sociales. No hay esperanza de confiar el asunto en mano seguras del virtuosismo puramente institucional. La operación de las instituciones democráticas, como las otras instituciones, depende de las actividades de una ciudadanía que utiliza las oportunidades para las realizaciones razonables. No de una falsa moral que pretenda nos hagamos ilusiones sobre nosotros mismos.
Nada más cierto, bajo condición de que el sistema de gobierno y de gestión de la sociedad al que actualmente llamamos democracia fuese efectivamente democrático. Y no lo es. Es verdad que podemos votar, es verdad que se nos reconoce como ciudadanos y normalmente por medio de procesos electorales, escoger “nuestros” legisladores; es cierto, en fin, que de la votación y del número de esos “representantes populares” y las negociaciones políticas que una mayoría impone, resultará la composición de un gobierno. Todo esto es cierto, pero es igualmente cierto que la posibilidad de acción democrática comienza y termina ahí. El electorado podrá quitar el poder a un gobierno que no le agrade y poner otro en su lugar, ¿pero quitar a uno malo para que llegue otro peor?
El presidente Juárez aprendió a detectar arenas movedizas tanto por instinto como por tacto y cuando los conservadores mexicanos, consternados ante la política de Maximiliano, empezaron a mirar desesperados en dirección a la administración exiliada en Chihuahua, Juarez, el sagaz guía de una irrepetible generación de mexicanos hizo un comentario cáustico: “Así es el mundo y sobre todo el mundo mexicano, que es capaz de aturdir al mismo Napoleón III si algún día se toma la molestia de pasar unos días en México. Los mexicanos son únicos: al que no los conozca, sea un fatuo y embriaguen sus ocasiones y adulaciones, desecharán y destruirán; y al que sea débil y desanimen sus insultos y comentarios maliciosos, también desecharán y destruirán”. Las páginas de la historia en ciencias sociales se han ocupado fundamentalmente, cuando no exclusivamente, en describir y analizar grandes periodos de tiempo, transformaciones sociales trascendentales, o importantes cambios políticos, económicos y sociales. Siempre orientadas a considerar que la evolución de las sociedades humanas ha resultado condicionada, especialmente, por el devenir de esas grandes acontecimientos históricos. Esta idea, firmemente enraizada en nuestra cultura, ha dado lugar al establecimiento de grandes conceptos universales tales como Estado, Nación, Revolución, Constitución, Partidos políticos, Sindicatos, etc, cuya realidad apenas resulta identificable con entidades particulares y, sobretodo, entre los individuos como grupos sociales concretos.
Para México el siglo XXI ha estado cargado de ironías, violencia y tragedias en cuanto a gobiernos y gobernanza, pero no podemos negar que el actual es particularmente tóxico; a mediados del año 2000 se aplaudía la derrota del PRI, y con ello gobiernos “represores” y “autoritarios”, pero es innegable que en el claro obscuro de esos regímenes se construyeron instituciones de un Estado social, se eliminaron y se atendieron enfermedades terribles, se fue combatiendo el analfabetismo, creció la escolarización, se apoyaba al campo, el combate a la pobreza era evidente en regiones de un país que se iba transformando, se fue construyendo una clase media que con esfuerzo y estudio fue alejándose de esa pobreza; los trabajadores constituyeron una fuerza sindical y a través de la contratación colectiva lograron importantes prestaciones en seguridad social, vivienda, becas para sus hijos, turismo social, y mejor salario de acuerdo con la mano de obra calificada, todo un contenido de bienestar social vaciado en la contratación colectiva.
Pero junto a esa derrota arribó a la presidencia un personaje fatuo casi sacado de una tira cómica, lenguaraz, ignorante, necio y sin experiencia en administración pública, con una asesora en (les affaires & business), cuyo expertise era atender una tiendita de productos veterinarios en provincia, poco después esa cómplice de su mediocridad se convertía en su pareja presidencial, una telecomedia convertida en plan de sexenio, el cual lo fue llevando apoyado en lo construido en sexenios anteriores, ya que no recibió una hacienda pública deficitaria.Todo análisis se funda en la historia pero este está imbuido en la observancia feroz de lo que nos ha ocurrido en el transcurso del siglo.
Que decir del sexenio 2006-2012 repitió el PAN con otro gobernante que no supo que era presidente de una República amenazada por la delincuencia organizada fracasando en su guerra contra el narcotrafico.
Supuestamente llegaba un individuo con experiencia política, por el contrario dio muestras de inmadurez, carente de las virtudes del político, y no se tuvo presente la responsabilidad por las consecuencias, no se tuvo conciencia de las fuerzas diabólicas del crimen organizado que pretendió combatir. Nunca leyó a Max Weber, o no lo entendió “el Estado es la única fuente del <<derecho>> a la violencia”, para dar protección a la sociedad.
Según Trotsky: todo Estado está fundado en la violencia, entonces deberíamos preguntarnos: ¿si esto es cierto?. Si solamente existieran configuraciones sociales que ignorasen el medio de la violencia habría desaparecido el concepto de <<Estado>> y se habrá instaurado en lo que, en ese sentido específico, llamaríamos <<anarquía>>.
La violencia no es, naturalmente, ni el medio normal ni el único medio de qué el Estado se vale, pero si es su medio específico: La fuerza del Estado. Hoy, es evidente la íntima la relación del Estado con la violencia, porque lo específico de nuestro tiempo es que existen organizaciones criminales que ejercen la violencia física en la medida que el Estado lo permite. Pasando por alto qué la legalidad y la razón deben prevalecer. Ahora bien, que debemos defender al país, no hay duda, o que se puedan contener esos conflictos apegados a la ley, para hacerlo necesitamos un garante de la sensatez y la legalidad. Alguien que cumpla estrictamente esa tarea. Cabe preguntar ¿quien puede ser ese garante?
Es por lo tanto necesario decir que Estado es aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio (el <<territorio>> es el elemento distintivo), reclama (con éxito) para sí el monopolio de la violencia física legítima.
Llegó el 2012 supuestamente el resurgimiento de un partido político en ocaso, apoyado en la estrategia publicitaria de televisa, se diseñó un muñeco de pastel, frívolo, inepto, ignorante, irresponsable y corrupto, aderezado con una “propuesta indecorosa”, un sexenio que desbordó la violencia, agotó la paciencia ciudadana, y exacerbó el malestar de la clase media emergente, misma que escuchaba los mensajes de alguien que por casi veinte años clamaba el castigo a la corrupción y se comprometía de llegar al poder cumplir lo que demandaba gran parte de la sociedad, castigo para los corruptos, rescatar la protección del ciudadano como obligación del Estado, perseguir a la delincuencia, combatir desempleo, pobreza y autoritarismo y al creerle cometió un terrible error.
Así llegamos al 2018 y buena parte de la clase media voto por un cambio para avanzar no para retroceder, y llegó al poder quien había hecho promesas de castigar a quienes desde cargos públicos habían hecho del latrocinio su modus vivendi, y para cumplir con ello (es ocioso hacer una consulta popular, solo basta aplicar la ley). También prometió cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes que de ella emanan. Pero nunca hablo sobre desmantelar las instituciones, fruto de un pasado creativo, aunque duela reconocerlo.
Llego al poder y desató una nueva forma de gobernar unipersonal, descalificando, denostando y destruyendo. Una nueva modalidad en la cual no solo se considera que el conocimiento experto no tiene valor, sino que también se le ve con un criterio descalificador. Las personas con verdadero conocimiento sobre el ámbito político —y, desde luego, las que tienen alguna clase de reputación profesional— han sido excluidas de cualquier función con responsabilidad política. La preferencia se concede a los incompetentes, y a menudo a mercenarios escandalosamente incompetentes y corruptos. (no deja de ser paradójico lo que se vive en realidad).
La satisfacción del odio y el deseo de venganza y, sobretodo, la satisfacción del resentimiento y de la pasión supuestamente ética de ser el dueño absoluto de la razón; es decir, tiene que satisfacer la necesidad de difamar al adversario y declararlo enemigo a vencer. Como medio de seducción concita al mercenario a la aventura, el triunfo, el botín, el poder y la prebenda. También es evidente que en la realidad, la obediencia y entrega de los pícaros sometidos está condicionada por muy poderosos motivos de temor y de esperanza (temor a la venganza del poderoso o de los poderes mágicos, la esperanza de una recompensa sin esfuerzo) y, junto con ellos, también por los más diversos intereses.
Tiene pues que asegurar permanentemente su poder de seducción ante los títeres que necesita, es decir, los rebaños, los pícaros y los agitadores. En tales condiciones, el resultado objetivo de su acción no está en su mano, sino que le viene impuesto por motivos pseudoéticos, motivos predominantemente abyectos, de sus claques, que sólo pueden ser refrenados en la medida que al menos una parte de éstos, que en nuestra realidad nunca será la mayoría, esté animada por una noble fe en su persona y en su causa. Pero, incluso cuándo subjetivamente fuese sincera, no sólo esta fe no pasa de ser en la mayor parte de los casos más que una legitimación del ansia de venganza, de poder y canonjías, no nos engañemos, la interpretación materialista de la historia no es tampoco un carruaje que se toma y se deja a capricho.
Se han escrito ríos de tinta para alertar de cómo la ignorancia se ha convertido en un referente central para el grupo en el poder. Como es natural, esa exaltación a la ignorancia que sentencia, va de la mano con el desdén por el conocimiento profesional de los expertos, considerando que el conocimiento no tiene valor y se usa con un criterio de reprobación. El gobierno no solo considera que el conocimiento experto no tiene valor, sino que desconoce a los seres funcionalmente escolarizados, y los sentencia con vituperio.
No es pueblo ni la aristocracia ni la plebe, porque ambas carecen de conciencia patria y la vida gandula las identifica como parásitos. Tampoco es pueblo la élite intelectual que se nutre de ideas ajenas y desprecia cuanto forma el ambiente que la rodea; ni es pueblo quien despoja al pueblo de su pan, le arrebata su tierra, lo mantiene en ignorancia y lo engaña con mentiras de horas, de días, de años y de siglos.
Democracia es el nombre de una forma política en que la “totalidad” del pueblo rige el gobierno y, por consiguiente, a ellos mismos. Cual es la mejor manera de lograr esto y mediante que condiciones y prácticas halagüeñas económicas, sociales y culturales, se puede llevar a cabo, ello es discutible e históricamente variable, de manera que existen muchas teorías y modalidades de la democracia: directa, representativa, liberal, socialista, libertaria, republicana, social, anárquica, plebiscitaria, etc. Como mínimo, no obstante, la democracia requiere que el pueblo autorice sus propias leyes y la grandes decisiones políticas, sin importar si esto ocurre de modo directo o mediante representantes electos por ser los mejores. Cualquier cosa menor a esto implica que el pueblo no gobierna. En las democracias, el porvenir no se pierde en la nostalgia del pasado y los dogmas. Por eso seduce a los pueblos y a los príncipes, al ofrecer a las miradas despojadas de cualquier apriorismo la prueba de su superioridad.
Además de los principios básicos, la democracia tiene ciertas condiciones sin las que no puede nutrirse o sostenerse, ni siquiera mínimamente. La democracia no necesita de igualdad social y económica absoluta, pero no puede soportar extremos grandes y fijos de riqueza y pobreza, porque socavan la obra de legislar en común. No es accidental que resultado, casi inevitable, sea una especie de insensible resignación, frente a la historia que no se detiene, o una doctrina de inmisericorde colaboración con la barbarie de fuerzas que somos impotentes para controlar o evitar. Repasemos conceptos de Jean Jacques Rousseau: “cuando dichos extremos prevalecen, los valores compartidos se disipan y los poderes y resentimientos de clase se vuelven decisivos, lo que hace que el hecho de combinarse para gobernar en conjunto sea imposible”.Dssssq
Bajo un supuesto orden democrático llegaron a la silla del águila, pero los cuatro, olvidaron que la política consiste en una dura y prolongada penetración a través de tenaces resistencias, para lo que se requiere, al mismo tiempo, la pasión y mesura del hombre de Estado. Es completamente cierto, y así lo prueba la historia, que en este mundo no se consigue nunca lo posible si no se intenta lo imposible una y otra vez.
Pero para ser capaz de hacer esto no sólo hay que ser un caudillo, sino también un héroe en el sentido más sencillo de la palabra. Incluso aquellos que no son ni lo uno ni lo otro, han de armarse de una fortaleza de ánimo que permite soportar la destrucción de todas las esperanzas, si no quieren resultar incapaces de realizar incluso lo que hoy es posible en razón al mandato de un orden republicano .
Ya lo hemos dicho, sólo quien está seguro de no quebrarse cuando desde su punto de vista, el mundo se muestra demasiado cretino o demasiado servil ocultando la realidad; solo quien frente a todo esto es capaz de responder con un <<a pesar de todo>>; solo un hombre con esa naturaleza tiene <<vocación>> para la política. El historicismo… nos enseña que no puede realizarse nada; sólo predice que ni lo que sueña ni lo que la razón construye será realizado según se planeó. Sólo aquellos planes que encajan en la corriente principal de la historia pueden ser eficaces….
“ “¿Por donde, entonces, se podrá descubrir la senda del político?Porque es preciso descubrirla, y una vez separada de las demás,imprimirle una señal que le sea propia..” ”Platón (El Político)
¿Que ocurre cuando en un orden de sinrazón y desgobierno se destruyen los preceptos y principios de un régimen constitucional? ¿qué ocurre cuando las prácticas y los principios del discurso, la deliberación, la ley, la soberanía popular, la participación ciudadana, la educación, los bienes públicos y el poder compartido que conlleva el gobierno democrático se someten al capricho unipersonal?. Que el poder ciega, aliena y enmascara la verdad, cerrando los ojos a las evidentes y temibles amenazas que el futuro prepara contra aquella dignidad racional y sensible que imaginábamos como una aspiración suprema.
¿No fue más que una enorme tomadura de pelo ofrecer castigar la corrupción en lo que sería un moderno aeropuerto sobre el desecado lago de Texcoco? Lugar tan alejado, en lo que sobrevive, de los espléndidos cuadros de su mejor paisajista, Velasco. Se tenia evidencia sobre corrupción, entonces porque no se actuó conforme a la ley, ahora resulta que el castigo es para trabajadores, clases medias emergentes y pequeños empresarios quienes tendrán que pagar una multimillonaria deuda al cancelarse el Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) proyecto del arquitecto Norman Foster quien ganó el Premio Rethinking The Future (RTF) en excelencia e innovación de arquitectura, construcción y diseñó 2021 en la categoría transporte. ¿O de que tamaño es la perversidad que se nos esta ocultando?.
Estas son la desventajas del espíritu mercader: porque las mentes de esos hombres se contraen y se vuelven incapaces de elevarse. Se desprecia la educación o, por lo menos, se deja a un lado, y el espíritu heroico se extingue casi por completo. Remediar estos defectos sería un objetivo digno de atención con seriedad. Adam Smith, Lectures on justice, Police, Revenue and Arms. Pues bien, habiendo transcurrido veintiún años de la vida de México, en el siglo XXI ¿cómo hemos tolerado llegar bordeando el pantano de ese tiempo hasta aquí?, observando una demolición conceptual de la democracia, sin tomar de cada año su lección. Cómo hemos permitido que llegaran al poder quienes no solo han atentado contra ella, sino que la han convertido en adusta y fantasmal, hoy su futuro es cada vez más confuso, se han modificado los caminos de la historia, exaltando la ignorancia y despreciando cualquier clase de interpelación, dividiendo a los mexicanos olvidando que la unidad nacional es de vital importancia para el país; Se hace referencia sobre el presidente Juarez en arengas cotidianas, pero no se comenta su afirmación de que el colapso de los regímenes de 1829 y 1833-34 se debió a la inmadurez política de los grupos que disputando el poder dividieron a los mexicanos.
No sería ocioso recordar que el grado superlativo de excelencia en política se encuentra este precepto: “Tomando una familia dividida, no hiciese pereced a nadie, sino que la reconciliase y, poniéndole leyes, pudiese asegurar que sus miembros vivieran en lo sucesivo en recíproca amistad”: Platón (Las leyes)
La historia puede familiarizarnos y nos puede servir de advertencia, en el momento actual, la democracia está siendo estrangulada por un doble corsé. Por una parte un gobierno dueño de la verdad absoluta y por otra la creciente violencia en todos sus aspectos. En los vigentes sistemas democráticos el auténtico protagonismo de la actividad política, económica y social, radica en la alianza de las élites en torno a los gobiernos y a las burocracias corporativas. El motor de tal actividad lo constituyen los intereses organizados. Aquellos intereses sociopolíticos que no se encuentran organizados tienen verdaderas dificultades para plantear sus demandas, hasta el punto de quedar en no pocos casos excluidos del sistema político.
Por ello, y con el fin de evitar el definitivo ahogamiento de la democracia parece necesario otorgar un mayor protagonismo a grupos sociales (trabajadores y clases medias que deben ser escuchados) para una extensión de su actividad social y cultural. Las instituciones políticas siguen siendo absolutamente necesarias pero el hecho de encontrarse atrapadas dentro de la concepción de una distante relación Estado y sociedad actualmente vigente, las hace totalmente inadecuadas. Es necesario establecer un sistema democrático más extenso y desarrollado, capaz de entrecruzar la esfera estatal y social, y que permita asegurar una mayor responsabilidad por parte de las instituciones políticas, proveerlas de una mayor legitimidad y de una mayor capacidad a fin de ejercer una función de arbitraje de los conflictos y divisiones que surjan dentro y entre los grupos sociales.
Porque cuando el orden político se encuentra amenazado, nuestra única ventaja es que podemos aprender de la experiencia histórica, para neutralizar esas tendencias negativas. No olvidemos que la muerte de Luis Donaldo Colosio abrió en la conciencia nacional un agujero por donde brotó un torrente de problemas que siguen presentes afectando a la nación. Aún estamos a tiempo para una reconciliación nacional. No lo sé, pero si no están aterrados, de lo que está sucediendo, es que no están prestando atención.