Cuando Antonio Carrillo Flores, que era muy simpático y agudo, quería definir la relación económica entre México y Estados Unidos, con base en su experiencia como Secretario de Hacienda y como Embajador de México en Washington, entre los años 50’s y 60’s, decía: “Cuando Estados Unidos estornuda, a México le da pulmonía”.
Y así se definió la relación económica entre los dos países durante mucho tiempo, tanto en los círculos políticos como en el ambiente universitario de maestros y alumnos de economía.
Pero ahora, valientemente el Secretario actual de Hacienda y Crédito Público, Agustín Carstens, dice que las cosas han cambiado y enmienda la plana: “Ahora que Estados Unidos tiene pulmonía, nosotros, México, apenas estornudamos”.
Le agradecemos esta infusión de optimismo al Secretario Carstens, pero algunos sectores económicos y políticos del país comienzan a creer que tal vez la convicción del funcionario está pecando de optimismo, porque por lo pronto se prevé un recorte en el Presupuesto Federal de 2009, por parte del Congreso, y se comienza a estimar una reducción en la actividad económica del próximo año, suspensión o disminución de pedidos de Estados Unidos, por la baja de precio en el barril del petróleo, por la elevada inflación y por el aumento en el nivel de desempleo que todo esto traerá consigo; además, empezaron a caer dramáticamente las remesas.
La gente en México empieza a estornudar en las esquinas y el invierno no llega todavía; las amas de casa compran menos en los supermercados; los bancos encarecen el crédito y elevan sus comisiones; los impuestos secan a las empresas; la tasa de desempleo abierto es mayor que nunca y las exportaciones disminuyen notablemente; además, el peso se está devaluando en forma notoria.
La locomotora internacional de la economía, que son los Estados Unidos empieza a deslizarse a un valle profundo y ancho, y nuestro país, que es el cabús de la economía norteamericana seguirá ese recorrido inevitablemente, a menos que el Secretario Carstens tome medidas al respecto y aplique políticas anticíclicas, abandonando esa actitud de despreocupación que invade ahora a las altas esferas del gobierno.
Porque una cosa es la que creen o piensan los altos funcionarios de cómo va la economía nacional y otra cosa es la que sufre la población, que ya resiente el clíma gélido de la crisis financiera norteamericana cuyos vientos se empiezan a sentir en las finanzas y el Presupuesto Federal para el 2009, que será recortado.