Lo que el país necesita del nuevo Presidente
Más allá de las personalidades y de los discursos, algunos francamente demagógicos, lo que el país necesita del nuevo presidente es una Administración efectiva, que conduzca a un progreso sano, equitativo y auto sostenido; que enfrente con diplomacia inteligente y firme las ocurrencias negativas de Donald Trump, y que continúe con la renovación de las instituciones nacionales tanto en materia de justicia, de salud, de educación, de redistribución del ingreso, de seguridad pública y de modernización.
Lo que no se requiere es que alguien ponga al país de cabeza y pretenda cambiarlo todo, haciendo experimentos que pueden resultar muy perjudiciales para el avance general del país, aún cuando se realicen bajo la bandera demagógica del servicio popular.
Una nación como México, que ha logrado avances espectaculares en el campo de la economía, de la educación a todos los niveles, de infraestructura productiva y vial, de inversión nacional y extranjera y de desarrollo auto sostenido en los últimos 80 años, no puede someterse al voluntarismo de un hombre o de un grupo que se piensan redentores del pueblo.
Si los norteamericanos se equivocaron increíblemente al elegir a Donald Trump, el pueblo de México no puede o no debe seguir ingenuamente una corriente demagógica, que lo lleve al estancamiento económico y al enfrentamiento social.
Hay que tener mucho cuidado con la idea subyacente de dividir a la sociedad en dos, como ha ocurrido a la vista del mundo con Venezuela, con resultados desastrosos tanto en la economía, como en el choque permanente, inaceptable e irracional de clases sociales.
Cada país tiene su propio camino y no puede ni debe imitara otro o a otros, como lo demuestra la Historia:
La Unión Soviética fracasó lamentablemente en sus planteamientos de organización social, y la dictadura no solo llevó al desastre económico, sino a la desintegración del propio país, que se fraccionó dramáticamente y no podrá volver a ser el mismo.
En el caso de México, no hay que olvidar que hay partidos regionales que teniendo seguidores numerosos en el centro, sur y sureste, no los tienen en los amplios estados del norte y los de gran desarrollo de la parte media, como Jalisco, Guanajuato, Aguascalientes, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Nuevo León, las dos Baja Californias, Chihuahua, Coahuila, Tamaulipas y Veracruz.
Un Presidente no puede quedar aislado de la mitad del país, y la mitad por cierto más desarrollada; se correría el riesgo no solamente de falta de consenso, sino de un sentimiento regionalista que pudiera llevar a la disgregación del territorio nacional, cosa que parecería lejana, pero que no lo es tanto; ya ha habido intentos, en el pasado, de separación de Chihuahua y Nuevo León.
UN PRESIDENTE CONCILIADOR, NO PENDENCIERO
La nación mexicana merece un Presidente de la República conciliador, no pendenciero ni bravucón; tampoco de ocurrencias, que “hoy propongo acuerdos con la delincuencia organizada” y la liberación de delincuentes para “dizque acabar con la guerra” que supuestamente hay en México.
Si las cosas son difíciles para el país, así como está, no podemos arriesgarnos a poner en práctica una serie de tonterías y hasta aberraciones políticas, sociales y económicas, que causen la paralización de la economía nacional, la huída de capitales y que en lo internacional pudieran llevarnos a un enfrentamiento irracional con los Estados Unidos.
Lo que el pueblo de México requiere hoy es un gobierno que genere empleos, que impulse la producción, que prosiga políticas inteligentes y realistas de distribución del ingreso, así como políticas de asociación productiva e inversión nacional y extranjera, así como de comercio con todas las naciones dentro de las legislaciones y acuerdos internacionales vigentes, incluyendo el TLCAN y todos los demás tratados que tenemos firmados con decenas de países.
Por las razones anteriores, nuestra Revista Macroeconomía hace votos por que el proceso electoral y las Elecciones del 1 de julio de este año se realicen en el marco de la paz y tolerancia públicas, dignas de un pueblo como el nuestro que ha sabido mantener su avance histórico en lo social y cultural.