40 años de Relaciones Diplomáticas México–China
Un 14 de febrero de 1972, hace 40 años, México y la Republica Popular China formalizaron sus relaciones diplomáticas. Para comprender la magnitud de este evento, de gran relevancia en la historia diplomática de nuestra nación, hay que trasladarse a los escenarios de la época. Los años 70´s, cuando el mundo protagonizaba una confrontación de bloques liderados por Estados Unidos y la Unión Soviética. Pareciera que era imposible para una nación tener una visión mundial independiente, porque los espacios reservados, sobre todo para los países de menor desarrollo, estaban situados en la periferia. El presidente Luis Echeverría y su Secretario de Relaciones Exteriores, Don Emilio O. Rabasa, comprendieron que la diplomacia mexicana no podía someterse al avasallamiento de las grandes potencias o ponerse en piloto automático o justificarse mediocremente dentro de la tradicional pasividad que anteriormente le había caracterizado. Ambos líderes decidieron emprender una diplomacia proactiva y una política exterior, no sólo novedosa sino visionaria, tal y como lo demandaban los grandes acontecimientos del momento. Una política exterior atinada, vanguardista y con visión de largo plazo. Se trataba en ese momento de colocar al país como gestor del cambio, ante un mundo convulsionado, sin rumbo claro, liderado por tendencias antagónicas.
Lograr esta postura no era cosa menor, sobre todo si tomamos como referente que el mundo estaba organizado en bloques opuestos de izquierda y derecha. México tenía la presión política de los Estados Unidos, que daba por sentado que nuestra nación era un aliado natural frente a los movimientos revolucionarios de izquierda que brotaban por todo el mundo, sobre todo en el subdesarrollado. Echeverría, y su secretario de relaciones exteriores Don Emilio O. Rabasa, comprendieron anticipadamente que nuestro país tenía compromisos mucho más allá de los lugares comunes del momento, se trataba de darle coherencia y contenido a una política exterior que fuera más acorde con las nuevas condicionantes que emergían en el ámbito internacional. Una lectura cómoda hubiera sido incorporarse a los criterios de seguridad del vecino del norte. Pero, se hubiera estado en el lado contrario de la historia, se hubiera perdido la oportunidad de ser parte del gran proyecto mundial que se vislumbraba venir.
México no estaba sólo, cuando toma la decisión de ir por un camino diferente, de darle sentido y contenido a una nueva política exterior. En la lejanía, cientos de miles de ciudadanos del mundo miraban con desconfianza la escisión internacional protagonizada por el bloque soviético y el norteamericano. Se reclamaba un nuevo orden mundial donde los países no tuvieran que alinearse a uno u otro eje, que pudieran, como era su deseo, ser actores relevantes en la nueva configuración del escenario internacional. Había incoherencias que pocos veían y que había que solventar con valentía.
El gobierno de Luis Echeverría, y su Secretario Rabasa, hicieron cambios estructurales en la tradicional política exterior. En principio se alejaron de la tibieza de Adolfo López Mateos y el conservadurismo de Díaz Ordaz, estructurando una política exterior activa, independiente, no avasallada, según los principios de la Carta de la Organización de las Naciones Unidas. La coexistencia pacífica, la cooperación internacional para resolver los conflictos, erradicar las prácticas internacionales injustas que aislaron a China de la comunidad internacional.
En la Vigésima Sexta Asamblea de la Organización de las Naciones Unidas el presidente de México, Luis Echeverría, presentó ante la Asamblea General una propuesta inspirada en los principios de justicia, de soberanía y de dignidad de las naciones. Fue el 5 de octubre de 1971, cuando el presidente mexicano pronunció un discurso histórico cuyo centro se situó en torno a una frase que retumbó a lo largo y ancho del salón de sesiones: “la soberanía e integridad territorial de China son indivisibles en lo jurídico”.
La gran mayoría de los representantes internacionales que se encontraban en el magno recinto rompieron en un estruendoso aplauso. Pero no era suficiente una declaración había que darle al pronunciamiento la validez procedimental, introducir en la Asamblea General una iniciativa de resolución sobre la devolución del puesto que le correspondía legalmente a China dentro de la Organización de las Naciones Unidas. La iniciativa de resolución fue histórica y se le devolvió a China el puesto que legalmente le correspondía dentro de este organismo multilateral. Hay un documento que se puede consultar y que la Secretaria de Relaciones Exteriores debiera publicar en su portal, el comunicado oficial que el gobierno mexicano emitió reconociendo al gobierno de la República Popular China como el único representante legítimo ante la Organización de las Naciones Unidas.
Veinte días después del histórico pronunciamiento del presidente mexicano, el 25 de octubre la Republica Popular China ocupó el asiento que legítimamente le correspondía. Ahora México tenía que ser congruente con su posición y tomar la siguiente decisión, de gran relevancia para los anales diplomáticos de nuestro país, romper relaciones diplomáticas con el gobierno de Taiwán y establecerlas con la Republica Popular China, situación que se dio por nota diplomática del 16 de noviembre de 1971.
El 14 de febrero de 1972, el entonces Representante Permanente de la República Popular China ante la Organización de Naciones Unidas, el Embajador Huang Hua, se reunió con el Representante Permanente de México, Embajador Don Alfonso García Robles, en Nueva York para firmar el comunicado histórico que establecía relaciones diplomáticas entre la Republica Popular China y los Estados Unidos Mexicanos.
El comunicado decía los siguiente: “De acuerdo a los principios de igualdad, el respeto mutuo de la soberanía y la integridad territorial, la no agresión y la no intervención mutua en los asuntos internos y externos, la República Popular China y los Estados Unidos Mexicanos acuerdan desde hoy establecer las relaciones diplomáticas y enviar lo antes posible a sus embajadores respectivos.”
Para mayo de ese año, se abrió la Embajada de México en Beijing, y para junio hizo lo propio la República Popular China en el Distrito Federal. México con esta postura inicia una nueva era en la política exterior: digna, independiente y visionaria de las nuevas tendencias mundiales. Nadie puede negar que haber impulsado el reconocimiento legal y reclamar el sitio que le correspondía a la República Popular China en las Naciones Unidas, fue un acto de coherencia diplomática en estricto apego a los principios que México se comprometiera a respetar desde el momento que signó la Carta de las Naciones Unidas.
Los lazos de amistad que unen a nuestras dos naciones y que el 14 de febrero de 2012 cumplirán 40 años de relaciones diplomáticas caracterizadas por el respeto mutuo, por el incremento de los intercambios comerciales, culturales, políticos, científicos y de hermandad.
Si vemos y analizamos los paralelismos históricos de China y México constataremos que nuestra identificación no sólo es civilizatoria sino de pasajes históricos muy semejantes. China recuperó su soberanía después de luchas devastadoras contra la ocupación extranjera. Sun Yat-sen y Mao combatieron hombro con hombro contra esas potencias que por varios años les habían ocupado, usufructuado los beneficios que sólo le correspondían al pueblo chino. México hace lo propio cuando expulsa de sus tierras a los invasores que querían apropiarse del territorio.
LAS RELACIONES DE AMISTAD MÉXICO-CHINA
El año pasado tuve la fortuna de acudir a la República Popular China, de constatar sus avances y su orgullo nacional. Hice el recorrido que en su momento hizo el Presidente de México, Don Luis Echeverría cuando visitó China y fue recibido cálidamente por el gobierno y el pueblo. Tuve la oportunidad de dialogar con líderes políticos, funcionarios de alto nivel, representantes de localidades, miembros de la sociedad civil, y todos en su conjunto le confieren un lugar muy especial al pueblo de México.
Me comentaba un miembro de la comitiva que viajó con Don Luis Echeverría en aquella histórica ocasión, cuando se reunió con el presidente Mao Tse Tung, que dentro de la comitiva de recepción se encontraba el gran arquitecto de la modernidad y apertura de China: Deng Xiao Ping. Me comenta que se trataba de un hombre de mirada profunda y de gran claridad al narrar hacia dónde debía dirigirse la nación, cuáles eran los pasos que debía seguir y por dónde se debía apuntalar la justicia social. Para él, la modernización tenía un significado estratégico: mejorar el nivel de bienestar de la población. Decía, “el socialismo pasa por el mercado”, la equidad y la justicia están emparentadas con la modernización. Poco se sabe, porque no se ha escrito lo suficiente sobre este pasaje histórico de las relaciones diplomáticas México-China.
El dinamismo de los intercambios, no sólo diplomáticos sino los que se han desprendido de esta estrecha relación entre México y China; permiten beneficios mutuos de gran valor estratégico para ambas naciones. Yo mismo, tuve la fortuna de visitar Chengdu y constatar que dentro de unos cinco años será el “Silicon Valley” de Asia. No me cabe la menor duda que Chengdu y Ciudad Juárez, Chihuahua deberían hermanarse, porque comparten una visión de ciudad muy parecida. En ambas ciudades se han ubicado centros de diseño e innovación de alta tecnología. La fuerza laboral, en ambos casos, es cosmopolita, su cotidianidad está inundada por la diversidad cultural, sus ingenieros y administradores le apuestan a la modernidad.
Hermanar las ciudades implica una variedad de múltiples intercambios de dos vías, tanto de China a México como de México a China. Se trata de continuar con la amistad y la cooperación que han caracterizado los encuentros de ambas naciones durante estos 40 años de relaciones diplomáticas. Los lazos se han intensificado paulatinamente conservando una constancia firme y progresiva. Se comparten semejanzas y diferencias, como es normal entre una nación como la nuestra; que está fuertemente vinculada a los Estados Unidos, y; otra que impresiona al mundo por su extraordinario avance y crecimiento económico sostenido del más del 8 por ciento anual en promedio, durante las últimas tres décadas.
Si hacemos un breve recorrido del dinamismo de estos 40 años de relaciones diplomáticas, nos encontramos con visitas diplomáticas del más alto nivel para lograr mayor acercamiento estratégico en lo político y en lo económico. En 1993 se estableció el Mecanismo de Consulta Política entre los ministerios de relaciones exteriores de ambos países; y, desde 1996, se han celebrado nueve visitas del más alto nivel.
Del 6 al 9 de junio de 2001 se reunieron los presidentes de México y China; Vicente Fox y Jiang Zemin con el propósito de sentar las bases para cimentar y ampliar los lazos de cooperación bilateral de cara al Siglo XXI. El presidente de México, en el marco de esos encuentros reafirmó el concepto de adhesión de nuestro país al principio de una sola China. El gobierno de China respondió al gesto político apoyando la candidatura de México para ocupar un asiento rotatorio regional en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas.
En diciembre de 2003, durante la visita del Premier chino Wen Jiabao a México, ambos países establecieron la Asociación Estratégica. En agosto de 2004, se estableció la Comisión Permanente Binacional. Desde entonces, se han celebrado alternadamente varias reuniones de alto nivel; en julio de 2008, se llevó a cabo la tercera reunión en Beijing. En ese mismo año, el presidente de México, Felipe Calderón visitó China; durante el encuentro con el presidente Hu Jintao se formalizó el Diálogo Estratégico entre ambas naciones cuya primera reunión en México se llevó a cabo en agosto de 2009.
México recibió al vicepresidente de China Xi Jinping en febrero de 2009, durante el encuentro con funcionarios mexicanos, congresistas y empresarios, se abordaron varios temas de interés mutuo, entre los cuales sobresalen principalmente, la ampliación del comercio bilateral y la inversión extranjera directa. Xi Jinping presentó una propuesta de cinco puntos: 1) Ambas partes deben comerciar y avanzar en su cooperación económica y comercial desde una perspectiva estratégica; 2) Los dos gobiernos deberían seguir aumentando sus servicios; 3) México y China promoverán activamente la cooperación entre sectores clave como la minería, las telecomunicaciones, la agricultura, la pesca, el procesamiento y plantas de ensamblaje así como las energías renovables; 4) Las empresas chinas y mexicanas serán la fuerza principal detrás de una mayor cooperación económica y comercial; y 5) Ambas partes ampliarán su cooperación en asuntos económicos internacionales.
Gracias a estas visitas de alto nivel y a los lazos estrechos entre México y China, producto de estos 40 años de relaciones diplomáticas: 57 empresas chinas han invertido millones de dólares en nuestro país; esta inversión extranjera directa genera empleos y beneficios para cientos de familias mexicanas, México maneja más de 109 proyectos con 65 millones 270 mil dólares de inversión en China.
Los chinos de ultramar también son una fuerza dinámica ubicada en nuestro país. Actualmente viven 14,500 chinos de ultramar en nuestro país y cuarenta mil son mexicanos de origen chino distribuidos principalmente en el Distrito Federal, Tijuana, Mexicali y el Estado de Chiapas. En la Ciudad de México, nueve mil residentes chinos se dedican a varios giros: la industria restaurantera y al comercio; de ellos aproximadamente mil se han nacionalizado como mexicanos.
Esta relación tiene importantes etapas, ahora escenificadas en los procesos de hermanamiento. Estos modelos incrementan la relación, la focalizan y amplían. Los hermanamientos de ciudades y provincias de México y china son los siguientes.
Por Jorge Navarro Lucio, candidato a doctor en relaciones transpacíficas por la Facultad de Economía de la Universidad de Colima.